ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

PALACIO VALDES (Armando).

Uno de los novelistas españoles más universalmente conocidos y admirados. No sólo figura entre “los príncipes de la novela española”, como dice Cejador en Historia de la Lengua y la Literatura, sino que después de fallecido Pérez Galdós, se le ha venido considerando como el Patriarca de las letras españolas contemporáneas.

La fama de Palacio Valdés tuvo sus primeros brotes en el extranjero. El caso no es muy excepcional; en España solemos ser parcos y tardíos en esos reconocimientos. En 1904 expresaba José León Pagano esta idea con las siguientes palabras: “Creo firmemente que su fama, en la Península, es inferior a su obra. Esta no ha sido justamente apreciada más que en el extranjero. En España hay novelistas cuya reputación es mayor, que le son inferiores”.

El que Palacio Valdés haya comenzado a gozar de amplia estimación en el extranjero antes que en su patria, lo razona así Eduardo Gómez de Baquero (El renacimiento de la novela en el siglo XIX): “La razón de esta preferencia está en que tiene mas universalidad, es más lírico, hay más sentimiento en sus obras y más ternura, porque puso más de sí mismo. Como los extremos se tocan, lo lírico, que es lo individual, es lo más universal, Tiene además Palacio Valdés una cualidad no frecuente en los autores españoles: el humorismo”. Muchos años antes (1892), Leopoldo Alas reconocía el mismo fenómeno en Revista literaria: “Aunque en España se leen y aplauden sus novelas, no tiene comparación el grado de estima que ha conquistado entre sus compatriotas, a lo menos, a juzgar por los ecos de la crítica, con el grado a que ha subido en el aprecio del público en otros países, por ejemplo, en los Estados Unidos y en gran parte de la América española”.

Con el tiempo, los españoles hemos acabado por reconocer en Palacio Valdés altos méritos de novelista, novelista al margen de modas y modalidades más o menos duraderas, que siempre contara con lectores que encuentren solaz y emoción en sus libros, Pero desde luego, los ditirambos más encendidos los debe el autora la crítica extranjera; puede servir a manera de ejemplo lo escrito por G. Showerman: “Por su agudeza en la observación, por su instinto de artista en la selección, por su realismo y verdad y su alejamiento sistemático de lo improbable, por su justa mesura en todos y en cada uno de los aspectos literarios, no será mucho decir que ningún novelista español ni extranjero compuso media docena de novelas que aventajen a las seis mejores que han salido de su pluma”.

Nació Armando Palacio Valdés (por otros nombres lleva los de Francisco Bonifacio) en la aldea de Entralgo (Laviana), el 4 de octubre de 1853. Fueron sus padres el abogado ovetense, que por esa época dejó el ejercicio profesional, don Silverio Palacio Carcaba, y doña Eduarda Rodriguez Valdés, de distinguida y rica familia avilesina. A los seis meses de nacido pasó con sus padres a Avilés, donde ellos tenían su verdadero domicilio, y en esta villa transcurrieron los doce primeros años de su vida. Por esta circunstancia, los avilesinos le consideran uno de ellos y él siente por Avilés profunda dilección: “Si algún punto de la tierra me atrae con poderoso imán, es esa villa que guarda mis recuerdos más caros… Cuando de tarde en tarde visitó esa villa, no hay un rincón ni en Rivero, ni en Galiana, ni en la Cámara, ni en el Muelle, que no se alegre de verme ahí; no hay una columna de esos soportales que no diga afablemente: Reclinate, amigo; reclinate sobre nosotros de viejo, como te has reclinado de niño”. En su obra La novela de un novelista, refiere interesantes recuerdos de su infancia en Avilés.

Aquí cursó los estudios de primera enseñanza y de preparación para la segunda. Al cumplir los doce años se trasladó a Oviedo a la casa de su abuelo paterno don Francisco Palacio Alonso, con el propósito de estudiar el bachillerato. En octubre de 1865 comienza estos estudios en el Instituto, en el que obtiene el grado de bachiller en Artes en setiembre de 1870.

