ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

PEREZ DE AYALA (Ramón)

Una de las personalidades contemporáneas de más alto relieve en las letras españolas: poeta, cronista, crítico, cuentista, novelista, siempre original, sugerente, profundo, de estilo personalísimo. El juicio de Rubén Darío de que Pérez de Ayala “es de los poetas que piensan” podría extenderse a toda su producción.

Su peculiar forma de expresión, que le da personalidad inconfundible, ha merecido en algunas ocasiones reparos; así dice Andrés González Blanco en los contemporáneos: Lo que me disgusta de ella es a cierto énfasis que podría Ilamarse intencional más bien que mental.

Dividiendo los estilos como el P. Isla lo hacía en su introducción al Fray Gerundio de Campazas, en estilo crespo, sonoro, altisonante y campanudo, de repique y de volteo, y en estilo blondo, petimetre, almidonado y a lo camberí, podría decirse que la prosa de Pérez de Ayala pertenece a la segunda especie. Intentando ser sencilla, resulta almidonada; tan simplísimos e ingenuos como son sus versos, es encrespada y tersa su prosa; la arcaicidad de ella no es discreta, los giros modernos están muy violentados”. Tal juicio peca de prematuro, ya que Pérez de Ayala así empezaba a escribir cuando fué formulado, y seguramente nadie lo suscribiría luego, ni siquiera el propio González Blanco en contraposición, véase lo que dijo Ortega y Gasset muy pocos años después, al aparecer la segunda novela grande de Pérez de Ayala: “Ayala escribe prodigiosamente; representa entre los nuevos escritores la tradición castiza del rastro fecundo, que suele faltarnos a los demás”. Muy recientemente, César Barja ha escrito: “Escritor exigente consigo mismo, no se contenía con una producción fácil: cuida con esmero de la calidad de su literatura y, ciertamente, hasta ahora con excelente fortuna. Ya sus obras primeras acusaban una personalidad original, pero esto se marca aún más en las posteriores, y más en las últimas. Esta noia de progreso, de avance constante, va destacando cada día más la figura del autor, que aparece ya hoy en primera fila, entre la media docena de escritores, que dan tono a la literatura española contemporánea”.

Siempre admirable en cualquier manifestación literaria, la más descollante en Pérez de Ayala es la de novelista. Sus novelas forman un aparte en la producción contemporánea: nadie se le parece, muy pocos alcanzan su talla. Entre los novelistas asturianos forma con Clarín y Palacio Valdés la trinidad mas alta, pero entronca directamente con el primero, de quien fué aprovechado discípulo: “La cultura de Ayala —dice Francisco Agustín— es extraordinaria y está salpicada en los diez y nueve volúmenes hasta ahora publicados con una sobria, encantadora erudición. En las primeras obras ya sorprende al lector con el concepto pleno, robusto, caldeado, que más tarde inviste con la tersura y la frialdad de los grandes maestros. Posee útiles abundosos para su labor crítica y creadora: lenguas vivas y muertas… En él, su riqueza lingüística no le ha impedido como a otros ignorar el pensamiento extraño de los clásicos y de los modernos. Las literaturas inglesa, francesa e italiana, le han dado sus más delicadas, envidiables cualidades. La mitología y los clásicos griegos y latinos, la emoción directa de la naturaleza. Y como asimismo ha logrado evocar con espíritu y estilo modernísimos, con alma abierta a toda inquietud, la fragante esencia de los supernos autores españoles, de ahí que Ayala se parezca a tantos maestros universales y de ahí también que juntamente con Unamuno sea la mas fuerte y original personalidad literaria de nuestras letras actuales”.

Lo hemos dicho en otra ocasión: “Como novelista, se advierte en él una propensión, casi obsesión, a las escenas de crudo realismo, sin llegar jamás a lo artificiosamente truculento, de tan mal gusto, ni al regodeo licencioso, de tan baja intención. Él busca siempre un propósito satírico y hasta moralista, procurando en lo grotesco una sonrisa inteligente del lector o una reflexión mucho más inteligente. Sus tipos mejores suelen ser anormales o de rara contextura espiritual; pero tanto éstos como los que se conducen vulgarmente, no representan determinado papel, sino que viven su vida. El artificio es de una veracidad perfecta. No obstante está su fuerte propensión al realismo, perfectamente armonizado con el valor poético de sus novelas, a Pérez de Ayala se le ha acusado no sin razón de poner en labios de algunos de sus personajes lenguaje inadecuado, descuido en que han caído frecuentemente escritores geniales de todas las literaturas; el citado Barja apunta ese reparo con esta alusión certera: “Por el lenguaje, unas veces; por la construcción de la frase, otras veces; casi siempre por lo literario del acento y del tono, el discurso de los personajes recuerda acaso muy directamente el estilo del autor. En general, hablan, diremos, y también escriben (véase la carta de la madre de Teófilo a su hijo, en Troteras y danzaderas demasiado bien los personajes de la novela ayalina).

