ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

NAVA y CAVEDA (Hilario de)

Marino que llegó a la categoría de general inspector del Cuerpo de ingenieros de la Armada, del que fué uno de los principales organizadores.

Nació en Gijón el 14 de enero de 1827. Siguió en el Instituto Asturiano la carrera de Cálculos desde 1838 al 41. Algún tiempo después ingresó en la Escuela de Ingenieros Militares, carrera que dejó para seguir la de Ingenieros navales al crearse este cuerpo en 1848.

Por Real Orden del 25 de noviembre de este año se le nombró alférez de fragata, alumno de la Escuela Especial de Ingenieros de la Armada. Por Real Orden de 5 de diciembre quedó a las inmediatas órdenes del comandante general del Arsenal de la Carraca (Cádiz), mientras se organizaba en el mismo la citada escuela. Debido a la lentitud con que se procedía a su instalación y las circunstancias que retrasaban la apertura, Nava y Caveda fué pensionado un año después para que hiciera los correspondientes estudios en la escuela francesa de ingenieros navales establecida en Lorient, en la que concluyó la carrera en setiembre de 1852. Ascendido a alférez de navío se trasladó en ese mismo año al arsenal de Brest, donde completó sus estudios hasta noviembre del siguiente. Entonces se le destinó al departamento naval de El Ferrol, en el que permaneció por espacio de unos ocho años. Además de las funciones propias de su cargo desempeñó diversas comisiones oficiales que le fueron confiadas en relación con las construcciones de caminos de hierro, puertos y otras.

El 1 de junio de 1861, con la graduación de capitán de navío se le trasladó a Madrid, designado director de ingenieros de la Armada. En el desempeño de esta dirección recibió el ascenso a brigadier con fecha de 15 de enero de 1863. Tuvo a su cargo después destinos tan importantes como la Dirección de Armamentos, Expediciones y Pertrecho, y volvió al desempeño de la Dirección de Ingenieros Navales, hasta la revolución de setiembre de 1868.

Poseía en las materias científicas de su profesión los conocimientos más modernos, al punto de que podía ser comparado con los ingenieros más eminentes de Europa. A él se debieron los planos para la construcción de la famosa fragata Numancia y asesoramientos en otras importantes construcciones. Tales conocimientos y méritos le llevaron a figurar como uno de los miembros más distinguidos en el Consejo de Gobierno de la Marina y en el Centro Técnico y Facultativo de la Armada.

“Por acuerdo del Almirantazgo de 21 de julio de 1896 —dice su hoja de servicios—, se le comisionó para que visitase los arsenales, astilleros y establecimientos marítimo-industriales más importantes de Francia, Inglaterra y cualquier otro país de Europa que juzgase conveniente, a fin de dar cuenta a dicha corporación de todas las reformas e inventos introducidos en las marinas extranjeras que pudieran aplicarse a la del Estado, e informar sobre los elementos necesarios para montar en los arsenales de la Península la construcción de buques de hierro y la fabricación de planchas y pernos de blindaje”.

El 7 de enero de 1870 fué promovido a la más alta categoría dentro del cuerpo a que pertenecía: la de inspector general de ingenieros de la Armada. Días después se le nombró también presidente de la Junta Especial de Construcciones Navales. Entre otros destinos desempeñados por él posteriormente figuran el de secretario general del Ministerio de Marina desde enero de 1875 hasta su dimisión en mayo del año siguiente, y el cargo de ministro militar del Consejo Supremo de la Armada, por designación en 1877.

Después de restaurada la monarquía intervino en política militante en el partido conservador, y representó como diputado a cortes el distrito de la villa natal desde 1879 al 86. No destacó por su elocuencia pero su saber y su rectitud le granjearon el respeto de todos.

A lo largo de su existencia laboriosa, aparte de los escritos de carácter oficial en informes y asesoramientos, dió pública muestra de sus conocimientos científicos en publicaciones especiales, entre ellas los anales de la Sociedad Española de Historia Natural y la Revista de Marina, de Madrid, y en trabajos en volumen, de los que no estamos muy seguros sean los únicos los anotados más abajo. Su saber le abrió las puertas de instituciones y corporaciones científicas y literarias: una de ellas la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de Madrid, le designó académico de número en 1874, pero no llegó a ingresar en la misma ya que, según decía, le faltaba tiempo para escribir el discurso de recepción.

Por alejado y atareado que estuviese nunca Nava y Caveda dejó de estar vinculado al desenvolvimiento de la región natal. Figuró entre los fundadores del Centro de Asturianos en Madrid (1885), de cuya primera junta directiva, presidida por Posada Herrera, formó parte. Y fué uno de los principales promovedores de la idea de erigir en Gijón una estatua a Jovellanos que no alcanzó a ver. En atención a sus méritos y servicios se le concedieron diversas condecoraciones. Estuvo casado con doña Isolina Ortega.

Dejó de existir el 28 de diciembre de 1889.

Obras publicadas en volumen:

I.—Consideraciones sobre la pesca del salmón en España y la legislación especial que debe regir dicha pesca. (Madrid, 1878; trabajo publicado antes en los Anales de la Sociedad Española de Historia Natural).

II.—Noticias sobre el Imperio del Japón. (Madrid, 1881: trabajo publicado antes en la Revista de Marina).

Referencias biográficas:

A. S.—El general Nava y Caveda. Necrología. (En la revista Asturias, Madrid, enero de 1890).

Fernández Duro (Cesáreo).—Elogio del Excmo. señor don Hilario Nava y Caveda. (En el Boletín de la Sociedad Geográfica, Madrid: 1890, tomo XXVII; discurso leído en la sesión necrológica del 8 de abril)

Rui-Díaz y Caravia (Eugenio).—Excmo. señor don Hilario Navia y Caveda. Inspector general de ingenieros navales. (En la revista Asturias, órgano del Centro de Asturianos. Madrid, agosto de 1891).