ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

JOVELLANOS (Josefa de).

“Tendremos que reconocer —hemos escrito en otra ocasión” que en la celebridad de esta mujer asturiana ha entrado por mucho la condición de hermana del gran patricio Gaspar Melchor de Jovellanos. No es que Josefa de Jovellanos careciese de méritos y cualidades para conquistarse entre las mujeres hispanas un puesto eminente, merecido por su exquisita ilustración y virtudes acendradas, sino que ha podido alcanzar recuerdo más perdurable del que sus merecimientos consentían, gracias a esa hermandad con el sabio polígrafo”.

Josefa de Jovellanos nació un año después de don Gaspar, en Gijón, en 1745, hija de don Francisco Gregorio de ese apellido y de doña Francisca Apolinaria Jove Ramírez.

Estaba dotada de una clara inteligencia, que cultivó con esmerada ilustración. Juntaba a estas dotes intelectuales una extraordinaria bondad y exquisitas prendas de carácter. Y la realzaba físicamente una belleza que tuvo fama de peregrina.

Casó joven con don Domingo González de Argandona, por lo que se la conocía popularmente por La Argandona. El cargo de su esposo de procurador general del Principado cerca de la Corte, la llevó residir habitualmente en Madrid. (Respecto de este matrimonio dice don Gaspar en Memorias familiares que se efectuó “sin la aprobación de los parientes, que desdeñaban este enlace como poco correspondiente al lustre de la familia, pero con juicioso acuerdo de mis padres, que prefirieron a esta consideración de vanidad, el aprecio de las admirables cualidades con que Argandona realzaba su noble, aunque menos ilustre nacimiento”).

Brilló en Madrid por su talento, ilustración y bondad en los círculos sociales más distinguidos. Su hermosura le conquistó el cariñoso sobrenombre de La Esbelta, que parece usó después como seudónimo en algunos escritos. Sin embargo, no se sabe que haya escrito nada hasta pasados bastantes años de su residencia en Madrid.

“Fué allí —dice el hermano— tan amada de su marido, como generalmente estimada, así por su agradable trato, del cual estaba encantado el sabio conde de Campomanes, cuya casa frecuentaba, como por su recomendable conducta, hallando por uno y otro el más distinguido lugar en todas las sociedades de la Corte, Tuvo mi hermana en este matrimonio tres hijos, dos hembras, doña Vicente y doña Isabel, que fallecieron antes de llegar a pubertad y un póstumo, que nació y murió a pocos días de la muerte de su padre”.

“Tantas y tan graves pérdidas —continua Jovellanos— hicieron en su ánimo la más viva impresión. Después de pasar algunos años en la casa paterna cuidando de la administración de sus fincas, que la muerte de nuestro padre, y por la ausencia de todos sus hijos varones, empleados en el real servicio, estaba abandonada, se retiró a vivir en Oviedo”. Por estos años de su residencia en Gijón, si no antes, fue cuando comenzó a cultivar la poesía en bable.

Como en Madrid y en Gijón, en Oviedo “vivió consagrada principalmente —como dice Fr. Gregorio Santiago Vela— a la práctica de la caridad y a las obras de beneficencia, siendo una verdadera madre de los pobres y necesitados, a quienes socorría con mano liberal”.

“Allí —escribe el hermano—, no sólo estableció una vida retirada y devota, sino que fué el ejemplo y se hizo como la directora de todas las señoras del pueblo que estaban animadas del mismo espíritu. Ardiendo en la más pura y activa caridad, después de pasar en el templo la primera parte del día, destinaba todo el resto a asistir y consolar a las infelices de su sexo, que por reclusas en la cárcel y en la galera, o por dolientes en el hospital, excitaban más vivamente su compasión. Su caridad era tan discreta, como su virtud ilustrada y sólida”.

Animada del empeño de regenerar a esas infelices por medio del trabajo y la inculcación de normas de moral, ayudada en esto por otras señoras ovetenses, consiguió fundar una Asociación de Caridad, qué tuvo el apoyo y concurso del entonces gobernador del Principado y regente de la Audiencia, don Carlos de Simón Pontero, que aprobó el reglamento escrito por doña Josefa y encomendó la dirección espiritual del establecimiento al párroco de Santullano don Félix Boves.