Todos sus libros, pero especialmente sus novelas han sido saludadas por la crítica más solvente y responsable como obras maestras de creación. “Ayala —dice Luis Calvo— se ha granjeado sin darse cuenta, por la virtud única de sus libros y de sus escritos, el lugar más preeminente de la crítica y del saber literarios”.

Cierra Francisco Agustín el libro dedicado al examen de la obra literaria de Pérez de Ayala con unos elogios debidos a críticos extranjeros y que reproducimos a continuación: Hayward Keniston: “Como poeta, como novelista, como crítico, Ayala es el portaestandarte de la intelectualidad moderna”; Ernest Boyd: “A Pérez de Ayala le debemos algunos de los mas hermosos poemas de |a literatura contemporánea. Solo comparables —a pesar de la diferencia de raza y lengua— a los de Shelley”; Filippo Sachi: “El novelista más interesante de la Europa Joven, es Pérez de Ayala”; Mario Puccini: “Únicamente a propósito de Ayala, me parece, se puede hablar hoy en Europa (muerto Tolstoi) de Un novelista que supere la novela misma, ofreciéndonos una expresión enérgica y total de la tragedia humana”: Jean Cassou: “La riqueza estilística de Ayala, su arte, su humorismo, su maestría, son cosas imposibles de ponderar”.

Ramon Pérez de Ayala nació en Oviedo el 9 de agosto de 1880 en el seno de una familia distinguida y de espléndida posición económica, sostenida por los negocios de comerciante y banquero del padre.

Después de adquirida la instrucción primaria, los padres le enviaron interno al colegio establecido por los jesuitas en el convento de San Zoil, de Carrión de los Condes (Palencia), donde completó y estudió parte del bachillerato. Concluyó éste en el colegio de la Inmaculada, también de la Compañía de Jesús (en Gijón), con exámenes en el Instituto de Jovellanos, donde obtuvo el grado de bachiller.

En el primero de esos colegios tuvo entre sus profesores a Julio Cejador, quien, desde antes de abandonar la compañía y después, tuvo siempre particular devoción por Pérez de Ayala. De aquellos tiempos le recuerda en el libro ¡De la tierra! con estas palabras: “Entre otros discípulos que me honran,… Pérez de Ayala fué para mi un artista y un extraordinario ingenio desde chiquitín. Flaco, amarillo, canijo casi, era Ramonín el primero de la división desde el primer año de bachillerato. Se aprecia y se comía… de honda ansia por la verdad y por la justicia”.

De su internado en el colegio de Gijón sacó el asunto de la novela A. M. D. G. Francisco Agustín recuerda esto con el siguiente razonamiento: “Los jesuitas cultivaron su capacidad dialéctica, que, a la postre, volviése contra ellos… Ayala sufrió los severos castigos fisiológicos de los jesuitas, y lo que es peor, respiró un ambiente de hipocresía moral y religiosa que amenazó destruir su personalidad, truncando su vida posterior. Se condujo como un supernormal que rebasa la dosis instructiva, y al par, como un alumno de precoz criterio que admite por cuenta propia sólo aquello que juzga aceptable. Llegó a ser un alumno tildado con adjetivo escandalizante; se le llamaba por un padre, el anarquista, su amor propio, su afán de ser, eran ya extremados. Quiso ser el primero y lo consiguió sobradamente”.

