Hijo del anterior y hermano de don Gaspar, con el que le unió a vida una entrañable relación.
Casi todas las noticias conocidas de Francisco de Paula y Jovellanos las debemos al hermano, diseminadas en las Memorias familiares y en otros escritos suyos. En el nombrado dice: “Era este buen hermano de un talento clarísimo, muy instruido en las Humanidades latinas y castellanas y buen matemático. Hacía muy buenos versos, escribía con facilidad y pureza, hablaba con gran propiedad y facundia su lengua y con bastante facilidad la inglesa, francesa e italiana. Era festivo y con bastante gracioso en la conversación. Su carácter, firme, tocando alguna en acre; su virtud, sólida y sin hazañería”.
Nació Francisco de Paula en Gijón hacia 1720. En la villa natal cursó los estudios de Latinidad y Filosofía. Decidida su vocación por la carrera de marino, en cuya determinación le amparo también su hermano mayor, don Alonso, se trasladó con éste en 1760 a Cádiz, donde hizo los estudios de guardia marina.
Promovido a alférez de fragata se le destinó a la Habana, “donde residió algunos años —dice el hermano en las citadas Memorias—, muy estimado por sus talentos en la Marina y muy amadado en la sociedad por la viveza de su ingenio, las gracias, el chiste de su conversación y la capacidad de improvisar en las ocasiones de placer y desahogo. Desde allí hizo dos viajes a Veracruz, y en uno de ellos una excursión a México para ver aquella gran capital del Nuevo Mundo. Halló en ella a don Francisco Jove-Llanos, nuestro hermano natural, que mi padre había tenido antes de su matrimonio en una moza soltera, cuyo nombre jamás se supo en la familia. Aunque constituido en escasa fortuna, fué Francisco de Paula hospedado por él con entrañable amor, al cual correspondió con el cariño y cordialidad más sincera, trayendo su retrato, que se conserva en nuestra casa”.
“Vuelto a España —sigue diciendo don Gaspar—, continuó Francisco de Paula sus servicios en la Armada con la distinción que le granjeaban y aumentaban sus talentos. En 1773 fué nombrado Comendador de Aguilarejo, en la Orden de Santiago, distinción, si poco apreciable por su valor, mucho, como recompensa de su mérito. Su destino le llevó al Río de la Plata en la expedición que mandó don Pedro Cevallos, y allí concurrió a las fáciles conquistas de la isla de Santa Catalina y colonia del Sacramento. Hecha la paz, fué nombrado para tirar la línea divisoria entre los dominios de España y Portugal, de cuya comisión… de gran pena y embarazo, pudo librarse por la interposición del general don Victorio de Navia, que expuso y esforzó ante el a en jefe Cevallos la razón que le obligaba a rehusara, y era ésta: Había nuestro buen padre tratado de establecer a su primogénito casándole con doña Gertrudis del Busto y Miranda, heredera de la casa del Busto de Pravia, y comunicado este pensamiento a su hijo, condescendido este a su deseo. Hallábase entonces navegando de Ferrol a Cartagena, y como debiese volver en buque al Departamento, se acordó que Llegando allí pediría una licencia para pasar a Gijón a celebrar su matrimonio. Pero habiendo arribado a Cádiz el navío en su vuelta, llegado que hubo :allí, se halló con la orden aparente de partir a Veracruz, aunque con pliego que debía abrir a la altura de Canarias. La delicadeza de mi hermano no le permitió rehusar esta expedición que, por otra parte, no parecía de larga duración. Resolvió, pues, otorgar un poder para que se celebrase su matrimonio, y esto se verificó entretanto que el novio iba navegando, no ya a Veracruz, sino al Río de la Plata, según la orden contenida en el pliego cerrado”.
Tres años después, a comienzos de 1779, regresó a España en el navío correo Tucumán, en el que hubo de sufrir un ataque de los ingleses en aguas de Galicia. “Cuando los ingleses —continúa el hermano— antes de declarar la guerra de aquel año, habían empezado ya las hostilidades contra nosotros, se halló de repente atacado por un corsario de aquella nación. Venía el Tucumán sin defensa, con un solo un cañoncito, pocas municiones y ningún soldado ni artillero de mar. El capitán, pues, y la tripulación cayeron de ánimo; pero mi hermano los esforzó, y al mismo tiempo que se aprovechó del cañón para batirse en retirada, en vez de buscar La Coruña, hizo maniobra para tomar algún puerto a la vuelta de Finisterre, y logró salvar el correo en el de Corcubión”.
Recibió gracias oficiales por el salvamento del correo se le destinó, con la categoría que ya tenía de capitán de fragata, a la compañía de guardias marinas del Ferrol.
“Obtenida después una licencia —sigue diciendo don Gaspar—, pasó a celebrar su matrimonio, o por mejor decir, a ratificarle. su esposa, antes de firme y robusta complexión, había adolecido en los tres años de ausencia de varios achaques, que tratados por un empírico, acabaron con su salud. Trasladados a Ferrol, vivieron allí en perfecta unión, Pero sin tener familia”.
Continuó prestando servicios en la compañía de guardias marinas como un excelente educador de los futuros oficiales de la Armada, con una breve interrupción en funciones para tomar parte en la guerra sostenida en ese mismo año con Inglaterra. “Olvidado en la promoción que se hizo con motivo de la paz, hizo una vehemente representación a la Corte, que, convencida de su injusticia, le promovió a capitán de navío, y para que ninguno más moderno le fuese antepuesto, se le expidió el despacho con fecha de la promoción. Aunque reparado así su desaire, no por eso quedó satisfecho su pundonor, y ya fuese por esto, ya porque los achaques de su mujer le hacían necesarios los aires del país, ya porque muertos nuestros padres y hermano mayor, le llamaba Gijón el cuidado de su casa, solicitó su retiro y fué a establecerse a Gijón, donde vivió después”.
En la villa natal, en el ejercicio efectivo del cargo de alférez mayor, consagró su vida al progreso moral y material de la población. Entre sus iniciativas en orden a las obras publicas figuran algunas defensas contra las furias del mar, empedrado de veris calles, desecación, reparto y cultivo del terreno cenagoso conocido por el Humedal, ensanche de la población y otras obras de utilidad y ornato.
En lo cultural baste decir que prestó el más entusiasta y amoroso concurso a la iniciativa del hermano de fundar el Instituto Asturiano, que tiempo después tomo el nombre del fundador. Cedió generosamente una casa de su propiedad para instalación de las clases, una de las cuales, la de Matemáticas, estuvo a su cargo, compartida esta función con la de director del Instituto.
Pero llegó a la realización de este noble empeño con escasa vida para gozar el placer de los beneficios que el Instituto proporciono la cultura asturiana. “El trabajo y los disgustos que sufrió en los últimos años de su vida —dice don Gaspar— le destemplaron extraordinariamente la cabeza y ocasionaron una fluxión tan acre y tenaz que, cargándole por la noche, le fatigaba extraordinariamente hasta hacerle romper en abundante sudor. Una fuerte erupción de sarna le volvió la salud. Durante ella se conservó robusto, y sin el síntoma de tos por más de un año. Curado de la sarna, volvió aquélla a aparecer, se aumentos al cabo declinó en la hidropesía de pecho, que le privó de la vida”.
Falleció Francisco de Paula Jovellanos en la villa de nacimiento el día 4 de agosto de 1798.
Referencias biográficas:
Jovellanos (Gaspar Melchor de).—Memorias familiares. (En Jovellanos. Nuevos datos para su biografía, de Julio Somoza. Madrid, 1885).