En las vacaciones veraniegas del año anterior, pasadas, como todas, en Avilés, tuvo lugar su iniciación de escritor: un artículo publicado en el semanario local El Eco de Avilés en defensa del poeta avilesino Florentino Mesa.

Algunos días después de graduado de bachiller, el 1 de octubre de 1870 se traslada a Madrid para seguir en la Universidad Central la carrera de Leyes, Cursó a la vez los estudios de Derecho y de Administración, de los que se licenció en 1874.

Durante los tres primeros años de sus estudios universitarios —dice Cruz Rueda— “Palacio Valdés estudiaba y apenas se ocupaba de literatura; sólo accidentalmente jugó a ella; la hacía motivo de conversaciones con los camaradas, pero sin pensar en ser su siervo, ni en convertirla en afán de gloria”, Entre esos camaradas figuraban dos que habían venido de Oviedo a Madrid por la misma época que él y con los que le unió siempre fraterna amistad: eran ellos Leopoldo Alas (Clarín) y Tomas Tuero. Las aficiones de Palacio Valdés no eran afines a las suyas; en la confidencia preliminar a sus páginas escogidas nos da cuenta del rumbo de su espíritu por entonces: “En los años de mi adolescencia y en los primeros de mi juventud he creído firmemente que yo había nacido para cultivar las ciencias filosóficas y políticas y para ser un astro esplendoroso dentro de ellas. Llegar a ser un sabio respetado y solemne fué mi única ambición entre los quince y los veinte años”.

Como inclinación profesional sentía la del profesorado. Antes de concluidos los estudios universitarios tuvo ocasión de ejercer de profesor, en sustitución de Carreras y González, en la cátedra de Economía política de la Escuela Mercantil sostenida en el Instituto de San Isidro.

Algún tiempo después, cuando esta vocación había declinado ya, volvió a las funciones de profesor en la Universidad de Oviedo, en la cátedra de Derecho civil, sustituyendo al que era profesor auxiliar de ella, Félix de Aramburu.

El propósito de dedicarse al estudio de materias filosóficas y económicas le llevé a ingresar en el Ateneo un año antes de acabar las carreras emprendidas; allí figuré desde el primer día entre los elementos más activos y de más asidua concurrencia: los que fueron fundadores de la famosa sala de conversaciones conocida por la Cacharreria. Al año de su ingreso se nombró a Palacio Valdés secretario de la Sección de Ciencias Morales y Políticas, bajo la presidencia de José Moreno Nieto.

El medio en que se desenvolvía Palacio Valdés fué torciendo o desviando la que él consideraba su más verdadera vocación. A su espíritu afloraba una inclinación al cultivo de la literatura con intención humorística; recogió las primicias una revista de corta existencia que fundó con Alas y Tuero bajo el título de Rabagás. Después, aparte algunas traducciones del francés, se dedicó a la crítica literaria desde las columnas de la Revista Europea y del diario El Cronista; de la primera publicación tuvo a su cargo el puesto de redactor-jefe, verdadero director, desde 1875 al 78, y en ella conquistó los primeros éxitos literarios en unas interpretaciones críticas y humorísticas de novelistas, oradores y poetas coetáneos, trabajos que años adelante agrupó en el tomo titulado Semblanzas literarias. Entre los éxitos obtenidos por el critico destacan: unos comentarios al libro de Francisco de Paula Canalejas Estudios de filosofía religiosa, en el que descubrió reminiscencias con indicios de plagio de la obra Historia de las ideas religiosas en Alemania, y la sátira a Manuel de la Revilla, que era a la sazón gran oficiante de la crítica literaria. También colaboró en la Revista de Asturias (segunda época), de Oviedo, desde su fundación en 1877, alternando con Clarín en la sección Correo de Madrid. En colaboración con éste publicó el volumen La literatura en 1861, que recoge sus postreras producciones de crítico. Entretanto, en la citada Revista de Asturias fueron apareciendo algunos cuentos suyos: sus primeras obras de creación literaria. Él mismo hace referencia en la citada Confidencia preliminar a esta desviación en sus aficiones: “Después por un juego de la fortuna me vi convertido en novelista, y comprendí que la fortuna tenía razón. Me acaeció lo que a Federico II de Prusia. Creyó haber nacido para músico y literato y resultó un guerrero… Para mi ha sido tan fácil escribir novelas como a un tenedor de libros efectuar sus operaciones aritméticas. ¡Cuán fácil es dejarnos arrastrar por aquello que nos es fácil! Así yo, puesto a escribir novelas, me hallé cautivo de ellas y tan contento como el pez en el agua. El sabio no volvió a sacar la cabeza fuera hasta muchos años después, al publicar los Papeles del Doctor Angélico”.

