Magistrado, profesor y escritor del siglo XIX. Hermano del reseñado anteriormente.

Aunque no ha nacido en Asturias, por su ascendencia, la atracción de la tierra asturiana, y más concretamente avilesina, es un valor asturiano. Nació en La Coruña en 1799. Fueron sus padres don Santiago de esos apellidos, de Avilés, y doña Rafaela Fernández de la Barca, de distinguida familia gallega. Residió en la ciudad de nacimiento durante la primera infancia, trasladándose luego a la villa que él siempre consideró siempre como su cuna, y en la cual cursó estudios primarios. Es de suponer que haya estudiado Leyes, como se deduce de algunos de los cargos que desempeñó, y tal vez en Oviedo.

Hombre de ideas liberales, durante el régimen constitucional de 1820-23 perteneció a la Milicia Nacional de La Coruña, como tal miliciano tomó parte en algunos sucesos y alcanzó algunas condecoraciones. Tales ideas y actividades, al instaurarse de nuevo el absolutismo de Fernando VII le pusieron en el trance de tener que expatriarse y residió en el extranjero unos ocho años, hasta que en las postrimerías de ese reinado se autorizó a los emigrados políticos el volver a España.

Debió de residir luego durante bastantes años en Avilés, acaso dedicado al ejercicio de la abogacía. En Avilés fué alcalde desde abril de 1844 y por espacio de un año. Por entonces debió de contraer matrimonio con doña Felisa Cueto y Fernández Heres.

Pocos años después (1848) formó parte del claustro universitario de Oviedo, como profesor de francés en la Facultad de Filosofía, pasando después al Instituto de segunda enseñanza, que sustituyó a esa Facultad, como profesor de Latín y Humanidades.

Pero perteneció poco tiempo al cuadro de profesores del Instituto, pues en 1855 abandonaba las funciones docentes por la judicatura, como juez de primera instancia de Belmonte (Asturias), de donde pasó meses después con igual cargo al Juzgado de Gijón. En esta villa prestó relevantes servicios públicos con motivo de la invasión del cólera morbo por los que en junio de 1856 le fué concedida la encomienda de la orden de Isabel la Católica.

Por esta época, si no antes, se dió a conocer como escritor. Fué colaborador en El Faro Asturiano, de Oviedo, y en El Diario Español pe Madrid. También colaboró con asiduidad en los dos periódicos iniciadores de la prensa avilesina: El Eco de Avilés (1866-68) y La Luz de Avilés (1869).

De su producción literaria se recuerda como uno de sus trabajos más importantes su intervención en la polémica suscitada por Aureliano Fernández Guerra pretendiendo demostrar la falsedad del Fuero de Avilés, contra la opinión sustentada veinte años atrás por el hermano de González Llanos, Rafael. Su trabajo, con el título de Avilés y su fuero, le acreditó, por el caudal de conocimientos y doctrina que contenía, de hombre muy versado en asuntos históricos y dió pie para que José Arias de Miranda escribiera su elocuente refutación contra Fernández Guerra y los que opinaban igual que él.

Ascendido a magistrado, lo fué de Audiencia territorial de La Coruña desde agosto de 1869 por espacio de dos años. Luego pasó a la de Valencia, donde ejerció por espacio de seis u ocho.

Ya octogenario se retiró a descansar los últimos años a Avilés. Pero su temperamento de hombre activo sólo podía consentirle un descanso a medias. En Avilés prestó todos sus entusiasmos la entonces naciente Escuela de Artes y Oficios, de la que ocupo en 1878 la Presidencia. También fué en este centro de enseñanza profesor de francés.

En Avilés falleció Ramón González Llanos el 7 de diciembre de 1891.

Trabajos sin formar volumen:

1.– Avilés y su fuero. (En El Faro Asturiano, Oviedo, marzo de 1866, y en El Eco de Avilés, julio y agosto de ese año).

Referencias biográficas:

Redacción (La).— Una semblanza. (En La Semana, Avilés, 24 de marzo de 1901).