Pintor contemporáneo, más conocido por Luis González Bayón o Luis G. Bayón, que es como firma sus obras. Nació en Avilés el 12 de marzo de 1894, hijo de don José González García y de doña Matilde Iglesias Orobio.
Nacido en hogar de artistas —su padre fué profesor de dibujo Y modelado en la Escuela de Artes y Oficios de esa villa y un hermano practicaba la escultura—, todos los estímulos de su espíritu le inclinaban al arte. En la citada Escuela de Artes y Oficios amplió los estudios elementales, y más obediente a las insinuaciones ajenas que a la propia vocación, cuando andaba por los doce años emprendió estudios en nada afines a las tendencias temperamentales: la carrera de perito mercantil que cursó en la academia dirigida por don Domingo Álvarez Acebal. Concluida esta carrera aún continuó durante algunos años una ruta inadecuada, como empleado en una empresa maderera.
En sus ratos de asueto se dedicaba al cultivo de su intima vocación, dibujando, borrando y volviendo a dibujar; pintando, raspando y volviendo a pintar, siempre descontento de si mismo. En esta labor le encontró la celebración de la primera Exposición de artistas avilesinos, auspiciada en 1921 por la Biblioteca Popular Circulante, y en la que se reveló públicamente.
Constituida como consecuencia de este certamen la Sociedad de Amigos del Arte en Avilés, que patrocinó una nueve exposición de artistas locales al año siguiente, Luis G. Bayón fué uno de los expositores que afirmaron su personalidad y consiguieron el concurso de esa institución y del Ayuntamiento avilesino, expresado en forma de beca que siguiera en Madrid su carrera artística.
A favor de esa modesta pensión, acrecentada con el propio esfuerzo con trabajos en un taller de restauraciones antiguas, Luis González Iglesias cursó en la Escuela Superior de Bellas Artes los cinco e estudios de dibujo y pintura hasta alcanzar los correspondientes títulos de profesor.
Entretanto sus lienzos le iban conquistando nuevas estimaciones y aplausos renovados en las exposiciones bienales que los Amigos del Arte organizaban en Avilés, y también en la de Artistas Asturianos patrocinada por el Heraldo de Madrid en 1926.
Concluídos los estudios oficiales, la aspiración nunca dormida en él de perfeccionarse le determinó a viajar por España y el extranjero con el deseo de obtener un mayor conocimiento de las obras maestras de la pintura. A este respecto hemos dicho en otro lugar: “Después completó sus conocimientos recorriendo los Museos y los estudios de los pintores más famosos de la Europa occidental. Y cuando supo lo que hicieron y hacen los grandes artistas, él se dispuso a hacer su obra. ¡Su obra! Conviene insistir en esto, Luis Bayón es un pintor personalísimo. Nadie Podría descubrir en él tendencias de de otros. Su pintura responde a un temperamento original, inquieto, encendido en afán de renovarse y superarse, para no ser igual, no ya a otros, ni quiera a sí mismo”.
Sin dejar de concurrir las exposiciones avilesinas, participó en las regionales celebradas por el Ateneo Obrero de Gijón y envió un cuadro titulado Naturaleza a la Internacional de Barcelona de 1929.
Asentado de nuevo en la villa natal, en el verano de 1931 reunió una espléndida colección de cuadros sobre los más diversos motivos con lo que celebró exposición individual. Por deseo del expositor le cupo al que esto escribe la honra de inaugurarla y de su intervención en el acto tomamos las siguientes palabras: “Os equivocaríais pensando que Luis Bayón es uno de tantos vecinos que necesitan para para vivir, como algo esencial, oír a todas horas de todos los días las campanadas de nuestro reloj público. No. El goza en oírlas, pero no goza menos en añorarlas. A él no le parece limite ningún horizonte y sabe trasponer fronteras. Cuando, hace años, obtuvo los títulos de suficiencia como dibujante y pintor, a él no le parecieron bastante, con ser completos. Imponiéndose toda suerte de sacrificios —esos que desconoce peyoratívamente la gente adinerada—, Bayón recorrió la Europa meridional y algunos de los países nórdicos que, con ella, forman todavía la sede del Arte. Le acuciaba un deseo vehemente de viajar y ver. Para obsesionarse de su autentica suficiencia artística quiso conocer los secretos de que se valieron y vale los maestros de todos los tiempos y de todos los climas. Creyó que no se descubriría a sí mismo sin descubrir a los demás. Ahora que la suficiencia tiene en él madurez de maestría, que esta seguro de que sabe hacer su arte, el suyo propio, le sigue espoleando un anhelo de nostalgia por las campanadas de nuestro reloj municipal. ¿Por qué no ir a mostrar su obra de maestro a los lugares visitados como aprendiz? Y antes de emprender la marcha, quiere que seáis vosotros, sus conterráneos, los que tengáis el privilegio de estimar el primer fruto —magnífico, como veis — de sus admirables y activos pinceles, dispuestos a ir reemplazando las bajas que el buen gusto cause en las filas de sus obras. Después lo veremos, muy pronto, llevarlas a la capital de la provincia y a la de España y a París y, probablemente, a los países americanos”
Pero de esos proyectados viajes con sus obras sólo tuvo realidad el primero, a Oviedo, donde las expuso con el mismo éxito de crítica, de público y de venta que en Avilés.
Referencias biográficas:
Suárez (Constantino). —De un acto cultural en Avilés: Cuartillas de “Españolito”. (En La Prensa, Gijón, 26 de agosto de 1931; trabajo leído por el autor en la inauguración de la Exposición de Luis G. Bayón).
Idem.—Avilés, artístico: La obra de Luis G. Bayón. (En El Carbayón, agosto de 1931).