ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

PEDREGAL Y CANEDO (Manuel)

Una de las personalidades más conspicuas de la política española en las tres últimas décadas del siglo XIX. Reunía vastísima cultura, firmeza inquebrantable de ideales y austeridad y probidad intangibles. Fué un émulo digno de los grandes dirigentes del republicanismo español de su tiempo: Pi y Margall, Salmerón, Castelar. Dejó también estudios importantes y fué como jurisconsulto una de las mayores capacidades de su época.

“Vida ejemplar y sin mancha —dice Bances Conde—, en la cual, todos, altos y bajos, tenemos hermosos ejemplos que imitar”. Fué siempre lema moral de su vida, manos limpias y libres. Y lo desarrolló cumplidamente.

“Entre los asturianos del siglo presente (XIX) —afirma Ruidiaz y Caravia— muy pocos habrá que deban ser denominados insignes con tanta razón como el señor Pedregal y Canedo, y ninguno seguramente que lo sea con mayores merecimiento. Abogado excelente, escritor eximio, estadista notable, político probo e inteligente, hábil polemista, apenas si con todas estas cualidades ha logrado figurar en primera línea entre los hombres públicos del último tercio de este siglo, porque a ello se oponía una exagerada modestia que procuraba oscurecerlo”.

Tiene además el mérito extraordinario de deberse a sí mismo cuanto fué y representó. Su nacimiento tuvo lugar en la villa de Grado, en el hogar de un modesto herrador, don Nicolás Diaz Pedregal. Hijo, como dice Azcárate, “de padres más ricos en virtudes que en recursos”. También recuerdan su modesto origen Bellmunt y Canella y Secades con estas palabras: “Dedicado desde niño al trabajo, formado en cuna honrada y humilde… acostumbrado desde que pudo a conquistar palmo a palmo por el esfuerzo propio el pan del cuerpo y la cultura del espíritu, tuvo primero la estimación y luego el amor de sus conciudadanos”.

Manuel Pedregal Canedo, que no usó el primer apellido paterno, Diaz, es padre de José Manuel Pedregal y Sánchez Calvo y abuelo de Manuel Pedregal Fernández, reseñados más adelante.

El año de su nacimiento se anota equivocadamente en las dos grandes enciclopedias españolas: 1832. Nació el 12 de abril de 1831.

En Grado, la villa natal, hizo sus primeros estudios: enseñanza Primaria, Latinidad y Humanidades y en 1843 se trasladó a Oviedo para seguir una carrera literaria. Cursó en la universidad los estudios de la Facultad de Filosofía, en la que alcanzó el grado de bachiller el 10 de junio de 1848; siguió después los de Leyes en la de Jurisprudencia y fué investido de licenciado en Derecho el 8 del mismo mes de 1856. Al año siguiente abría en Oviedo su bufete de abogado.

Antes de concluir los estudios universitarios colaboró en algunos periódicos democráticos de Oviedo y, sobre todo, como orador y conferenciante. En 1854 fué uno de los más entusiastas fundadores entre estudiantes de la Academia Científica y Literaria, más conocida por Ateneo, y en ella despertó los primeras admiraciones en algunas controversias como orador y polemista de fácil palabra y abundantes recursos. A la conclusión de la carrera de Derecho, en 1856, presidió el comité de un nuevo partido liberal democrático fundado en Oviedo.

Establecido como abogado, con las actividades forenses, en las que alcanzó rápidamente crédito y prestigio, simultaneó sus intervenciones en la política, sin abandonar por ello las disciplinas literarias, que le valieron la admisión como correspondiente de la Academia de la Historia el 26 de enero de 1866.

No sólo sus actividades literarias encontraron eco en los círculos madrileños; también las forenses, con sus frecuentes viajes a Madrid, donde hubo de intervenir ante los Tribunales y las políticas.

En vísperas del movimiento revolucionario de setiembre de 1868, a cuya gestión venía prestando valioso concurso, hizo profesión de fe republicana, que mantuvo siempre firme el resto de su vida. En ese mismo año organizó y presidió el primer comité republicano, fundó el periódico El Constituyente, que estuvo bajo su dirección, y formó parte como vocal de la Junta Revolucionaria provincial. Fué concejal del primer ayuntamiento ovetense constituido después de la revolución triunfante. En las elecciones a diputados provinciales de 1869 salió derrotado; en las de 1871 se le proclamó electo por el distrito de Lena, por anulamiento del acta que daba el puesto a don Salvador Vázquez Faes, pero la Audiencia revocó esa anulación y el cargo fué para dicho señor. En las elecciones de diputados a Cortes de 1872 se presentó candidato por Gijón y salió electo, pero la comisión de actas anuló su triunfo y dió el nombramiento de diputado a Faustino Rodríguez San Pedro, monárquico conservador.

