ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

MON Y MENENDEZ (Alejandro)

Destacado político del siglo XIX. Fué el organizador, casi podríamos decir el fundador, de la Hacienda española. Un hacendista gran autoridad en su tiempo, Manuel Pedregal y Cañedo, le enjuiciaba su fallecimiento de la siguiente forma: “El ramo de Administración pública en que dejó profunda huella el señor Mon, es indudablemente el de Hacienda. Se propuso realizar los grandes designios de las Cortes de Cádiz, imitando en esto al insigne don José Canga Arguelles, menos estimado acaso de lo que en justicia se le debe; y en verdad que mostró don Alejandro Mon dotes de carácter, que le recomiendan al aprecio la posteridad”; más adelante explica las circunstancias en que desarrolló Mon sus planes hacendísticos: “Terminada la guerra civil — dice—, y asegurado el Partido Moderado en las altas regiones del Poder sentíase la necesidad apremiante de dotar el Presupuesto con recursos permanentes. La justicia reclamaba que, en primer término, se grava la propiedad territorial. Con la supresión del diezmo, quedaba libre ; una carga pesadísima, y estimaba don Alejandro Mon que podría satisfacer a la nación, por inmuebles, cultivo y ganadería, 300.000.000” (millones de reales, se ha de entender), y cita otras importantes medidas implantadas por Mon como ministro de Hacienda en 1845: la contribución directa de la industria y el comercio y la unificación de los diversos impuestos sobre consumos. .

Alejandro Mon nació en Oviedo el 26 de febrero de 1801, hijo de don Miguel de Mon y Miranda y de doña Francisca Menéndez de la Torre, matrimonio que desenvolvía su vida en buena posición económica. Cursó los estudios de la Facultad de Filosofía en la Universidad ovetense y luego los de la Facultad de Jurisprudencia hasta doctorarse en Derecho civil y canónico.

A la vez que como estudiante destacó por sus actuaciones en a círculos literarios y políticos de Oviedo. Nacido a la política dentro de ideario liberal —que abandonó luego por el conservador—, se distinguió entre los que apoyaron en febrero de 1820 el movimiento revolucionario iniciado por Rafael del Riego en tierra sevillana. Puso sus más generosos afanes en la restauración del régimen constitucional en en Asturias y formó parte del célebre Batallón de Literarios organizado por la población estudiantil. Cuando volvió en 1823 el sistema absolutista Alejandro Mon se encontró con otros muchos estudiantes sometidos a proceso, viéndose precisado a huir y esconderse para librarse de la sentencia de pena de muerte dictada por la Audiencia de Oviedo.

Su carrera política propiamente dicha comienza a la muerte A Fernando VII. Residente en Madrid, encontró el apoyo de su hermano político Pedro José Pidal y, sobre todo, el del conde de Toreno (José María Queipo de Llano), bajo cuya protección al tiempo que se orientaba políticamente hacia el campo moderado, desempeñó cargos públicos alguna importancia en Madrid y en Granada.

Muy pronto fué diputado, representación que ostentó a lo largo su vida con pequeñas interrupciones, primero en el Congreso de los Diputados y después en el Senado. Sus comienzos parlamentarios fuera felices. Poco después de abierta la legislatura se le confió una de a vicepresidencias del Congreso, y en 1837, el 16 de diciembre, sus conocimientos financieros y administrativos le llevaron por vez primera vez a regentar el Ministerio de Hacienda, al frente del cual permaneció 1 el 7 de setiembre del año siguiente. Formaba parte del Gabinete presidido por el conde de Ofalia, que se encontró con el Tesoro agobiado por deudas que ascendían a unos quinientos millones de reales, por cuya cantidad intentó Mon concertar un empréstito, que no pudo llevarse a efecto por la oposición que hicieron en las Cortes los progresistas y otros grupos de la Cámara, lo cual fué uno de los motivos principales para la dimisión del Gobierno.

Al quedar constituido el 3 de mayo de 1844 el Gobierno presidido por el general Ramón María Narváez, Alejandro Mon pasó a regentar nuevamente el Ministerio de Hacienda e interinamente el de Estado. Como era de esperar, encontró el Tesoro en condiciones mucho peores que la vez anterior, con una deuda que ascendía a mil millones de reales. Después de varias medidas urgentes trazó un extenso plan de organización de tributaciones con arreglo a las teorías y normas sustentadas entonces por los técnicos hacendísticos más autorizados y ya ensayadas o implantadas en buena parte en otros países. Tales medidas consiguieron regularizar y acrecentar los ingresos de la Hacienda pública, asegurándole un desenvolvimiento floreciente.

Motivos ajenos a la política económica desarrollada por Mon, que pudiera considerarse la más importante labor del Gobierno de Narváez, fueron causa de la dimisión del Gabinete, sustituido el 12 de febrero de 1846.

Como premio a la labor desarrollada por Mon en el Ministerio le fué concedida, libre de pruebas y gastos, la Gran. Cruz de la Orden de Carlos III. En el mismo año, al formarse el Gobierno presidido por Francisco Javier Istúriz, el 4 de abril, volvió a ocupar la cartera de Hacienda, que regentó por espacio de casi un año, hasta la caída de ese gobierno el 28 de enero de 1847.

