ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

LLANO ROZA DE AMPUDIA (Aurelio de).

Escritor contemporáneo, especializado en temas arqueológicos y folclóricos, Nacido en la casa solariega del lugar llamado Valle, en la Villa de Caravia, el 19 de marzo de 1868, hijo de don Pedro y de doña Venancia, en hogar modesto de familia venida a menos.

Huérfano de padre a los diez años de edad y el mayor de los tres hijos del matrimonio, mientras asistía a la escuela primaria, fundada por sus antepasados, tenía que compartir con la madre los trabajos campesinos en la empobrecida hacienda familiar. Perdidos también estos restos de fortuna, a los diecisiete años se trasladó con la madre y los hermanos a Oviedo.

A los dieciocho años comenzó el servicio militar en el Regimiento de Infantería de León número 38, de guarnición en Madrid. |

Cumplida esta obligación, se trasladó a Mieres y en la Escuela establecida en esta villa estudio la carrera de ayudante facultativo de minas y fábricas metalúrgicas, estudios que alternó durane una temporada con la práctica de carpintería y modelaje para piezas de fundición d hierro.

Estos estudios le abrieron nuevos y seguros horizontes en varias fábricas que se estaban instalando en Asturias: la de metales de Lugones, las de pólvora de Santa Bárbara y Cayés; la de cañones de Trubia; la de armas cortas de Oviedo; y las de azúcar de Lieres, Pravia y Moreda (Gijón).

En los diarios ovetenses El Carbayón y El Correo de Asturias publicó interesantes trabajos desde 1903 a 1906 sobre temas científicos de su especialidad. Algunos viajes por el extranjero (Italia, Francia y Bélgica) le dieron ocasión para publicar en los citados diarios algunas crónicas de viaje, entre ellas la serie de cinco (número 6) acerca de la Exposición Internacional celebrada en Burdeos en 1907.

Cuando el tercer centenario de la fundación de la Universidad ovetense en 1908, el claustro le concedió la medalla conmemorativa de este acontecimiento. Diversas entidades ovetenses comenzaron por entonces a contar con su colaboración.

Desde años atrás Aurelio del Llano venía preparándose y documentándose para la investigación histórica y especialmente arqueológica. Su primera empresa fué su primer éxito. Los arqueólogos españoles y extranjeros discrepaban sobre las dimensiones de la y primitiva planta de la Iglesia de San Miguel de Lillo, monumento nacional del siglo IX en las cercanías de Oviedo, cuyo testero se había derrumbado en época desconocida. Llano creyó que sólo podrían aclarar la cuestión unas excavaciones, las cuales desarrolló por su cuenta en octubre de 1916, tan satisfactoriamente que pudo determinar con exactitud las dimensiones y la forma de aquella primitiva planta. Con este motivo publicó un estudio de dicha iglesia (número III), acerca del cual escribió Vicente Lampérez en el Boletín de la Academia de la Historia (julio-setiembre de 1917) que “se ha hecho acreedor a la gratitud de la arqueología española en general y a la de la región que tanto ama. en particular”.

Decidió entonces escribir la historia de la villa natal. No se limitó en El libro de Caravia a dilucidar opiniones conocidas y a reunir noticias desperdigadas, sino que llevó a cabo trabajo de investigación Personal y hasta desarrolló excavaciones a la busca de documentos prehistóricos. En las efectuadas en la cumbre de un monte llamado Pico del Castro descubrió los restos de un pueblo primitivo; algunos objetos allí encontrados sirvieron de ilustraciones gráficas para el citado libro y las han tenido en cuenta después los investigadores, entre ellos Bosch Gimpera al estudiar el celtismo en la región asturiana en la obra Etnología de la Península Ibérica.

La crítica más autorizada acogió con gran estimación esa obra de Aurelio de Llano. La acertada utilización de elementos folklóricos que en ella hace movió a Ramón Menéndez Pidal a escribirle palabras de aliento como éstas: “Usted, que tiene dotes de narrador, podía hacer una colección utilísima y preciosa, ahondando un poco en la tradición asturiana recorriendo unas cuantas aldeas. Podría usted hacer una doble publicación; primero una colección de cuentos con sus variantes escrupulosamente escogidas, que tuviese valor de exactitud folclórica, es decir, un material escogido, con fidelidad científica. Segundo, un libro de vulgarización, escogiendo los cuentos mejores y combinando libremente sus variantes y arreglándolos literariamente para que fuesen saboreados por todos; para esta segunda labor hallo en sus narraciones también un escritor que sabría dar animación a los datos folklóticos. Si usted se animase a esta tarea haría un buen servicio a la Ciencia y a las letras patrias”.