Después Pérez de Ayala emprende la carrera de Leyes en la Facultad de Derecho de la Universidad ovetense, carrera que acaba cuando el nuevo siglo empieza. El ambiente universitario de entonces, saturado de grandes inquietudes intelectuales, con profesores como Leopoldo Alas (Clarín), Félix de Aramburu, Adolfo Álvarez Buylla, Rafael Altamira, Adolfo Posada y otros, acabó de perfilar el espíritu de Ayala. “Su verdadero maestro —dice Cejador en la obra citada— era Clarín; sus estudios, los libros de literatura, arte y filosofía. Se metió de cabeza en la literatura del otro lado de los Pirineos, gustó del modernismo de Rubén Darío; luego conoció nuestros antiguos autores y saboreó sobre todo los místicos, que desde entonces han señoreado su pensar y moldeado su decir castizo, jugoso, sincero y hondo”. Las artes plásticas le atraían no menos y se ensayé de dibujante con buena fortuna; y hasta hizo pinitos pictóricos. En los últimos tiempos de vida universitaria tuvo lugar su iniciación de escritor y dibujante público. Su primer trabajo: una crítica literaria, lo publicó en el diario ovetense El Progreso de Asturias; luego envió a Barcelona Cómica unas historietas escritas e ilustradas por él mismo. Con otros dos estudiantes, Benito Álvarez Buylla y Román Álvarez, fundó en Oviedo por ese tiempo un periódico satírico bajo el título de Lerio (apodo de un mozo de cuerda coetáneo), que era como un remedo del Gedeón matritense, de mucho auge entonces. Este periódico tuvo vida efímera, porque el gobernador se vio impelido a suspenderlo, no porque atentara al orden público, sino para librar a los redactores de alguna probable paliza por parte de los aludidos en las sátiras. Cuando concluyó la carrera, y sin que todavía su vocación se determinara con claridad, marchó al extranjero.

Pérez de Ayala había establecido su residencia en Londres. “En ese momento —hemos dicho ya en otro sitio—, el medio espléndido en que se desenvuelve la vida de Pérez de Ayala, entre abundancias y halagos, se derrumba: la ruina y la quiebra hunden los negocios del padre y éste, hombre de honor, prefiere la muerte a la mancilla, y se mata. Ramón Pérez de Ayala se ve entonces forzado a desplegar su inédita actividad para subsistir, y, de todos los rumbos posibles, emprende el más difícil y penoso: el de escritor… La disciplina escogida, si ardua, encontraba en él una excelente preparación intelectual y temperamento y vocación íntegramente propicios, pues, como él mismo ha dicho, el escribir me es tan connatural como la forma de mi nariz o el color de mis ojos”.

Entonces hizo su aparición en los círculos intelectuales madrileños en la forma que recuerda Luis Calvo: “…aquel señorito despabilado, que había venido de Londres, luciendo unos terribles chalecos de fantasía, unos abrigos de lord, unos sombreros fastuosos que chocaban con la miseria de la poetambre madrileña; que fumaba cigarrillos egipcios y habanos de rentista; que tenía ideas propias y paradójicas sobre las bellas artes; que era un humanista de cuerpo entero; que se, burlaba de la gente y epataba a los burgueses”. Los más de sus primeros trabajos: poesías y críticas literarias, aparecen en la revista madrileña Helios (1903), fundada por él, en sociedad con Juan Ramon Jiménez, Pedro González Blanco y Gregorio Martínez Sierra. Enseguida, sus colaboraciones, de la mas variada índole, comenzaron a extenderse a las principales publicaciones madrileñas de la época: las revistas Alma española, Hojas Selectas, La Lectura, Revista Ibérica, Blanco y Negro y otras, y los diarios ABC, El País y otros. Ha usado en algunas ocasiones el seudónimo Clavijero, el que aprieta las clavijas, según explicación suya.

Sus aspiraciones pretendían rebasar el marco periodístico, cosa que alcanzó con la publicación del primer libro, La paz del sendero, una colección de poemas, los menos de ellos inéditos, que fué recibida, con general aplauso de la crítica. “De temperamento verdaderamente poético —indica Cejador en su Historia de la lengua y la literatura—, de sensibilidad exquisita y muy personal, trasciende de sus versos como un cierto aroma de candor y de frescura, entreverado graciosamente de sutil humorismo a la inglesa”.

El teatro le atrajo también por entonces. En 1904 estrenó en el Teatro Campoamor, de Oviedo, una traducción y adaptación del drama La Intrusa, de Maeterlinck. Y en enero de 1905, en el mismo teatro, estrenó la comedia original Un alto en la vida errante, escrita en colaboración con Antonio de Hoyos.