Desde entonces, y por espacio de muchos años, dejó de escribir para periódicos y revistas, como no fuera para entregarles algún cuento: Los puritanos, inserto en Arte y Letras, de Barcelona, y Seducción, que dio a conocer La España Moderna, de Madrid.

Su primera novela, El señorito Octavio, fué recibida como obra de un ingenio maduro, del que ya se podía decir, como dijo algunos años más tarde Perés, que era “un escritor inclasificable, un realista independiente”; si bien se advierten en él, sobre todo en la primera época, influencias del naturalismo francés que entonces imperaba, también es cierto que presenta cualidades personales, como la del humorismo que rezuman todos sus escritos, de una especialísima peculiaridad que solo encontraremos en otros escritores asturianos: Clarín y Pérez de Ayala, por ejemplo.

La segunda novela, Marta y Maria, “‘avance muy glorioso”, como dice Andrés González Blanco, ya le afirmó en la maestría; figura entre las más leídas y famosas que salieron de su pluma. “El novelista, aún bisoño, —dice el citado autor —entraba con buen pie, no sólo en la literatura patria, sino en la literatura mundial. La posteridad presente, que son los extranjeros, según la frase francesa, la acogió con afecto”. Afecto suficientemente probado con la traducción de la novela a varios idiomas: francés, inglés, ruso, sueco y checo, y abundantes elogios de la crítica en todos ellos.

Así como en la primera novela el autor no se proponía ningún pensamiento trascendental (él mismo lo aseguré en el subtítulo), en la segunda se adentró en problemas de esos que parecen destinados a la eterna discusión de los hombres, La figura de falso misticismo de Maria promovió comentarios desfavorables por parte de algunas personas, lo que movió a Palacio Valdés a declarar al frente de la segunda edición de la novela que nada de ella tiene “otra significación que la que pueda acordarse con la fe cristiana y con las enseñanzas de la Iglesia Católica, a las cuales me glorio de vivir sometido”.

Escribe el citado Cruz Rueda: “Las idas y venidas a Asturias del joven sano que escribía por entonces El idilio de un enfermo, originaron un idilio real que terminé en nupcias: el 4 de octubre de 1883, o sea, al cumplir los treinta años, Palacio Valdés se casó con una jovencita de Gijón, de dieciséis abriles, doña Luisa Maximina Prendes Busto, perteneciente a distinguida familia. Don Armando se dedicó a su amor, a su hogar, a sus novelas”. A partir de ese invierno se echó de menos a Palacio Valdés en cenáculos y tertulias: no obstante haberse quedado viudo con un hijo al año y medio de casado, tal retraimiento no sufrió alteración, Cinco años permaneció viudo el novelista; al cabo de ese tiempo —no el 8 de noviembre de 1899, como anota Cruz Rueda, sino el 9 del mismo mes del año 91, fecha indicada por el novelista en caria al autor de estas apuntaciones—, “contrajo segundas nupcias con una linda gaditana nacida en San Fernando, tierra a la que tanto quiere y donde de cuando en cuando va a pasar unos días, en una casita adornada con jardín de los que en Andalucía son tan característicos, a doña Manuela Vega y Gil no la conoció en su pueblo, como se ha escrito en alguna biografía. Se prendó de su segunda esposa en Madrid, donde vivía con unos tíos suyos. Doña Manolita es una señora de espléndida hermosura, elegante y amabilísima, compañera inseparable de don Armando en sus excursiones y celosa de cuanto al gran hombre se refiere”.

