Compositor musical y escritor contemporáneo, especializado en musicografía popular y en temas literarios folklóricos. Hermano del reseñado anteriormente y de los dos que le siguen a continuación.
Nació Eduardo M. Torner en Oviedo el 8 de abril de 1888, en acomodado hogar de industriales.
Hecha la instrucción elemental, había que emprender una carrera pura la que, con escasa afición a los libros de texto, se dispuso a estudiar el bachillerato en el Instituto de segunda enseñanza de la ciudad de nacimiento. Estaba próximo a la terminación de esos estudios cuando despertó en él la vocación más íntima y que llenaba todas sus ansiedades: la Música. Con su hermano Fernando aprendió solfeo y, cada vez más robustecida su afición musical, abandonó las aulas del instituto en 1904 para estudiar piano con el reputado profesor y concertista ovetense saturnino del Fresno. La desgana de estudiar se trocó en una aptitud y una aplicación extraordinarias. A los tres años se examina en el Conservatorio Nacional, de Madrid, de cinco cursos como estudiante libre y alcanza la calificación de sobresaliente en todas las asignaturas. Después, también por libre, estudia año a año Ios tres que le restan y obtiene en los respectivos exámenes la misma calificación. Así, concluye la carrera de piano brillantemente en 1910.
Su honda vocación musical deriva por entonces a una modalidad que habría de ser sustentáculo de su reputación: la música popular. Llevado de esta inclinación, recorre la provincia de Asturias a la busca de materiales para componer un cancionero.
Advertido de la conveniencia de ampliar sus estudios para sentirse con la máxima autoridad en sus trabajos, en setiembre de 1912 se traslada a París e ingresa como alumno de la Schola Cantorum,en la que estudia Armonía y Composición, distinguidos por el profesorado como uno de los discípulos de mayor capacidad. A la vez que estudiaba, desarrolló algunas actuaciones como concertista de piano, siempre con aplauso, solo o acompañado de otros artistas en la sala Pleyel, y París Noir y otros lugares, durante los años 1913 y 1914.
Al estallar en este último la Guerra Europea, quedan interrumpidos sus estudios con dos cursos en los que había alcanzado las más altas calificaciones. La esperanza de que pudiera normalizarse pronto la vida de Francia, tan brusca e inesperadamente trastornada, le decidió a esperar. Por otra parte, ese deseo de permanecer en Francia e inflamado por la exaltación colectiva provocada por el atropello a cañonazos de la civilización, le movió a alistarse en compañía de su hermano Florentino (se pasó para los Estados Unidos a ampliar estudios de Pedagogía) y otros artistas y escritores españoles para la defensa de París. Pero este rasgo generoso y romántico tropezó en seguida con el inconveniente de la falta de recursos y medios de vida. Incobrables en los Bancos las pensiones enviadas por la familia, consiguieron que se anularan sus nombres en las listas de reclutamiento y aprovechó el último tren dispuesto para la repatriación de españoles, anunciado por la Embajada de España el 25 de agosto, y los dos hermanos Martínez Torner pudieron regresar a Oviedo, no sin dejar en la fonda parisina los equipajes como garantía de lo adeudado.
A comienzos de 1915 Eduardo M. Torner pretendió regresar a París, deseoso de continuar sus estudios en la Schola Cantorum. Pero el director de ella, Vincent d’Indy, que sentía por él una gran estimación, le contestó que la Escuela estaba desorganizada, y le recomendaba que continuara y concluyera el cancionero asturiano, difiriendo el regreso a París hasta después de concluida la guerra.
Aceptada esa sugerencia, Torner reanuda sus viajes por Asturias de pueblo en pueblo a la busca de nuevos motivos de música popular conservados por la tradición, de lo que habría de ser espléndido fruto el Cancionero musical de la lírica popular asturiana, publicado algunos años después.
Antes, fueron sirviendo de cimientos a su ya definida personalidad intelectual algunas conferencias sobre temas folklóricos con ilustraciones musicales propias y corales ajenas. Sus primeras actuaciones en tal sentido tuvieron desarrollo en la propia ciudad natal: un concierto de música asturiana vocal e instrumental (número I) en el Teatro Campoamor y dos conferencias en la Universidad sobre Carácter e importancia, de la música regional asturiana. El extraordinario éxito alcanzado en esas públicas demostraciones como investigador, artista y escritor, dejó fijada la fecha de 1915 como el punto de partida de su fama. Sobre nuevos motivos del mismo tema dio en ese mismo año conferencias en el Ateneo obrero de Gijón, y en el Centro Asturiano, de Madrid, estas últimas en el mes de mayo, con ilustraciones interpretadas por él mismo al piano y vocalmente por los cantantes asturianos María Argüelles y José Menéndez Carreño (Cuchichi). A requerimiento del Ateneo de Sevilla, dió también otra conferencia en esa ciudad sobre música popular en 1916.