También ocupó la tribuna del conferenciante. En ese mismo año 1905 tomó parte en las tareas de Extensión Universitaria desarrolladas por el Ateneo de Madrid; Dió entonces lectura (Pérez de Ayala escribe y no improvisa) a las conferencias La moral de Maeterlinck y La osadía, género literario.

Pero lo que vino a confirmar su personalidad fué la publicación de la primera novela, Tinieblas en las cumbres, con el seudónimo de Plotino Cuevas, que sólo ha usado en esa ocasión. Pérez Galdós la saludó como “una obra maestra de la literatura picaresca”. La crítica le fué altamente favorable. González Blanco, al publicar poco después su Historia de la novela, se vió obligado a rectificar un desfavorable juicio vertido por él en la misma obra acerca de esas iniciaciones de Pérez de Ayala. “Poeta que yo creí —dice— prometedor algún día y que ahora me resulta simplemente un joven de talento… que ha perdido su talento: un joven aprovechado que ya no nos aprovecha”; páginas adelante declara sin embargo: “No hay tal, sino que ese talento lo guarda como oro en paño y no lo lanza fácilmente a los cuatro vientos de la vulgaridad… Así se explica que Ramón Pérez de Ayala, en cuatro bien cumplidos años que van pasando desde que publicó su primer libro, La paz del sendero, no haya dado a luz más que su novelita Artemisa, publicada en El Cuento Semanal, y en este último año, una nutrida y admirable novela, Tinieblas en las cumbres. Escasa es cuantitativamente la labor si se tiene en cuenta la fiebre de producción que hoy reina; ¿qué importa, si es selecta? Tinieblas en las cumbres es una de las más lindas novelas que han salido a luz en España recientemente… El lenguaje es la más exquisita gala de esta narración de suyo tan amena; pero que: sin galanura de dicción, se convertiría simplemente en una fábula pornográfica”.

Por esta época fundó con Enrique de Mesa una casa editorial bajo el título de Biblioteca Corona, que publicó obras muy selectas y exquisitamente presentadas; el éxito en el aspecto literario y bibliográfico no se correspondió con el económico, por lo que la empresa acabó en fracaso.

La producción principal de Pérez de Ayala desde entonces continuó siendo la novelística. Después de algunas novelas cortas, impresas en publicaciones destinadas a este género, apareció en volumen la titulada A, M. D. G., que tiene como ambiente La vida en los Colegios de jesuitas, cual indica el subtítulo, si literariamente no acrece la personalidad de Pérez de Ayala, como se ha convenido en reconocer, el libro tiene un valor y una finalidad político-social indiscutibles, y a esto se debe que haya alcanzado mayor acogida por el público que los más de sus otros libros. Muchos años después, ya proclamada la República y a favor de un ambiente bien dispuesto, esa novela fué escenificada y presentada al público en un teatro madrileño por los escritores Galeano y López de Carrión.

En 1911 alcanzó Pérez de Ayala de la Junta para Ampliación de Estudios una pensión por un año para perfeccionar su cultura sobre Estética en Italia y Alemania. Después de residir varios meses en el primero de esos países, asistente a cátedras y museos, pasó en 1912 a Múnich, donde asistió a los cursos de Ciencia del Arte y de Estética de Wolfflin y de Lipps. Fruto de esos estudios fueron abundantes ensayos sobre Estética y de alta crítica literaria que desde entonces dio al público en diferentes periódicos: también lo fueron dos conferencias que Sobre El teatro de Pérez Galdos leyó en el Curso de Vacaciones para Extranjeros, del Centro de Estudios Históricos, en el verano de 1914, años adelante (1919) pasó a los Estados Unidos en calidad de equiparado a pensionista por la Junta para Ampliación de Estudios, con el propósito de estudiar los problemas sociales planteados entonces en ese país.

Durante la permanencia en Italia conoció en Florencia a una señorita norteamericana con la que contrajo luego matrimonio. Desde entonces Pérez de Ayala se retiró de la vida de bohemia distinguida que llevaba en Madrid, compartida principalmente con el escultor asturiano Sebastián Miranda, recluyéndose en su hogar. “Al casarse —dice Francisco Agustín— Ayala se ha tornado grandemente casero. Refugiado en el cariño de su esposa y de sus dos hijos, resta pocas horas a la vida del hogar. Mas de una vez he visto su despacho Ileno de juguetes y a los infantes azuzando un tren a lo largo de una complicadísima vía férrea. A ser posible sorprenderle en la intimidad, no sería extraño verle participar en juegos infantiles”’.

