ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

MENENDEZ DE LUARCA Y QUEIPO DE LLANO (Rafael Tomás).

Hermano del reseñado anteriormente y de la familia de todos los aquí catalogados con sus dos primeros apellidos. Ha de advertirse que el nombre de Tomás se lo aplicó él mismo, sin que se sepa por qué, pues fué bautizado con los de Rafael, Matías, Clemente y Antonio.

Llegó a la dignidad episcopal como tercer obispo de Santander, diócesis que regentó por espacio de más de treinta años (1784-1819). A este accidentado período de su vida corresponden sus actividades de escritor, de las que dijo Menéndez y Pelayo en Historia de los heterodoxos: “ fué digno de buena memoria en todo, menos en sus escritos”. Su minucioso biógrafo y pariente, Dionisio Menéndez de Luarca y Argüelles Quiñones, no ha podido menos de reconocerlo así en el prólogo de su estudio, aunque pretenda disculparle de algún modo: “mal escribía —dice— el obispo de Santander, ¿a qué ocultarlo?. Pero en su tiempo nadie por lo general escribía bien, siquiera deba confesar, que con el claro talento y profundo saber del señor Menéndez corren parejas su resabido estilo y su mal gusto literario, sin perjuicio de la elocuencia que a veces le distingue. Pensaba bien y escribía mal. Eran así aquellos tiempos”.

Nació Rafael Tomás el 22 de noviembre de 1743 en la casa solariega de Setienes, parroquia de Santiago de Arriba, concejo de Luarca y no en el 42 ni en la villa de este nombre, como asegura Fuertes Acebedo. Se supone que estudió primeras letras y Latinidad en Luarca. Después inició la carrera eclesiástica en la Universidad de Oviedo, en la que obtuvo el grado de bachiller en Artes el 9 de junio de 1859 y en Teología el 29 de marzo de 1762. Continuó los estudios de esta última Facultad en Salamanca. Dos años después, el 5 de junio, alcanzaba el grado de licenciado en Teología en la Universidad Pontificia de Ávila.

En Salamanca, como antes en Oviedo, hizo oposiciones a cátedras de Regencia de Artes. En 1765 las hizo a una canonjía en el obispado de Mondoñedo, que no alcanzó. En junio de 1770 ganó por oposición la canonjía con dignidad de magistral del obispado ovetense.

“En oír al pecador arrepentido —informa su biógrafo— visitar al enfermo y socorrer al pobre, pasa el tiempo que no le lleva la misa, la oración y el coro”. Además “busca las necesidades para ponerles remedio, anda en busca de males para curarlos, y adonde no llega el magistral, acude el misionero”. Una de sus mayores enemigas la tenía declarada a las compañías de teatro, y el mismo biógrafo asegura: “es lo cierto que, mientras fué prebendado de nuestra catedral, si alguna compañía de cómicos se presentó en Oviedo, por donde vino, dió  la vuelta sin hacer uso de sus habilidades”.

En febrero de 1784 era designado para ocupar la mitra vacante de Santander, en cuya ciudad hizo su entrada el día 3 de noviembre de ese mismo año.

Fué Menéndez de Luarca uno de los obispos más distinguidos de la diócesis santanderina. En el cumplimiento de sus deberes episcopales no descuidó medio para propagar y defender la fe católica, tomando en ello participación directa como predicador. Movido de ese ardor creó en 1788 con el apoyo de otros elementos eclesiásticos y escolares una especie de cruzada que se denominó Milicia Cristiana, cuyos estatutos se parecen en la rigidez de los preceptos a las reglas de San lgnacio de Loyola. La Milicia Cristiana llegó a ser formidable baluarte del Catolicismo en el obispado.

En 1801 renunció al arzobispado de Méjico. Seguramente tanto como su modestia para rehusar el nombramiento, influyeron otras causas: lo encariñado que estaba con algunos estudios históricos de la diócesis, en colaboración prestada a la Academia de la Historia y el sentirse halagado y querido por todas las clases sociales, reconocidas a sus virtudes.

En el gobierno de la diócesis le vino a encontrar la invasión de 1808, La Junta General de Asturias, ya iniciada la defensa de España contra los franceses, envió a Santander una comisión formada por Victoriano Alonso de la Concha y José Carrandi y Rentenia para promover en esta provincia el levantamiento contra Napoleón. El éxito de los comisionados culminó en la formación de una Junta de Defensa que quedó constituida bajo la presidencia del obispo. El mismo día de la toma de posesión dictó disposiciones a los arciprestes y curas párrocos de la diócesis para que se aprestaran a la defensa contra el invasor.