En diciembre de este mismo año fue incorporado al plantel de investigadores del centro de Estudios Históricos, en el que desde entonces viene trabajando como colaborador del director, don Ramón Menéndez Pidal, en el acopio, reconstrucción y estudio del folklore musical español para una edición gigante del Romancero popular.
Está labor, silenciosa y sin aparente lucimiento, le ha obligado a efectuar numerosas excursiones por España, pensionado por la junta para Ampliación de Estudios a propuesta del mencionado centro, con recorridos palmo a palmo de buena parte de las provincias al objeto de recoger y transcribir de testimonios vivos, de gente anciana perdida en los más apartados rincones, restos de antigua música popular que las más de las veces precisan de una reconstrucción casi total. Esos conocimientos, en gran medida exclusivos, le han permitido afirmar sólidamente su personalidad en nuevas actividades de conferenciante y también como escritor, con renombre creciente en los círculos intelectuales de Madrid, donde reside habitualmente en hogar propio después de su matrimonio en Oviedo, en 1919 con doña Jovita Cué Lauda.
En noviembre de 1924, con viajes de ida y vuelta costeados por la Diputación provincial de Oviedo, emprendió una excursión por América con la finalidad de difundir los valores de la música popular asturiana. Le acompañaban como cantantes intérpretes el citado Menéndez Carreño y su hija Faustina. La excursión que se limitó a Cuba y Méjico, fue una cadena ininterrumpida de éxitos. Tres meses en Cuba. Patrocinado en la Habana por el Centro Asturiano, dio varias conferencias en el desaparecido Teatro Campoamor que despertaron desbordante entusiasmo, sobre todo, en la colonia asturiana, y merecieron encendidos elogios de la crítica. Después de un recorrido por la isla con actuaciones en las poblaciones más importantes, se trasladó a Méjico en febrero del año siguiente. El mismo éxito le acompañó en esta República, patrocinadas tres conferencias en el Teatro Arbeu de la Capital y otras en varias poblaciones de interior por diferentes entidades. Detenido al regreso de la excursión nuevamente en Cuba, donde desarrolló otras actuaciones, emprendió la vuelta a España, en junio de 1925. Las repercusiones en la prensa asturiana de sus triunfos en Cuba y Méjico dieron nuevos bríos al crecimiento de su personalidad.
En 1928, la Academia de Bellas Artes de San Fernando le requiere para hacer un estudio completo del célebre músico, compositor y bibliófico español Francisco Asenjo Barbieri con un catálogo metódico de la gran cantidad de manuscritos que se conservan suyos en la Biblioteca Nacional. Tras ímproba tarea de investigación, ordenación, redacción, Torner concluye su trabajo, que aun permanece inédito lamentablemente. Un año después recibe el encargo de una comisión de Estudios en Galicia de hacer el cancionero gallego, labor de acopio, interpretación y transcripción que realiza en el transcurso de cuatro veranos, que dedica a recorrer las cuatro provincias gallegas, y labor que también continúa pendiente de impresión.
Algunas veces por culpa ajena, como en los casos mencionados, pero casi siempre por indolencia propia, la labor investigadora desarrollada por Torner, en su parte principal sobre materiales de primera mano y en cantidad e interés enormes, resulta demasiado silenciosa y, por mismo, escasamente aprovechable para la cultura general. Muy de tarde en tarde, algo quebrantada la costumbre en estos tres o cuatro años últimos, se le da a gustar al público una crónica, una conferencia o un libro. Se ha de tratar en todo caso de algo que aporta nuevos valores a la cultura española como el libro Colección de vihuelistas españoles del siglo XVI. Pero los que tenemos conocimiento de cuanto sabe este trabajador intelectual y la inmensa cantidad de noticias que atesora en todos los aspectos del saber popular de todas las épocas, y le conocemos además personalmente, podemos considerarnos con algún derecho a exigirle enmiende a la apatía que le caracteriza.