En los veinte años que transcurren desde sus primeros esponsales Palacio Valdés produce lo mejor de su obra, en número de quince volúmenes: algunas novelas cortas, bastantes cuentos, varias novelas extensas y un libro, Aguas fuertes, que junta a bellos cuentos, crónicas de no inferior interés narrativo.

Estimamos lo más meritorio de esa bibliografía (números IX al XXIII) las novelas grandes, todas ellas traducidas a diversos idiomas y acogidas con extraordinaria estimación, Las que principalmente contribuyen a sustentar la fama de Palacio Valdés dentro y fuera de España. son: José, de costumbres marineras; Riverita y Maximina, dos novelas que componen una sola; El cuarto poder, compendio de la vida lugareña, álbum de retratos y caricaturas, que contentó hasta al descontentadizo Emilio Bobadilla (Fray Candil) al punto de asegurar que se trataba de “una novela de las que entran pocas en libra”: La hermana San Sulpicio, una de las novelas españolas más graciosas de todos los tiempos, de la que escribió González Blanco que era “su creación femenina más grandiosa” y que “pocos novelistas españoles han conseguido dejar una figura novelesca tan imperecedera”; La fe y El maestrante, no por muy discutidas mermadas en sus méritos novelísticos; Los majos de Cadiz, la mejor realizada técnicamente, según el mismo autor, cosa que ratifica Astrana Marin cuando la reputa como “una de las novelas modernas más bien trazadas”; La alegría del capitán Ribot, “obra cumbre, prodigio de equilibrio y hermosura serena”, dicho con palabras de Martínez Sierra, y La aldea perdida, que Palacio Valdés pretendió fuera la última de sus novelas y con la que coseché las más cálidas alabanzas dentro y fuera de España. De ella dice el propio autor: “La escribí para mi únicamente, como el hombre que se divierte haciendo solitarios con una baraja, No pude imaginar que pudiera ser gustada más que por algunos Viejos asturianos como yo. Sin embargo, contra todos mis cálculos, fué acogida con extraordinaria benevolencia y es una de las que más se han popularizado. Algunos críticos, con razón o sin ella, la prefieren a todas las otras, Tan cierto es que en literatura nada hay mejor que dar gusto a si mismo para dárselo a los demás”,

Las más de las novelas de Palacio Valdés tienen por escenario la tierra de nacimiento. Dos hay de ambiente andaluz: La hermana San Sulpicio y Los majos de Cádiz, y una valenciana, La alegría del capitán Ribot. En época posterior, siempre con el predominio del medio asturiano, ha buscado escenarios en otras regiones, Granada entre ellas, su espíritu, sin embargo, siempre estuvo saturado de asturianismo; formado espiritualmente en Asturias ha cultivado esta inclinación a través de su vida con frecuentes temporadas veraniegas transcurridas en la aldea de nacimiento o en Avilés y excursiones y estadías breves en diversas comarcas de la provincia.

En época posterior a la que venimos reseñando (1908) comencé a veranear en el pueblecillo de Cap Breton, (las Landas francesas), donde es propietario de una quinta que lleva el nombre de su novela Marta y Maria.

A la publicación de La aldea perdida, Palacio Valdés hizo manifestaciones de que sería su última novela, No sucedió así. Tres años después (1906) daba al publico la titulada Tristan o el pesimismo.

En este mismo año dieron comienzo los reconocimientos y homenajes de alguna importancia, así: su elección de académico de número de la Academia de la Lengua, el 3 de mayo de 1906; Palacio Valdés dejó transcurrir cerca de tres lustros sin tomar posesión de la plaza de académico, lo que llevó a efecto el 12 de diciembre de 1920. Días antes de su elección para la Academia, el 5 de abril de 1906, su figura era exaltada por oradores, poetas y músicos en una fiesta literaria celebrada en el Teatro Campoamor, de Oviedo, a iniciativa de la población universitaria, otra velada literaria en su honor se efectuó por entonces en el Ateneo de Alicante.