Esta carta decidió a Aurelio de Llano a la empresa de estudiar los elementos tradicionales asturianos en cuentos, cantares y «restos de antiguos vocabularios, estudios que contaban a la sazón con escasos precursores y que despertaron después otros entusiasmos. Desde entonces recorrió la región diversas veces en todas direcciones, de aldea en aldea, Se puede decir que de persona en persona, copiando cuantos elementos folklóricos pudieran ofrecer algún interés para el conocimiento de la historia, las costumbres y la psicología del pueblo asturiano. Artículos, Conferencias y libros fueron testificando tal laboriosidad, sin dejar por eso de dar desarrollo a otras iniciativas afines, como fueron las excavaciones llevadas a cabo en los lugares de Villeda, La Riera, La Isla y Castelum Obaliam, del concejo de Colunga.

Su entusiasmo creciente por el estudio y conocimiento de lo asturiano, le movió a lanzar en noviembre de 1920 la idea de crear el Centro de Estudios Asturianos, que quedó constituido con la agrupación de otros elementos intelectuales ovetenses bajo la presidencia de él mismo. A este propósito decía Rafael Santamaría en el Diario Español (Habana, 3 de agosto de 1921): “Ha fundado en Oviedo el Centro de Estudios Asturianos; hombre entusiasta por su región y por las investigaciones históricas y folklóricas, y que después de una vida de trabajo que le ha procurado independencia económica, dedica sus ocios» cuando todavía es joven, a reunir afanosamente materiales para el conocimiento de su país y a concertar y alentar el esfuerzo de todos los que como él piensan y sienten… Ha organizado dos cursillos de conferencias públicas sobre temas regionales, de los cuales el primero, desarrollado en el año académico de 1919-1920, comprendió ocho lecciones dadas en la Universidad y ocho en el Ateneo Obrero, de Gijón. El señor Llano da el ejemplo a sus cooperadores trabajando personalmente con gran empeño y continuidad…”

En 1919 la Academia de la Historia nombró a Llano miembro correspondiente en Asturias. En este mismo año le fué conferido el cargo de delegado regio de Bellas Artes de la provincia, cargo honorífico que desempeñó durante catorce años, hasta 1933. Otras corporaciones nacionales y extranjeras le dieron también ingreso por esa época; entre las primeras, también como académico correspondiente, figuran la Academia de Bellas Artes (1921) y de la Lengua (1922), además de entidades afines de Cádiz, Toledo, Zaragoza, Córdoba, Sevilla y las madrileñas Sociedad Geográfica y Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria; entre las extranjeras cuentan la Academia Arqueológica de Bélgica (1919), la de Artes de Burdeos (1922), el Museum fúr Volkskunde de Viena y el Instituto Arqueológico de Berlín (1924,).

El libro Del folklore asturiano: mitos, supersticiones, costumbres vino a consagrar la personalidad de Aurelio de Llano en esta disciplina, pondera la obra un prólogo de Ramón Menéndez Pidal, y Miguel de Unamuno escribió sobre ella en Caras y Caretas, de Buenos Aires (30 de junio de 1923): “El señor Llano Roza de Ampudia ha recorrido toda Asturias a pie recogiendo curiosísimas noticias de los últimos restos de costumbres y dichos que desaparecen, con exactitud científica.

Hora era ya de que nuestros investigadores se hicieran a estos hábitos de exactitud y regularidad técnica, en que son maestros los eruditos alemanes. Que no se diga, como se ha dicho, que del español no cabe fiarse porque no conoce los métodos rigurosos de la inquisición o enquisa —no encuesta— histórica, y que procede por a peu près, por poco más o menos y a la buena de Dios”. La Academia de la Lengua declaró el libro de mérito relevante en un informe del que tomamos estas Palabras: “Los encantos y conjuros de la noche y de la mañana de San Juan, tan propicios a la ilusión, a las quimeras y al ensueño, reviven €n este libro, cuyo autor —que posee el difícil y supremo arte de esconderse en lugar de exhibirse— sabe referir con la ingenua sencillez Y la épica impersonalidad de un trovador de la Edad Media, las mismas historias que logró reunir, escoger y clasificar con la paciencia y Minuciosa prolijidad de un erudito de nuestros días ”.