Se desprendió el obispo de sus riquezas a contribuir al armamento y avituallamiento de un cuerpo de ejército de catorce mil hombres, al frente de los cuales se puso él mismo. Partió con esta fuerza a la busca del enemigo en dirección de Burgos pero derrotada por los franceses hubo de refugiarse, con parte del contingente de movilizados. Pero no llegaron a salir de la provincia santanderina y se quedaron detenidos en Potes a la espera de situación más favorable.

Permanecieron en Potes mientras los franceses se adueñaban de gran parte de la provincia y al abandonarla sin esperar el ataque del ejército salido de Asturias al mando de Llano Ponte, el obispo regresó a Santander, entrando en la ciudad el día 12 de julio. Pero en el mes de noviembre volvió a caer la ciudad en poder de los franceses y pudo huir el obispo con alguna gente de su séquito por mar a Giión y de aquí a Luanco.

En este punto comienza un ciclo de correrías en la vida de Menéndez de Luarca, apenas aludidas por Fuertes Acevedo y otros biógrafos, plagadas de errores y anacronismos las pocas alusiones que hacen.

De Luanco se trasladó el obispo a Luarca, donde permaneció una breve temporada. Reside luego en Ribadeo (Lugo), en Soto de Luiña (Cudillero), nuevamente en Luanco, y en Valdediós (Villaviciosa), siempre a la perspectiva de que Santander quedara libre de invasores pero siempre huido de ellos, sabedor de que Napoleón la había condenado a muerte meses antes.

En mayo de 1809, según refiere Dionisio Menéndez de Luarca, “resolvió embarcar en una fragata montañesa que desde el puerto de Gijón salía con lanas para Inglaterra… sin más ropa que la vestida ni más dinero que catorce duros”. Permaneció en la Gran Bretaña un mes escaso, colmado de atenciones. Pasó luego a Cádiz, donde vivió en el convento de carmelitas descalzos hasta que en el mes de agosto decidió trasladarse a La Coruña. En Murgados vive algunos días con el cura párroco, antiguo familiar suyo; continúa el viaje hasta el convento de franciscanos de Montefaro cerca de El Ferrol; y lo remata en Luarca, donde reside algunos meses en el seno de la familia, dedicado a sus estudios favoritos.

Nuevos acontecimientos adversos le obligan en marzo de 1810 a retroceder a Galicia, donde continúa la serie de frecuentes cambios de residencia, no muy bien ya de energías físicas, con sesenta y siete años de edad. Durante este tiempo se ocupa preferentemente en el ejercicio de misiones episcopales y en el estudio y publicación de trabajos literarios de carácter religioso y otros de censura y protesta sobre la labor legislativa de las cortes reunidas en Cádiz.

En marzo de 1813 es elegido por Asturias diputado en las primeras cortes ordinarias de Cádiz. Como el obispo “pasaba por antiliberal entre los antiliberales”, el jefe político de Asturias, don Manuel María de Acevedo, al comunicarle el nombramiento se creyó en el caso de advertirle algo a manera de consejo, y le decía: “Me hago cargo de las delicadísimas circunstancias en que V. l. tiene que desempeñar sus augustas funciones, en las que un falso paso, una medida imprudente o un celo acalorado puede precipitar a la nación en un abismo insondable de males; pero también estoy persuadido que el amor a la patria y prudencia que caracterizan a V. I. sabrán pesarlas y obrar sólo por su bien y sin otro impulso que el deseo de la pública felicidad”. A lo que el obispo contestó con un escrito que comenzaba así: “Con el eructo de consumada prudencia, ilustrador oficio de V. S. fecho a 6 del corriente, recibo el poder”; y añadía: “haré con el expresado poder el uso que estimare más conforme a la ley de Cristo; distante de seguir los falsos, falsísimos pasos de felicidad y medidas más que infames con que españoles apóstatas, traidores de primera y toda clase… van precipitando la nación en un abismo de males”.

Esta respuesta y otros escritos públicos contra la legislación liberal de las Cortes de Cádiz predispusieron contra él a las propias Cortes y a la Regencia. Como por su parte no estaba dispuesto al acatamiento de la constitución y leyes complementarias, titubeó entre volver a su obispado, donde podría aguardarle, como a otros, la cárcel o el destierro, o huir a lugar seguro. “Yo me marcho —decía en una carta al sobrino Matías— me destierro a mí mismo a Portugal, previendo, o teniendo como seguridad de que me enviarán a Ceuta o por allí, si me pillan”.