Tales fueron los comienzos de su vida pública, ya casado en Oviedo en 1870 con doña Ascensión Sánchez Calvo, hermana del filósofo don Estanislao.

En 1872 trasladó su residencia a Madrid, dispuesto a continuar desarrollando aquí sus dedicaciones de abogado y de político. Al instaurarse la República en febrero de 1873 se le nombró gobernador civil de La Coruña, puesto que desempeñaba cuando salió electo diputado por Gijón en las Cortes Constituyentes.

Entonces fué cuando verdaderamente comenzó su brillante carrera política, cimentada sobre todo en las actuaciones oratorias en el Congreso de los Diputados. Sin embargo, cuando Pi y Margall, al hacerse cargo del Gobierno dió entrada en él como ministro a Pedregal, aparecieron a la madrugada siguiente por las esquinas de las principales calles madrileñas unos pasquines que decían: ¿Quién es Pedregal?

Nunca se supo de dónde salió esta burleta, pero puede asegurarse que se le ocurrió con toda seguridad a persona que no sabía, efectivamente, quién era Pedregal. Ángel María Segovia trata de razonar el desconocimiento delatado por tal pasquín con estas palabras: “Pedregal no fué nunca de esos hombres que descienden a las tribunas de las plazas y los clubs para propagar sus ideas, para difundir sus doctrinas y para defender y apadrinar sus principios… en cambio, supo en todo tiempo, y desde muy joven, captarse en los Ateneos y Academias las simpatías de los hombres estudiosos, el cariño y la amistad de los hombres de Ciencia”. Argumentos parecidos ha expuesto Azcárate aludiendo a las polémicas del Ateneo ovetense para asegurar: “desde aquel día supieron ya los asturianos quién era Pedregal”.

El mencionado pasquín dió lugar a una ruidosa sesión parlamentaria, de la que salió agigantada la personalidad de Pedregal y Cañedo, pero él renunció al nombramiento de ministro. “Por supuesto que, después de haber renunciado al Ministerio —dice Celleruelo— a consecuencia de aquella sesión escandalosa todos a una, sin excepción que justificase la paternidad de los pasquines, juraban y sostenían que el señor Pedregal era una de las personas más ilustradas, más dignas, más inteligentes y honradas con que contaba el partido republicano”.

Fué en las Cortes uno de los vicepresidentes y hubo de presidir algunas sesiones, acreditándose por su ponderación e imparcialidad. Sin embargo, a causa de no haber concedido la palabra a algunos diputados, se formuló contra él un voto de censura que después fué desechado.

Al constituirse un gobierno presidido por Castelar, fué designado Pedregal ministro de Hacienda, cargo que desempeñó por espacio de unos cuatro meses. Asumió la dirección de ese departamento en uno de los momentos más críticos porque atravesó el Tesoro público en el siglo XIX; sus primeras disposiciones tuvieron el acierto de conquistar la confianza del país, cosa que repercutió muy especialmente en el afianzamiento y subida de los valores cotizados en bolsa. Consiguió normalizar la administración pública pagando los atrasos y dotó al entonces Ministerio de Guerra y Marina con 500 millones. Pero la imperiosa necesidad de arbitrar recursos para conseguir esa regularidad de la Hacienda le obligó a gravar con exceso contribuciones e impuestos, cosa que, como no podía suceder de otro modo, suscitó críticas y protestas creándole una situación insostenible. Los chuscos le designaban ya como ministro de balcones y ventanas y con otras alusiones por el estilo. De todos modos, Pedregal conquistó gran prestigio de hacendista, reconocido hasta por sus adversarios. Esos méritos estaban presididos por su austeridad y desinterés ejemplares, que demostró una vez más no cobrando la cesantía a que tenía derecho como ex-ministro.

Caída la República, Pedregal y Cañedo se aparté bastante de la política activa y dedicó lo mejor de sus actividades al bufete de abogado y a los estudios de carácter jurídico. De su brillantísima actuación en informes y en estrados cita Ruidiaz y Caravia los casos siguientes: “La defensa de algunos periódicos, entre ellos, La Unión y El Progreso; la causa de parricidio formada al escritor Vega Armentero (cuya defensa es una verdadera obra maestra de elocuencia; el litigio ruidoso por el que se pretendió declarar incapacitado al señor don Martin Larios; el pleito promovido por los obligacionistas de la casa de Osuna y de Pastrana sobre reivindicación de unos derechos; el contencioso-administrativo en que defendió los intereses de la universidad ovetense, y muchos otros han contribuido a labrar la reputación de abogado notabilísimo de que, hace ya muchos años, goza en nuestros Tribunales el exministro de la República”.