Después de Tristan o el pesimismo continuaron apareciendo otras novelas de Palacio Valdés, entre ellas: La hija de Natalia y Santa Rogelia. Mayor interés que éstas, ofrecen otros libros coetáneos de varia índole. Uno de ellos, Papeles del Doctor Angélico, es una colección de memorias y recuerdos de un supuesto Angel Jiménez, que sirve a Palacio Valdés para volver a sus olvidadas aficiones a los temas filosóficos; completa la colección Años de juventud del Doctor Angélico, libro tan aplaudido como el anterior por la crítica literaria.

Hay en ambos libros indicios poco aprehensibles, de autobiografía. En cambio tienen diafanidad de obras autobiográficas las que llevan los títulos de La novela de un novelista y Testamento literario, la primera de las cuales es de una amenidad encantadora. Estas “‘escenas de la infancia y adolescencia”, como el autor las califica en el subtítulo del libro. comenzaron a publicarse, antes de aparecer éste, en la revista madrileña Voluntad,

También de por este tiempo data su vuelta a las colaboraciones periodísticas, aunque no con mucha asiduidad. Su labor principal en este aspecto la señala el libro La guerra injusta (1917), serie de crónicas enviadas a El Imparcial, de Madrid, desde París, donde durante una temporada recogió accidentes y características de la gran contienda europea (1914-18): es libro lleno de simpatía por la causa de Francia.

En 1924 aceptó y desempeñó la Presidencia del Ateneo de Madrid; malos tiempos ciertamente para desarrollar una labor lúcida y fructífera. Renunció, por fin, al cargo y al día siguiente de haber renunciado clausuraba el Ateneo el dictador Primo de Rivera.

En esta última época a que nos venimos refiriendo, Palacio Valdés, que nunca había escrito para el teatro ni para el cinematógrafo, tuvo ocasión de ver en el escenario y en la pantalla algunas de sus obras escenificadas por ajena mano: al teatro y al cine fué Ilevada La hermana San Sulpicio y al cine, José; teatralizada fué también Los majos de Cadiz, De por entonces data la publicación de dos tomos de cuentos seleccionados, uno de Paginas escogidas, con prólogo del propio Palacio Valdés, y una colección de sus mejores libros en el volumen Obras escogidas, de más de dos mil páginas.

“Nuestro Patriarca —escribe Cruz Rueda—, modestamente retirado en su hogar, ha sido buscado con tesón por la fama. Desde los más lejanos países hasta el natal, se le ha rendido toda clase de honores; se codiciaron sus autógrafos y los manuscritos y ediciones primitivas de sus novelas; se bautizaron con su nombre algunas calles, como en Pola de Laviana y Marmolejo, un magnífico teatro en Avilés, un Casino de literatos en Kansas —ciudad de los Estados Unidos con más de doscientos mil habitantes—; se le tituló hijo predilecto de populosas urbes; se honraron con su amistad numerosos literatos extranjeros; se le enviaron diplomas de Miembro de Honor de Corporaciones tan ilustres como la Royal Society of Literature of the United Kingdon y la Société des gens de Lettres de France; se dieron conferencias para ensalzar sus obras; dedicatorias impresas de libros, las tiene desde Gómez Carrillo a Valle-Inclan; para no verse en estatua, hubo de oponerse a ello con toda energía; la Prensa mundial dedicó loas sin tasa a quien sigue considerando “el más grande novelista viviente de España” —The greatest living novelist of Spain, leíamos en un rotativo norteamericano de junio anterior (1924)—; y hasta en Praga se celebraron los setenta años de Palacio Valdés…

EI año 1916, el Gobierno francés hizo a don Armando, Oficial de la Legión de Honor; era en los tiempos de la guerra, cuando no se concedía esa preciada condecoración a ningún hombre civil. En España le otorgaron la Gran Cruz de Alfonso XII, cuando la inauguración del Teatro de Avilés, agosto de 1920.