Poco después de su regreso de Italia y Alemania quedaba definitivamente consagrada la personalidad literaria de Ramon Pérez de Ayala con la publicación de dos novelas, La pata de la raposa y Troteras y danzaderas (números VI y VII). En ellas aparecen de nuevo y continúan viviendo algunos de los personajes conocidos por el lector de Tinieblas en las cumbres. Uno de ellos, Alberto Diaz de Guzmán, encarna en buena medida al autor mismo: lo que a éste le ha sucedido en la vida real le sucede a aquél en La pata de la raposa. Ambas novelas están impregnadas del humorismo que caracteriza a Pérez de Ayala y que es en ellas uno de los ingredientes de más alto mérito. De Troteras y danzaderas dice Agustín: “Es ésta la mejor y más castiza novela española de la bohemia vida literaria. Muévense en ella un sin número de personajes y son manejados con tal arte y maestría, que se advierte en su autor de modo pleno el dominio de todas aquellas excelentes cualidades que salpican sus obras anteriores: realismo, emoción, amenidad, estilo, humorismo, ideas, psicología, descripciones…”

Cuando la Guerra Europea (1914-18) recorrió los frentes de combate de Francia y de Italia como cronista especial del diario La Prensa, de Buenos Aires. De los ensayos que le inspiraron en Italia tanto la grandeza de su arte como aquella contienda, formé luego el primero de sus libros de ensayos y crítica, Hernán encadenado.

Sin caer en la superproducción, Pérez de Ayala continuó dando al público libros de versos (números VIII y XVII) y de novelas breves y cuentos (números IX, XXI y XXII) y algunas novelas grandes, entre las que sobresale como su obra maestra la que lleva por título Belarmino y Apolonio. No es inferior a ésta la impresa en dos volúmenes con los títulos de Tigre Juan y El curandero de su honra, llevada al teatro, poco después de publicada (1927), por Julio de Hoyos.

Con los libros Pérez de Ayala continuó alternando sus colaboraciones periodísticas, que se extendieron a las revistas madrileñas Nuevo Mundo, La Esfera, La Pluma, España, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza y otras y a los diarios madrileños Heraldo de Madrid, El Liberal, El Imparcial, El Sol y otros; a numerosos periódicos de provincias por medio de agencias periodísticas, y a algunas importantes publicaciones americanas, tales como El Universal y Excélsior, de Méjico y, muy principalmente, La Prensa, de Buenos Aires, de la que viene siendo un constante colaborador desde hace muchos años. Tampoco el conferenciante estuvo ocioso; sus ilustradas disertaciones encontraron publicaciones americanas, tales como El Universal y Excelsior, de Las Palmas (1929) y Málaga (1930).

En 1922 obtuvo el premio “Mariano de Cavia”, recientemente creado por el diario madrileño ABC.

El recogimiento de Pérez de Ayala en su hogar, dedicado al estudio, a su producción y a su familia, le ha mantenido alejado de puestos y cargos en los medios intelectuales. Por excepción, pueden recordarse como bibliotecario del Ateneo en 1913 y de vicepresidente del Circulo de Bellas Artes en 1930.

Tampoco la política ha contado con su concurso, aunque haya militado en el Partido Reformista que acaudilló Melquiades Álvarez. Sin embargo, muy a contrapelo de su temperamento, aunque arrastrado por la corriente impetuosa de liberación desatada en los últimos tiempos de la Monarquía, se dejó llevar a la política en 1930 para fundar y dirigir con José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón el grupo denominado Al Servicio de la República, formado principalmente por intelectuales y profesionales.

Después de proclamada la República en abril de 1931, el nuevo régimen le designó director del Museo del Prado y, poco después, embajador en Inglaterra, cargo éste que convirtió el otro en puramente nominal. En las elecciones de diputados a las Cortes Constituyentes celebradas en julio de ese mismo año salió triunfante por la jurisdicción de Asturias en la candidatura de conjunción republicano-socialista; también el puesto de diputado lo desempeñó nominalmente, obligado a permanecer habitualmente en Londres como embajador. En este puesto estuvo, no obstante los profundos vaivenes, de la política española de 1931 a 1936, hasta después del triunfo del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936; entonces el gobierno cambió de titular la embajada de Inglaterra, reintegrándose Pérez de Ayala a sus anteriores actividades.