Sus actividades políticas quedaron entonces reducidas a las parlamentarias, como presidente del Congreso de los Diputados desde ese año al siguiente. Después se le nombró embajador de España en Viena, Esto no llegó a tomar posesión de esta Embajada por haber sido designado por Narváez nuevamente ministro de Hacienda, al constituir gobierno; el 19 de agosto de 1849, por desavenencias con el jefe del Gobierno, renunció a la cartera, remplazandole Bravo Murillo. Esta fué la cuarta y última vez que Mon y Menéndez ocupó dicho ministerio.

Aunque más inclinado a la oratoria que a la literatura para la manifestación pública de sus ideas, escribió especialmente sobre temas hacendísticos y administrativos en diversas publicaciones; entre los periódicos que recogieron con mayor frecuencia sus anos figuran los Madrileños El Faro (1847-48) y La Estrella (1854-57).

En sus desvelos por propulsar el adelanto del país en todos los aspectos no estuvieron nunca ausentes los intereses materiales y morales de Asturias, a los que prestó el más decidido apoyo en toda ocasión; fué además amparo y benefactor de cuantos asturianos salían de la región en busca de campo más propicio al desenvolvimiento de sus facultades. Por lo que a esto último se refiere, escribe Alejandro Salmeán que habiéndole advertido algún amigo que estaba llenando de gente asturiana los destinos públicos de todas las provincias, repuso: “Desengáñense ustedes: Andalucía produce fáciles oradores e inspirados poetas; Cataluña, célebres químicos e ingenieros mecánicos; Valencia, famosos médicos y pintores; Castilla, comerciantes y harineros; pero para la Administración pública no hay mejores aptitudes que las de los asturianos y gallegos; lo tengo bien probado”.

Al instituirse en 1857 la Academia de Ciencias Morales y Politicas, Mon pasó a ella como uno de sus miembros fundadores por designación oficial.

Sus servicios al Estado tomaron por entero nuevo rumbo. En 1857 pasó a Roma como embajador extraordinario ante el Vaticano, con el que estaban rotas las relaciones desde 1851. Desde 1858 al 62 estuvo de embajador en París, donde desarrolló una intensa y eficaz labor diplomática.

Hubo de interrumpirse esta actividad diplomática de Alejandro Mon por su designación para la presidencia de las Cortes, que desempeñó en 1861-62, y también por haber tenido algo después que asumir la jefatura de uno de tantos gobiernos efímeros como se sucedieron a lo largo del siglo XIX.

Volvió posteriormente a representar a España en París como embajador en dos ocasiones: la primera, durante unos meses de 1865 y la segunda desde 1866 hasta la revolución de setiembre del 68. Desde entonces y hasta la restauración monárquica, Alejandro Mon vivió totalmente retirado de la política, dedicado en la ciudad natal a actividad de jurisconsulto y otras ocupaciones provechosas al bienestar colectivo” Como dato curioso, probatorio de su total alejamiento de la vida de Madrid, merece recordarse que siendo académico numerario de la de Bellas Artes, se le dió de baja reglamentariamente en esta Corporación en 1874, a causa de no asistir a las sesiones, pasándosele a la categoría correspondiente.

En 1876 fué electo una vez más diputado a Cortes por el distrito de Oviedo, representación a la que renunció por haber sido nombrado poco después y contra su voluntad, senador vitalicio. Acudió al Senado escasas veces, sólo cuando otros asuntos le llevaban a Madrid, porque su vida continuó ya arraigada a la de Oviedo. Anciano y sin descendencia, consideraba como su familia propia a toda la ciudad. En ella falleció el 1 de noviembre de 1882.

“Fué don Alejandro Mon por espacio de muchos años —dice Salmeán— director de la Sociedad Económica de Amigos del País, de Asturias; del Gremio y Claustro de la Universidad y del Colegio de Abogados (en éste fué decano honorario); perteneció a cuantas Sociedades y Juntas se formaron en Asturias para fomentar los intereses morales y materiales de la provincia, y su nombre, popularísimo en Oviedo, va unido a todos los adelantos y mejoramientos que se llevaron a cabo en estos últimos tiempos”.

Los poderes públicos le ofrecieron en algunas ocasiones títulos nobiliarios, que él se negó siempre a aceptar. Poseyó algunas condecoraciones nacionales y extranjeras; entre las primeras, la del Toisón de Oro; entre las segundas, el Cordón de la Legión de Honor, francesa, y las Grandes Cruces de Pío IX y Leopoldo de Austria.

La ciudad de Oviedo enalteció en vida su nombre poniéndoselo en 1881 a la calle donde Mon había nacido (casa número 20) y donde dejó de existir.

Trabajos sin formar volumen:

Campo Grande (Vizconde de). —Discurso pronunciado en el Centro de Asturianos en honor de don Alejandro Mon. (En la revista Asturias, Madrid, julio de 1892).

Referencias bibliográficas:

Estrada (Francisco de Borja). —Una semblanza. (En el diario El Carbayón, Oviedo, 2 de noviembre de 1882).

Redacción (La).—Una necrología, (En idem, ídem).

Salmeán (A.).—Los asturianos de ayer (En la revista Asturias, “gano del Centro de Asturianos, Madrid, julio de 1892).