Su maciza e invariable modestia, más producto de la indolencia que de otras circunstancias personales, nos ha llevado a escribir en otra ocasión: “Es una verdadera pena que esto empedernido perezoso de tan escasas señales de vida, porque Torner es actualmente la máxima autoridad que tenemos en España como historiógrafo del folklore musical”. Y en ocasión anterior decíamos: «Conocido, naturalmente hasta con renombre y crédito en la esfera de trabajadores intelectuales; pero mucho más ilustre y merecedor de fama de lo que pueda parecer. En sus investigaciones y especulaciones especiales no sólo no ha tenido Asturias ninguna personalidad verdaderamente considerable antes de él, sino que tampoco en el resto de España ha florecido otra que alcance su altura. Hoy, entre los entendidos cuando se quiere invocar un nombre de maciza autoridad en musicografía popular de cualquier región española y de cualquier época se pronuncia un sólo nombre, al de Torner, o, cuando menos, se pronuncia el suyo muy en primer término por algo cuando, compositores de fama más extensa que la suya, quieren inspirarse en música perdida para todas las memorias, van infaliblemente a visitar a este eminentísimo benedictino laico en su celda del prestigioso centro de Estudios Históricos, porque saben que la inmensa ilustración y generosidad inmensa de Torner les han de facilitar un laurel para su corona de triunfos, mientras este modestísimo investigador se queda reconstruyendo en el retiro de la celda la lírica que nuestros remotos abuelos cantaban en las fiestas y en los ratos de buen humor en todas las ciudades, villas y aldeas de la Península”.
La labor de investigación requiere en primer término tiempo y paciencia; pero una vez concluída, dejarla dormida despreocupadamente del provecho que pueda aportar a los demás, equivale a restar las consideraciones que éstos habrían de tener para quien les favorece, y este es el caso de Eduardo M. Torner.
Algunos trabajos importantes concluídos, como una riquísima bibliografía de obras didácticas musicales, que, publicada, bastaría para cimentar una gran reputación; otras obras sobre diversas materias, alguna de ellas de originalísima concepción, que se quedan a medio hacer, y proyectos del máximo interés. Pero sin que de todo esto salga al público nada, aplazados de continuo año tras año los propósitos decididos y abandonados de dar a esas obras el prestigio de la letra de imprenta.
La más importante de sus tareas continúa teniendo como laboratorio el centro de Estudios Históricos, en el que ha venido a ser hace pocos años Jefe de la Sección de Folklore y director de la subsección musical del Archivo de la palabra, en él se recogen por medio de discos de gramófono y películas sonoras, canciones y bailes. Fuera del centro, para que haya sido algo más, casi siempre ha sido necesario ir a buscarle allí. A comienzos de 1932 se le requirió por el patronato de Misiones Pedagógicas para organizar un coro de estudiantes, cosa que llevó a cabo con gran acierto y con el cual, formado por unos cincuenta estudiantes de ambos sexos, viene desde entonces recorriendo numerosos pequeños pueblos de España, deleitando a las gentes humildes y olvidadas e infundiéndoles el amor a las canciones populares españolas, que él mismo han compuesto en buena parte. En diciembre de ese mismo año entró a formar parte del profesorado del Conservatorio Nacional de Música y Declamación para ocupar la cátedra de prácticas de Folklore, que viene explicando desde entonces. También le ha incorporado a sus clases la Institución libre de Enseñanza.
Desde 1932 viene ocupando un puesto de vocal en los jurados para fallar en los anuales concursos Nacionales de Música. En 1933 se le nombró vocal de la desaparecida Junta Nacional de Música. En 1935 entró a formar parte del comité ejecutivo del Museo del Pueblo Español.También ha formado parte como profesor en cursillos para habilitación de maestros nacionales.
Entre su producción de estos últimos años figura la música, en colaboración con Guillermo Cases, de las zarzuelas la promesa, letra de Alfredo de la Escosura y Fernando Dicenta, estrenada en el Teatro de la Latina, de Madrid, en 1928, y La maragata letra de Escosura y Mariano López Alarcón, estrenada en el Teatro Fuencarral, también de Madrid, en 1931. Como trabajos de vulgarización más importantes después de un silencio de varios años, cuentan los libros temas folklóricos, metodología del canto y la música y el folklore en la escuela, estos dos últimos dedicados al maestro y escolares. Entre sus disertaciones con los consiguientes ejemplos de canto y música merecen anotarse entre otros éxitos los alcanzados con motivo del Congreso de la Semana del Derecho, en 1932, aplaudido por un auditorio en su mayoría de extranjeros, su colaboración con un cursillo de diez lecciones a las Misiones de Arte patrocinadas por el Centro de Estudios Históricos en 1936, y sobre todo, su aportación al tricentenario de la muerte de Lope de Vega, en el año anterior, con una conferencia acerca de La Música en la época de Lope de Vega pronunciada en el salón de actos de ese centro y después ante el micrófono de Unión-Radio, conferencia que movió en su elogio las plumas más autorizadas.