Hay también calles rotuladas con el nombre del novelista en Oviedo y Avilés, y el Ayuntamiento de esta villa, recogiendo los deseos de Palacio Valdés de que sus cenizas reposaran en el cementerio municipal, le hizo donación del sitio donde pudieran depositarse, Avilés ha sido siempre sensible a cualquier intento de agasajo al maestro, como lo demostré con un banquete en su honor en setiembre de 1918 y la inauguración del teatro que lleva su nombre. Oviedo, por su parte, le hizo hijo adoptivo en 1931, Asimismo bautizó una calle con su nombre, Sevilla (mayo de 1924), escenario de buena parte de La hermana San Sulpicio, otras poblaciones: San Fernando, Cadiz y Jerez de la Frontera, le rindieron homenajes diversos. Entre otros homenajes está el que se le tributó en 1930 en Cap Breton, donde se quiere a don Armando efusivamente. Homenajes, y de los más preciados, pueden considerarse los numerosos estudios a que ha dado ocasión su vida y su obra, entre ellos, los volúmenes de Olmet y Cruz Rueda.

Estas y otras muchas satisfacciones de que ha estado rodeada la vejez de Palacio Valdés, han sido empañadas por algunas amarguras; entre éstas cuentan: la trágica muerte de su hijo Armando en un accidente de motocicleta el 18 de junio de 1922; la rotura de una pierna al bajar de un tranvía en Madrid el 27 de febrero de 1928, que le tuvo largo tiempo imposibilitado hasta conseguir que su admirable resistencia física le permita andar con el simple apoyo de un bastón.

 

Obras publicadas en volumen:

I.—Los oradores del Ateneo, (Madrid, 1878: semblanzas; folleto recogido con los dos siguientes en el volumen Semblanzas literarias).

Il.—Los novelistas españoles. (Madrid, 1878; folleto que con el anterior y el que le sigue ha formado después el volumen Semblanzas literarias).

III.—Nuevo viaje al Parnaso. (Madrid, 1879: crítica: folleto unido a los dos anteriores en el volumen Semblanzas literarias).

IV.—Crótalus hórridus. (Madrid, 1879; novela corta, con otras dos, en el mismo volumen, de Félix de Aramburu y Eduardo Bustillo; publicada antes en la Revista de Asturias, de Oviedo, en ese mismo año; reimpresa en volumen en 1928 en La Novela Mundial, número III)

V.—El señorito Octavio. (Madrid, 1881; novela).

VI.—La literatura en 1881. (Madrid, 1882; obra formada con artículos de crítica suyos y de Leopoldo Alas, Clarin).

VIl.—Marta y Maria. (Barcelona, 1883; novela).

VIII.—El idilio de un enfermo. (Madrid, 1883; idem).

IX.—Aguas fuertes. (Madrid, 1884; crónicas y cuentos. E] titulado Los amores de Clotilde, reproducido en volumen suelto en Barcelona, 1900; Polifemo, reimpreso en el tomo IV de la Biblioteca Literaria del Estudiante, Madrid, 1925: El crimen de la calle de la Perseguida, incluido en la obra Cuentistas asturianos del autor de la presente obra).

X.—José, (Madrid, 1885; novela reimpresa en el número 93 de la colección La Novela Mundial, Madrid, 1927, y en otras publicaciones, y adaptada poco antes al cinematógrafo, 1924),

XI.—Riverita. (Madrid, 1886; novela en dos volúmenes, reimpresa numerosas veces en uno; una de ellas en la colección La Novela de Lujo, con ilustraciones de F. Marco),

XII.—Maximina, (Madrid, 1887; novela en dos volúmenes, continuación de Riverita; reimpresa numerosas veces en un solo volumen, una de ellas en la colección La Novela de Lujo, con ilustraciones de F. Marco)

XIII.—El cuarto poder, (Madrid, 1888; novela en dos volúmenes, reimpresa numerosas veces en uno solo),

XIV.—La hermana San Sulpicio. (Madrid, 1889; novela en dos volúmenes, reimpresa numerosas veces en uno solo y en varias colecciones populares de novelas; adaptada al teatro y al cinematógrafo, 1928),

XV.—La espuma, (Barcelona, 1891; novela en dos volúmenes, reeditada varias veces en uno)

XVI.—La fe. (Madrid, 1892; novela)

XVII.—El maestrante, (Madrid, 1893; idem).