Dos obras posteriores afirmaron su personalidad folklórica ante la crítica española y extranjera: Esfoyaza de cantares asturianos y Cuentos asturianos recogidos de la tradición oral, publicada esta última por el Centro de Estudios Históricos. que inició con ella la sección Archivo de tradiciones populares.

El conocimiento minucioso de la región natal a través de los libros y de los viajes, le animó a escribir la obra Bellezas de Asturias de Oriente a Occidente: archivo o directorio de cuanto del pasado y el presente regionales pueda interesar al viajero. Esta obra fué publicada por la Diputación Provincial y obtuvo de la Academia de la Historia la declaración de mérito relevante.

En la Exposición Ibero-Americana de Sevilla (1929-30) figuró como uno de los representantes de Asturias, y tuvo a su cargo la instalación del moblaje en la casona solariega que la Diputación provincial de Oviedo levantó en ese certamen. Fué invitado entonces por el Ateneo sevillano a dar una conferencia sobre prehistoria asturiana.

En 1930 obtuvo en la Exposición Internacional de Lieja (Bélgica) una Medalla de Colaboración.

La última obra de Aurelio de Llano es una narración objetiva de la revolución de octubre de 1934, bajo el título de Pequeños anales de quince días. La revolución en Asturias. A las impresiones recogidas como testigo ocular del asedio y toma de Oviedo por los mineros, agregó las obtenidas en los pueblos de la cuenca minera y los lugares de combate.

Obras publicadas en volumen:

I.—Hogar y Patria. Estudios de casas para obreros. (Oviedo, 1906; prólogo de Rogelio Jove y Bravo).

II.—Ciencia vulgar. (Oviedo, 1914).

III.—La Iglesia de San Miguel de Lillo. (Oviedo, 1917; prólogo de Bernardo Acevedo y Huelves).

IV.—El libro de Caravia. (Oviedo, 1919).

V.—Del folklore asturiano. (Oviedo, 1921; conferencia).

VI.—Dialectos jergales asturianos: La xiriga y el bron. (Oviedo, 1921).

VIL.—Del folklore asturiano: Mitos, supersticiones, costumbres(Madrid, 1922; prólogo de Ramón Menéndez Pidal; obra declarada de mérito relevante por la Academia de la Lengua).

VIII.—Vocabulario de la tixileira. Dialecto jergal ‘asturiano(Oviedo, 1924).

IX.—Esfoyaza de cantares asturianos, recogidos de boca del pueblo. (Oviedo, 1924).

X.—Cuentos asturianos recogidos de la tradición oral. (Madrid, 1925; con notas y un plano folklórico).

XI.—Bellezas asturianas de Oriente a Occidente. (Oviedo, 1928; obra publicada por la Diputación provincial y declarada de mérito relevante por la Academia de la Historia).

XII.—Pequeños anales de quince días. La revolución en Asturias. Octubre, 1934, (Oviedo, 1935, con ilustraciones y planos; obra declarada de mérito relevante por la Academia de la Historia).

XIII.—La pastorina. (Oviedo, 1936; folleto; tres canciones con música de Manuel del Fresno).

Trabajos sin formar volumen:

1.—De Oviedo a Saint Pierre de Corps. (En El Carbayón, Ovie» do, 1905).

2.—Saumur-Vicerzon. (En idem, idem).

3.—París por el día y París por la noche. (En idem, idem).

4.—Cosas transpirenaicas. (En El Correo de Asturias, Oviedo, 1905).

5.—El catedrático y los obreros. (En idem, abril de 1906).

6.—Viajando por el extranjero. (En idem, 1907; cinco artículos sobre la Exposición Internacional de Burdeos).

7.—Pau (En El Carbayón, Oviedo, 1908).

8.—París. (En idem, idem).

9.—De París a Toulouse. (En idem, idem).

10.—La Exposición de Toulouse. (En idem, idem).

11.—Toulouse-Marseille. (En idem, idem).

12.—Apéndice del Vocabulario del bable de Occidente, por B. Acevedo y Huelves y Marcelino Fernández. (Madrid, 1932).