En el mes de agosto de 1813 embarca en Foz (Lugo) en un pequeño navío y después de una travesía abundante en peripecias llega a La Guardia (Pontevedra). Atraviesa de noche el Miño, burlando la Vigilancia fronteriza, y llega a Camiña (Portugal). También aquí muda de residencia y en Oporto enferma de cuidado a fines de octubre.

Permaneció en Portugal hasta el regreso a España de Fernando VII por real orden del 25 de mayo de 1814 fué repuesto en su diócesis. Fué más tarde propuesto para ocupar la archidiócesis de Sevilla, alta dignidad a la que renunció.

El 12 de setiembre de 1814 entró en la ciudad de Santander, la cual acogió con general e inusitado júbilo a su obispo, tanto tiempo peregrino en el destierro. Su quebrantada salud, al punto de obligarle en los inviernos a vivir recluído y frecuentemente encamado, no le impidió ejercer los oficios de su ministerio pastoral ni a disminuir el trabajo de su fecunda pluma, si bien el estilo, siempre barroco, se volvió, como dice Menéndez y Pelayo, más enrevesado y confuso con los años, al punto de resultar sus escritos en buena parte verdaderos galimatías.

A la edad de setenta y seis años, el 19 de junio de 1819 (y no el 20 como apunta Fuertes Acevedo), dejó de existir Rafael Menéndez de Luarca, tercer obispo de Santander; su cadáver fué inhumado en la catedral, entre el altar mayor y el coro.

De sus primeros y numerosos escritos impresos y de otros inéditos recogió buena parte en la obra número II, por lo que renunciamos a reseñarlos separadamente.

Obras publicadas en volumen:

I.—Catecismo napoleónico. (Santander, 1816; prontuario el puesto en preguntas y respuestas sobre la conducta a observar con el invasor de España).

II-—Viva Jesús. Opúsculos christiano-patrios que el obispo Santander… escribía antes y después de exasperarse los trastornos en que al presente (año de 1811) se hallan las Españas. (Coruña y Santiago de Compostela, 1812; cuatro tomos en cuarto, se abarcan sus escritos desde 1799 a 1811; obra impresa durante su destierro voluntario).

III.—El recíproco sin y con de Dios y de los hombres, buscando do por medio de elogios al mismo Dios con la luz de la fe y la razón entre atheas tinieblas, mentidas luces philosophicas, esparcidas en las que el Christianismo cuenta siglo XVIII y XIX… Poema en difusos cantos o tratados en décimas y octavas rimas. (Santander, 1814, Publicados solamente tres de esos difusos cantos en dos volúmenes, los diez cantos anunciados en siete tomos).

IV.—Remedio fumigatorio, ígneo, fulminante, extremo (extremo de la ordenada caridad) que el obispo de Santander… procuraba a los que puedan hallarse por su obispado y (en confianza de la eléctrica, cristiana fraternidad difundida por todos los otros obispados de reino) a los que hay en España enfermos, pestíferos, moribundos, victimas de la infernal Phisolophía volteri-napoleonica,

Obras inéditas:

—Relación de la fundación de la Iglesia de Santander, y sucesos más memorables de ella con noticias de sus abades. (MS. de 1788, en la Academia de la Historia).

—Catálogo ilustrado con notas de su biblioteca. (MS).

Referencias biográficas:

Anónimo.—Un bosquejo biográfico. (En El Correo de Cantabria, Santander, 18 de diciembre de 1888; reproducido por El Carbayón, Oviedo, 24 de diciembre del mismo año).

Fuertes Acevedo (Máximo).—Un bosquejo biográfico. (En la obra manuscrita Biblioteca de escritores asturianos, 1867, en la Biblioteca Nacional, de Madrid).

Ídem.—Una semblanza. (En El Ramillete, Santander, 1 de mayo de 1871).

Ídem.—Unos apuntes bibliográficos. (En la obra Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la literatura en Asturias, Badajoz, 1885).

Ídem.—Los asturianos de ayer: Don Rafael Tomas Menéndez de Luarca. (En El Carbayón, Oviedo, 13 de noviembre de 1886).

Menéndez de Luarca (Dionisio).— Biografía del Excmo. e Ilmo. Señor don Rafael Tomás Menéndez de Luarca y Queipo de Llano, tercer obispo de Santander. (Oviedo, 1891 un tomo en 4º).

Pamplona (Padre).—El obispo perfecto. Oración fúnebres. (Santander, 1819).

Río y Sáinz (José Antonio del).— Algunas referencias. (En la por La provincia de Santander considerada en todos sus aspectos, Santander, 1875).

Varios.— Comunicado. (En El Católico, Santander, enero de 1845; “Escrito firmado por varios capitulares de esa catedral).