Su actividad como conferenciante fué extensa en cantidad y de importancia. Las más prestigiosas tribunas de Madrid le tuvieron como tal, entre ellas la del Ateneo, del que fué miembro de los más ilustres y su presidente; la Academia de Jurisprudencia, el Círculo de la Unión Mercantil, el Fomento de las Artes, la Institución Libre de Enseñanza. De esta Institución, formada en torno a la figura de Giner de los Ríos, fué uno de los más entusiastas fundadores en 1876; en ella fué profesor, consiliario, rector de estudios y presidente de la junta de gobierno.

Además de algunas conferencias publicadas en volumen y de otros trabajos y estudios impresos en esta forma, fué considerable su actividad periodística. Perteneció al cuerpo de colaboradores de El Orden, fundado en 1874 y que fué suprimido por el gobierno al ocupar el Trono Alfonso XII: pocos años después (1878-80), de la Revista de Tribunales, con Pi y Margall, Alonso Martínez y otras personalidades.

Colaboró frecuentemente en numerosas publicaciones asturianas, como: La Opinión, de Gijón, y El Carbayón y la Revista de Asturias, de Oviedo; madrileñas: la Ilustración Gallega y Asturiana, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, Revista de España, El Dia y otras.

En 1881 volvió a las actividades políticas como candidato a diputado a Cortes por Oviedo en las elecciones de ese año, pero no fué aprobada su acta hasta 1883, por lo que sólo ostentó esa representación un año. Pero en 1886 volvió a salir triunfante su candidatura y representó en Cortes a Oviedo hasta su fallecimiento.

Le determinó principalmente a volver a las luchas políticas, animado por Azcárate y Figuerola, el deseo de sostener con ellos la lucha en favor de la cuestión, divertidísima entonces, del régimen comercial de libre cambio. Fué por este tiempo jefe político de la minoría llamada Coalicionista. En 1887 se separó políticamente de Castelar, por entender que éste extremaba sus concesiones a la monarquía, y fundó un pequeño grupo republicano de minoría parlamentaria. En 1890 organizó con Azcárate y Labra el partido conocido por Unión Republicana, cuyas primeras actuaciones tuvieron como escenario Asturias.

Todavía vigoroso físicamente y en plenitud de facultades intelectuales, Pedregal y Cañedo fué víctima el 3 de julio de 1896 de un ataque de apoplejía que le dejó paralítico del lado izquierdo y perdida la facultad de hablar. Duró solamente unos días, hasta el 22 del mismo mes, en que dejó de existir.

Grado, la villa natal, se apresuró a glorificar a su hijo ilustre, y poco después del primer aniversario de su muerte, el 2 de agosto del 97 era descubierta en el parque de dicha población una estatua debida al escultor asturiano Cipriano Folgueras.

Obras publicadas en volumen:

I.—Memoria sobre los primeros pobladores de Asturias y su relación con los demás pueblos. (Oviedo, 1868; trabajo reeditado en el tomo I de la obra Asturias, dirigida por O. Bellmunt y Canella y Secades).

Il.—El poder y la libertad en el mundo antiguo. (Madrid, 1878; conferencia en la Institución Libre de Enseñanza).

III.—Estudios sobre el engrandecimiento y la decadencia de España, (Madrid, 1878).

IV.—Unión aduanera entre España y Portugal. (Madrid, 1879; conferencia en el Círculo de la Unión Mercantil, de Madrid; incluida además en el tomo I de conferencias de esa Sociedad, Madrid, 1904).

V.—Campomanes y su tiempo. (Madrid, 1880; conferencia en idem, publicada también en La Revista de España).

VI.—Nociones de Hacienda pública. (Madrid, 1881: folleto).

VII.—La cuestión agraria en Irlanda. (Madrid, 1881: conferencia publicada también en la Revista de España).

VIII.—Concepto de la democracia: Resumen de la discusión sostenida en la Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo, de Madrid, durante el curso de 1881-82. (Madrid, 1882).

IX.—Curso de Historia universal. (Madrid, 1883; explicado en el Ateneo de Madrid).

X.—El feudalismo. (Madrid, 1883; conferencia en el Ateneo de Madrid, pronunciada en el año anterior).

XI.—Materiales para el Derecho municipal consuetudinario. (Madrid, 1885; en colaboración con Costa, Serrano y G. de Linares).

XII.—¿Existe el partido obrero? (Madrid, 1885; trabajo publicado antes en El Día de Madrid).

XIII.—Postrimerías de la casa de Austria en España. (Madrid, 1886; publicado antes en el Boletín de la Institución libre de Enseñanza).

XIV.—Sociedades cooperativas. (Madrid, 1888; publicado años atrás en ocho cartas en La Opinión, Gijón, 1878-79).