Ad.S. (Adolfo Salazar) escribió con ese motivo un extenso y en comiástico comentario sobre la labor del conferenciante, del que tomamos lo siguiente: “Figura central de ese departamento (Sección de Folklore del Centro de Estudios Históricos) indispensable en él, y merecedora de la más rendida gratitud por una labor inmensa y desinteresada, es Eduardo M. Torner. Desde hace largo tiempo tengo la intención, que lo perentorio de las circunstancias aplaza siempre, de sacar a la luz en estas columnas la prodigiosa cantidad de labor de investigación y de síntesis doctrinal desarrollada en veinte años, o más quizá, por Torner y algunos de sus más destacados colaboradores, como Jesús Bal y Castro Escudero. Principalmente en materia de folklore, que antes que él y en las tierras de habla castellana estaba desperdigada en estudios de alto valor, pero inconexos, sin selección y sin base teórica. Su rebusca sobre las costumbres musicales de otro tiempo, expuestas en nuestra vieja literatura, supone una no menor capacitación y ánimo paciente. Su recopilación de fuentes bibliográficas, su iniciación a la metodología las líneas directrices que ha trazado a la investigación, la riqueza de datos atesorados en sus ficheros, es, simplemente prodigiosa y su mérito se acrece al saber que, en importante cantidad, las aportaciones son de primera mano”.
Otra modalidad de la producción de Torner es la de discos de gramófono. Este medio ha popularizado en España y América varias canciones a una voz, a dúo y corales, para las que ha compuesto letra y música inspirándose en motivos populares, y entre las que destacan en méritos Fiesta de aldea, poema en seis partes, y Suite llanisca, en tres.
Obras publicas en volumen:
I.- Teatro Campoamor: Concierto de música asturiana vocal e instrumental. (Oviedo, 1915; opúsculo)
II.- Cancionero musical de la lírica popular asturiana. (Madrid, 1920; un tomo en folio con numerosas páginas musicales)
III.- Indicaciones prácticas sobre la notación musical de los romances. (Madrid, s.a.; en un opúsculo con el estudio Romances que deben buscarse en la tradición oral, de doña María Goyril de Menéndez Pidal).
IV.- Colección de vihuelistas españoles del siglo XVI. Estudio y transcripción de las ediciones originales. I, Narváez: El Delfín de Música. 1538. (Madrid, 1923; dos cuadernos en folio; edición del Centro de Estudios Históricos).
V.- Cuarentena canciones españolas armonizadas. (Madrid, 1924; edición de Publicaciones de la Residencia de Estudiantes)
VI.- Cancionero musical: Selección y armonización (Madrid, 1928; volumen III de la Biblioteca Libertaria del Estudiante).
VII.- Temas folklóricos: Música y poesía. (Madrid, 1935; un tomo en 4º con ilustraciones musicales)
VIII.- Metodología del canto y la música. (Madrid, 1935; folleto en 4º con ejemplos musicales en la colección de Cuadernos de Cultura de la Revista de Pedagogía).
IX.- La escuela activa: El folklore en la escuela. (Madrid, 1936).
Trabajos sin formar volumen:
1.- Del folklore español: persistencia de antiguos temas poéticos y musicales. (En el Bulletin of Spanish studies, Liverpool, marzo y junio de 1924)
2.- Ensayo de clasificación de las melodías de romance. (En el tomo II de la obra Homenaje ofrecido a Menéndez Pidal: Miscelánea de estudios lingüísticos, literarios e históricos, Madrid, 1925).
3.- Elementos populares en las poesías de Góngora. (En la Revista de Filología Española, Madrid, octubre-diciembre de 1927; tomo XIV).
4.- La canción tradicional española. (En el tomo II de la obra folklore y costumbres de España, Barcelona, 1931; páginas 1 a 166)
Referencias biográficas:
Anónimo (Alfonso Camín) – La música asturiana: Palabras de Torner. (En la Revista Norte, Madrid, agosto de 1930).
M.L.C. – Laborando por Asturias: Una obra magistral. (En El Correo de Asturias, Oviedo, agosto de 1918).
Suárez – Españolito (Constantino) – Glorias de Asturias: Los éxitos de Eduardo M. Torner. (En La Prensa, Gijón, 17 de mayo de 1932).
Idem.- Vindicaciones: Torner o la abulia. (En ídem, 15 de mayo de 1935).