XVIII.—El origen del pensamiento, (Madrid, 1894; idem),

XIX.—Los majos de Cádiz. (Madrid, 1896, novela; adaptada afios adelante al teatro),

XX.—La alegría del capitán Ribot, (Madrid, 1898; novela).

XXI—¡Solo! (Madrid, 1889; novela publicada en 1892 ep la obra de varios autores Novelas y caprichos con el título de Chucho).

XXII.—Seducción. (Madrid, 1900; novela publicada antes en la revista La España Moderna, Madrid, junio de 1889).

XXIII.—La aldea perdida, (Madrid, 1903; novela).

XXIV.—Tistan o el pesimismo. (Madrid, 1906; idem).

XXV.—Papeles del Doctor Angélico. (Madrid, 1911; remembranzas personales y cuentos).

XXVI.—La guerra injusta, (Barcelona, 1917; recopilación de crónicas publicadas en El Imparcial, de Madrid, sobre la guerra europea de 1914-18)

XXVII.—Años de juventud del Doctor Angélico, (Madrid, 1917; apuntes autobiográficos y cuentos: publicado antes en Revista Quincenal, de Barcelona).

XXVIII.—Discurso de ingreso en la Academia de la Lengua. (Madrid, 1920).

XXIX—La novela de un novelista. (Madrid, 1921; recuerdos de niñez y juventud, publicados antes en la revista madrileña Voluntad, parcialmente)

XXX.—El saladero. (Madrid, 1923: novela corta publicada en la colección La Novela Semanal, número 109).

XXXI.— La hija de Natalia. (Madrid, 1924; novela).

XXXII.—Santa Rogelia, (Madrid, 1926; novela),

XXXIII.—Los cármenes de Granada. (Madrid, 1927: idem).

XXXIV.—A cara o cruz. (Madrid, 1929; idem).

XXXV.—Testamento literario, (Madrid, 1929: estudios autobiográficos),

XXXVI.—El gobierno de las mujeres: Ensayo histérico de política femenina, (Madrid, 1931; novela).

XXXVII.—Sinfonia pastoral, (Madrid, 1931; novela),

XXXVIII.—Tiempos felices: Escenas de la época. Esponsalia. (Madrid, 1933)

 

Colecciones de sus obras:

Semblanzas literarias, (Madrid, 1908; volumen formado con los folletos indicados en los números I al III.

Paginas escogidas, (Madrid, 1917; selección de trozos literarios con prólogo del propio autor),

Cuentos escogidos, (Madrid, 1923).

El pájaro en la nieve y otros cuentos. (Madrid, 1924).

Obras escogidas, (Madrid, 1933; comprende las principales obras del autor, en un volumen en cuarto de más de dos mil páginas, con prólogo de Luis Astrana Marín)

 

Trabajos sin formar volumen:

1.—Estética del carácter. (En la revista La España Moderna, Madrid, junio de 1890, tomo XXI).

2.—Cualidades de la crítica. (En la revista Sagitario, Madrid, 1907).

 

Referencias biográficas :

Ambruzzi (L.)—Il patriarca del romanzo spagnolo moderno.(En la revista Convivium.Torino, 1930).

Anónimo. — Una semblanza.(En Heraldo de Madrid.marzo de 1891)

Idem.—Homenaje a Armando Palacio Valdés y José Francos Rodríguez.(Cádiz 1934;opúsculo publicado por la Sociedad Artística Gaditana)

Antón del Olmet (Luís) y García Bernal (J. de) —Los grandes españoles: Palacio Valdés.(Madrid,1919 un tomo en octavo)

Astrana Marín (Luís) — Glorias asturianas:Armando Palacio Valdés.(En la revista Norte,Madrid,marzo de 1930)

Idem.—Prólogo a obras escogidas de Armando Palacio Valdés.( Santander, 1933)

Baxter (Silvestre).—A Great Modern Spaniard. (En Atlantic Monthly 1900)

Idem.—Prólogo a la traducción inglesa de La alegría del capitán Ribot.