XV.—Gobierno local de los Estados Unidos de América. (Madrid, 1891; conferencia en el Ateneo de Madrid).

XVI.—Constitución política de Portugal. (Madrid, 1891; conferencia en el Ateneo de Madrid).

XVII—Estado jurídico y legal de los indios. (Madrid, 1892; conferencia incluida también en el tomo III de la colección El continente americano, Madrid, 1894).

Trabajos sin formar volumen:

1.—Prólogo al compendio de historia civil y constitucional de Inglaterra, de Luis Barthe. (Madrid, 1879).

2.—Un concejo de Asturias en el siglo XV. (En la Ilustración Gallega y Asturiana, Madrid. 1879).

3.—Antiguas ordenanzas del Principado de Asturias. (En idem, 1880)

4.—EI derecho diferencial de bandera. (En la Revista de España, Madrid, 13 de marzo de 1881).

5.—Los modernos presupuestos. (En ídem, 28 de julio de 1881).

6.—Campomanes. (En ídem, 28 de febrero de 1882).

7.-—Ordenanzas municipales de Asturias. (En El Carbayón, Oviedo, 1882 y 1894)

8.—Apuntes sobre el derecho de propiedad, (En el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, Madrid, 1884, números 179 y 180).

9.—Discurso sobre las Antillas españolas y medios de fomentar la producción. (En el tomo I de Actas del Congreso de Geografía Colonial y Mercantil, Madrid, 1884)

10.—Consulta y dictamen sobre apoderamiento y principales hechos de la operación de 1863 y empréstito de 1881 de la casa Osuna Infantado (En la obra de este título de Augusto Comas y Arqués, Madrid, 1885).

11.—Las clases obreras: Su situación en el régimen antiguo y en el moderno. (En el tomo II de La España del siglo XIX, Madrid. 1886, Colección de conferencias pronunciadas en el Ateneo de Madrid).

12.—Don Álvaro Flórez Estrada: La organización industrial y mercantil de la España antigua (En ídem, tomo III).

13.—Fijar concretamente los límites que deberían señalarse en la libertad individual en la contratación civil. (En la obra Congreso Jurídico Español, Madrid, 1887; ponencia).

14.—Prólogo a la colección histórico-diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, de Ciriaco Miguel Vigil. (Oviedo, 1889).

15.—Resumen crítico de texto y comentarios del código civil Español, por la redacción de la Revista de Derecho Internacional. (Madrid, 1899).

16.—El matrimonio y el divorcio en el derecho internacional privado,.(En la obra Congreso Jurídico Hispano-Americano, Madrid, 1893: memoria).

17.—Asturias: Derecho de familia. (En el tomo II de la obra dirigida por Joaquín Costa, derecho consuetudinario).

18.—Asturias: Derecho municipal, (En idem, idem).

Referencias biográficas

Anónimo.—Siluetas a vuela pluma: Excmo. Sr. D. Manuel Pedregal y Caredo. (En El Carbayón, Oviedo, 23 de setiembre de 1890).

Ídem.—Una necrología. (En ídem, 24 de julio de 1896).

Ídem.—Unos apuntes necrológicos. (En el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, Madrid, 1890, número 438).

Ídem.—La estatua de Pedregal. (En El Carbayón, Oviedo, 3 de setiembre de 1897).

Arenal (Gervasio).—Monumento a Pedregal. (En La Publicidad, Barcelona, 1896).

Bances (Juan).—Una necrología, (En El Carbayón, Oviedo, 30 de julio de 1896).

Bellmunt (O.) y Canella y Secades (F.).— Nuestros colaboradores. (En el tomo I de la obra Asturias, Gijón, 1894, dirigida por esos autores).

Celleruelo (José M.).— Don Manuel Pedregal y Canedo. (En la Ilustración Gallega y Asturiana, Madrid, 18 de mayo de 1881).

Labra (Rafael María de).— Pedregal. (En el libro Estudios biográficos, Madrid, 1912, segunda edición).

Palacio Valdés (Armando).— Un estudio. (En el libro Los oradores del Ateneo, Madrid, 1878; trabajo reproducido en semblanzas literarias, del mismo autor).

Ruidiaz (E.).— Los asturianos de hoy: Don Manuel Pedregal y Canedo. (En la revista Asturias, Órgano del Centro de Asturianos, Madrid, octubre de 1890).

Segovia (Ángel María).— Excmo. Sr, D, Manuel Pedregal y Canedo. (En el tomo IV de la obra Figuras y figurones, segunda edición Madrid, 1881).

Varios (Gumersindo Azcarate y otros).— Velada en honor de don Manuel Pedregal y Canedo, celebrada en el Ateneo de Madrid. (Gijón, 1897; folleto)