Pintor y arquitecto contemporáneo, nacido en Colunga el 1 de mayo de 1867 en hogar modesto. Adolescente, sin otra preparación que una mediana instrucción primaria, se trasladó a Madrid con el deseo de buscar campo más propicio para la lucha por la vida del que le ofrecía la villa de nacimiento. A estas legítimas ambiciones juntaba una gran apetencia de saber y una inquietud artística mal definida todavía.
“En Madrid – nos dice José María Uncal – tuvo los atisbos de las primeras intuiciones del arte. La visión maravillosa del Museo del Prado, en íntimo contacto espiritual con el recuerdo de los paisajes astures, le hicieron sentir hondamente el creador chispazo de la Belleza. Estando su espíritu en formación, por deseos de conocer otras tierras o de probar fortuna como muchos de sus paisanos, Martínez Otero abandonó Madrid y en Santander sacó pasaje para Cuba. En esta isla continuó su labor artística y se distingue entre los pintores nativos. Celebró exposiciones que merecieron elogios de la prensa y, en 1893, consiguió del Centro Asturiano, de la Habana, una pensión para perfeccionar su arte. Y de nuevo tenemos al artista en Madrid, ya hombre, enfrentado cara a cara con la vida, después de fijar la trayectoria de su ruta”.
Fue entonces Martínez Otero discípulo de la Escuela Superior de Bellas Artes y trabajó además en los estudios de Madrazo, Pla, Domínguez y Ferrant. Ya bien dominada la técnica pictórica se dio a conocer públicamente en una Exposición colectiva celebrada en 1895, a la que concurrieron firmas de extenso renombre. Un año después hizo en Gijón una Exposición personal, con la que conquistó calurosas alabanzas de crítica y público. A la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid en 1899 concurrió con los cuadros Examen de conciencia y sobresaliente, afirmativos de la destreza alcanzada en su arte.
No obstante la alcanzada consideración artística, no acompañó a ésta el éxito económico, como no acompaña casi nunca a artistas y escritores en nuestro país, y agotada la subvención concedida por el Centro Asturiano, Martínez Otero estuvo a merced de vaivenes crematísticos que le obligaron a pesar por momentos de penuria aunque no le impidió esto crear el hogar propio en matrimonio con una señorita madrileña de la que no tuvo sucesión.
El incierto porvenir le obligó a expatriarse a la Argentina, donde residió hasta 1913, sin que le sonriera decididamente la fortuna. Entonces regresó nuevamente a España decidido a fijar aquí la residencia definitiva.
Entonces, al tiempo que de pintor, trabajó como arquitecto, arte en que se había perfeccionado en Buenos Aires y parece que la nueva modalidad artística fue la que resolvió su problema económico en los últimos años de su vida.
En el año 1906 concurrió a la Exposición de arte celebrada en Gijón con el cuadro “La oración de las doce, con el que alcanzó un primer premio. Al primero de los Salones de Otoño, de Madrid, (1920), envió dos cuadros al óleo: Retrato de señora y Edad feliz.