Bordes(L.)—Armando Palacio Valdés.íEn el Bullotin Hispan!que.189^

Caballero AudaztEÍ~)-Una entrevista.(En la obra Lo que sé’ por mí, Madrid,s.a.,tomo I)

Camín (Alfonso)—Una entrevista.(En el libro Hombres de España Madrid,a.s.,1923)

Carahias (Josefina ).—Glorias asturianas: Los ochenta años de Palacio Valdés. («Norte» Madrid, enero en el 1933).

Casares (Julio).— Un estudio. (En el libro Crítica efímera t. II. Madrid, 1919).

Castro (Cristóbal de).—Palacio Valdés o la pulcritud. (» Norte» , Madrid, junio en el 1930).

Cejador (Julio).—Un estudio. (En Historia de la Lengua y la Literatura castellanas» ).

Cruz Rueda (Angel) .—A. P. V.: estudio biográfico. Madrid, 1925 ; un vol. en 8º.

González Blanco (Andrés) .— Historia de la novela en España desde el Romanticismo a nuestros días. (Madrid, 1909. Págs. 511-516, 516-535).

Idem.— Juicio crítico de sus obras. («La Novela Corta», Madrid, 1920).

Idem.— El patriarca de la novela española: Don. .. (“Nuestro tiempo», Madrid, agosto de 1924).

González Blanco (Pedro).—A. P. V. («La Lectura «, Madrid, 1906).

González Ruiz (Nicolás) – Un juicio crítico en el libro «En esta hora: ojeada a los valores literarios», Madrid 1925 ).

Gonzalez Serrano (Urbano).—Un estudio. (En el libro “Siluetas”’, Madrid, 1899).

Guillén (Alberto).—Una semblanza. (En la obra “La linterna de Diogenes”, Madrid, ¿1921?),

Leon Pagano (José).—Una semblanza, (T. II del libro “A través de la España literaria”, Barcelona, s.a. 1904?).

Martinez (Graciano).— Armando Palacio Valdés y “Tristan o el pesimismo”. (En el tomo X de la revista madrileña España y América )

Martinez Olmedilla (Augusto).—Grandes figuras: A. P. V. (“Nuestro Tiempo”, Madrid, octubre de 1904).

Idem.—-El dia de Palacio Valdés, (ABC, Madrid. Un niimero de 1930).

Martinez Sierra (Gregorio).—Palacio Valdés. (“La Lectura”, Madrid. 1903: recogido en su libro “Motivos”).

Matheu (José Maria).—Un estudio. (En la revista “Ateneo”, Madrid, febrero de 1906, tomo I).

Palacio Valdés (Armando).—Prólogo a “La hermana San Sulpicio”.

Palacio Valdés (Armando).—Prélogo a “La hermana San Sulnicio”.

Idem.—Prélogo a “La fe’.

Idem.—Confidencia preliminar, (al frente de su “Paginas escogidas”. Madrid, 1917).

Idem.—‘“‘La novela de un novelista” y su segunda parte, «Álbum de un viejo”.

Idem.—‘“Testamento literario”

Pantorba (Bernardino de).—Valores de España: A. P. V. («La Raza”, Buenos Aires. Número del 15-IX-1928).

Perés (Ramén D.).—Un estudio, (En el libro “A dos vientos’. Madrid, 1892).

Picón Febres (Gonzalo).—Un estudio. (En la obra “Revoltillo’. Curacao, 1890).

Rogerio Sanchez (Maria Felisa).—Las mujeres en las novelas de Palacio Valdés. (Madrid, 1995; conferencia pronunciada en noviembre del año anterior en la Asociacién de Antiguos Alumnos del Instituto de: San Isidro)

Sellés (Eugenio).—Contestación al “Discurso” de ingreso de Palacio Valdés en la Academia de la Lengua. (En el mismo volumen que el discurso. Madrid, 1920).

Showerman (G.).—Palacio Valdés. (“Sewance Review”. 1914).

Suarez (Constantino) —Una semblanza. (En la obra “Cuentistas asturianos”. Madrid, 1930).

Varios.—Semblanzas y panegíricos, (“El Carbayón”, Oviedo. Número especial de homenaje: 5-IV-1906).