Vivía entregada con gran provecho público a la dirección de esta institución benéfica cuando decidió profesar de monja. Jovellanos refiere esto de la siguiente manera: “Su particular director, el canónigo dignidad de Oviedo, don Lucas Zarzuelo, sujeto de más celo y virtud que ilustración, hallando los progresos que su hija de confesión hacía en la virtud, y creyendo conducirla a mayor perfección en el claustro, inspiró, o, si nació de ella, le fomentó el deseo de retirarse a él; y como si no hubiera abandonado el mundo la que sólo veía en él las miserias y aflicciones de su prójimos para socorrerlas y consolarlas, o como si pudiese haber una virtud más sublime que la caridad, que es la mayor,y la fuente y apoyo de todas las virtudes cristianas, acordaron que tomase el velo en el convento de religiosas recoletas de San Agustín, de Gijón, situado en terreno de mi casa y contiguo a ella. Poco tiempo antes, esta buena hermana, que siempre me distinguió en su amor de todos los hermanos, me había descubierto su deseo de retirarse al claustro, y yo le había representado tan fuertemente mi desaprobación, que me pareció rendida a mis razones. Díjela. que retirada ya de todo trato, enteramente dedicada al ejercicio de la caridad, y cuando conocía el copioso fruto que de ella y de su ejemplo resultaba en favor de tantas infelices, privarlas de su auxilio y consuelo para sepultarse en un claustro, no podía nacer de alta inspiración, y lo debía mirar como efecto de su extraviada imaginación. Pero, pasado algún tiempo, fuese que no pudo reprimir la vehemencia de su deseo, o que su director la indujo a ejecutarle, ello es que lo verificó súbitamente y con tanto secreto, que, aunque avisado en el mismo día, procuré estorbarlo por medio de una enérgica carta a su director, ya, cuando yo la escribía. estaba mi hermana cubierta con el velo a pocos pasos de mi casa. Tan decidida fué su resolución. que antes de venir al convento había ya distribuído todos sus bienes entre sus parientes más necesitados, salvo los que destinó: 1º, para la dotación de una escuela para la enseñanza de veinticuatro niñas huérfanas, que antes había fundado y fomentado. 2º, para la de un penitenciario en el mismo convento, y 3º, la casa y hacienda llamada de Las Figares, que nos dejó a nuestro hermano Francisco de Paula y a mí, y al que de los dos sobreviviese”.

No obstante el gran disgusto que esta determinación causó a Jovellanos, continuó entre él y la hermana el cariño entrañable que les había unido siempre hasta el extremo de ser “la única persona de quien recibía visitas en el convento y a quien recurría diariamente para ejercitar su ardiente caridad”.

Ingresó en el convento en 1793 y, tras el año de noviciado, profesó el nombre de Sor Josefa de San Juan Bautista el día 7 de julio del año siguiente, poco antes de ser exaltado don Gaspar al Ministerio de Gracia y Justicia, y con cuyo motivo escribió ella otra de sus pocas poesías conocidas.

Lo demás que se conoce como fruto de la pluma de doña Josefa Permaneció inédito, hasta que las investigaciones desarrolladas en torno a la figura del hermano lo sacaron a pública luz. Son cartas al hermano y representaciones al rey.

Cuando en 1801 don Gaspar se encontró perseguido y desterrado a Mallorca, sor Josefa pasó por la mayor de sus desdichas. Lo reconoce el propio a con estas palabras: “En sus últimos días fué afligida de una agudísima enfermedad, a que pudo dar causa la pena que le causó mi arresto y traslación a Mallorca…: y sería yo muy ingrato a su tierno cariño si, escribiendo estas Memorias de mi vida, no consagrase a la suya estas pocas líneas regadas con mis lágrimas”.

Falleció Josefa Jovellanos el día 3 de junio de 1807. antes de que don Gaspar recobrara su libertad.

 

Trabajos sin formar volumen:

1.—A las fiestas que se preparaban en Oviedo para celebrar la coronación de Carlos IV. (En la Colección de poesias en dialecto asturiano, de José Caveda y Nava. Oviedo, 1839: jublicada en 1887 como segunda edición ampliada por Fermín Canella y Secades).

2.—Descripción de las funciones con que la ciudad de Oviedo celebró la coronación de Carlos IV. (En ídem, ídem, ídem).

3.—Descripción de las funciones con que la villa de Gijón celebró el nombramiento del Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos para el Ministerio de Gracia y Justicia. (En idem, idem, ídem).

4.—Ocho cartas. (En la obra de Manuel Serrano y Sanz Apuntes para una Biblioteca de escritoras españolas, desde 1401 a 1833. Madrid, 1903-5).

5.—Memoriales. (En la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Madrid. enero de 1906: escritos firmados con su hermana Catalina de Sena Antonia y elevados al rey en favor del hermano, preso en el castillo de Bellver).

 

Obras inéditas:

—Relación de las exequias que a la feliz memoria de Carlos III hizo la Catedral de Oviedo. (MS. que Fuertes Acevedo atribuye al tanbién poeta en bable Antonio Valvidares).

 

Referencias biográficas:

Fraile Miguélez (Fr. Manuel).—Dos artículos. (En el tomo segundo de la revista La Ciudad de Dios).

Fuertes Acevedo (Máximo).—Un boceto biográfico. (En Biblioteca de escritores asturianos. MS. de 1867 en la Biblioteca Nacional).

Jovellanos (Gaspar Melchor de).—Memorias familiares. (En la obra de Julio Somoza Jovellanos. Nuevos datos para su biografía, Madrid, 1885).

Santiago Vela (Fr. Gregorio).—Un bosquejo biográfico. (En Ensayo de una Biblioteca ibero-americana de la Orden de San Agustín, Madrid, 1913-25).

Serrano y Sanz (Manuel).—Unos datos biográficos. (En Apuntes para una Biblioteca de escritores españolas, Madrid, 1903-5).

Suárez (Constantino).—Asturianos de antaño: Josefa de Jovellanos. (En el Diario de la Marina, Habana, 29 de enero de 1933).