Obras publicadas en volumen:

I.—La paz del sendero. (Madrid, 1904; poemas incluidos años adelante en el volumen número XIV).

II.—Tinieblas en las cumbres. (Madrid, 1907; novela con el seudónimo de Plotino Cuevas).

III.—Sentimental Club. (Madrid, 1909; novela corta en la colección El Cuento Semanal).

IV.—Sonría. (Madrid, 1909: novela corta en la colección Los Contemporáneos, numero 27).

V.—A, M. D. G. La vida en los Colegios de jesuitas, (Madrid, 1910; novela escenificada años adelante por Manuel María Galdeano y Juan López de Carrión).

VI.—La pata de la raposa. (Madrid, 1912; novela).

VII.—Troteras y danzaderas. (Madrid, 1913; ídem.)

VIII.—El sendero innumerable. (Madrid, 1916; poemas incluidos tiempo después en el volumen número XV).

IX.—Tres novelas poemáticas: Prometeo, Luz de domingo. La caída de los limones. (Madrid, 1916).

X.—Hernán encadenado: El libro del espíritu y del arte italianos. (Madrid, 1917; ensayos).

XI.—Las máscaras. (Madrid, 1917-19; dos tomos de crítica sobre el arte del teatro).

XII.—Política y toros (Madrid, 1918: ensayos).

XIII.—Belarmino y Apolonio. (Madrid, 1921; novela).

XIV.—Cuarto menguante, (Madrid; 1921; novela corta en la colección La Novela Semanal, número 14).

XV.—El sendero andante, (Madrid, 1922; poemas; recoge este volumen con poemas nuevos los impresos en los tomos I y VIII).

XVI.—Pandorga. (Madrid, 1922; novela corta en la colección La Novela de Hoy, número 3).

XVII.—Luna de miel, luna de hiel. (Madrid, 1923; novela que continúa en la siguiente.)

XVIII.—Los trabajos de Urbano y Simona. (Madrid, 1923; novela continuación de la anterior)

XIX.—El ombligo del mundo.(Madrid.1924; cinco novelas cortas; intitulada La triste Adriana publicada antes en la colección La Novela de Hoy, núm. 78, y El profesor auxiliar, en el libro Cuentistas asturianos, del autor de estas líneas).

XX.—Bajo el signo de Artemisa.(Madrid.1925; seis novelas cortas; de ellas Artemisa, publicada en la colección de El Cuento Semanal, 1907 y Éxodo, en la misma colección,1911).

XXI.—Tigre Juan.(Madrid,1926; novela que continúa en la siguiente; escenificada en 1927 por Julio de Hoyos).

XXII.—El curandero de su honra.(Madrid, 1926, novela continuación de la anterior).

XXIII.—Justicia. (Madrid,1928 novela corta publicada en la colección La Novela Mundial, núm. 95)

XXIV.—La revolución sentimental. (Madrid, 1929, novela corta publicada en la colección La Novela de Hoy, núm. 373)

Colecciones de sus obras:

El libro de Ruth. (Madrid, 1930?, selección de trozos de sus novelas).

Trabajos sin formar volumen:

1.—Emilio Verhaeren. (En la revista La Lectura Madrid 1902.)

2.—Maeterlinck.(En ídem,1903)

3.—La aldea lejana. Con motivo de “La aldea perdida”.(En la revista Helios. Madrid. 1903)

4.—Una aventura del Padre Francisco.( En ídem, ídem, cuento)

5.—La dama negra. Tragedia de ensueño. (En ídem, ídem)

6.—Liras o lanzas. (En ídem, ídem. Con motivo del libro No liras lanzas de Álvaro de Albornoz)

7.—Espíritu recio. (En ídem,1904 cuento)

8.—Navarro Ledesma: Los guantes grises.(En La Lectura. Madrid,1905)

9.—El Quijote en el extranjero. (En la obra El Ateneo de Madrid en el III Centenario de la publicación del Quijote, Madrid, 1905).

10.—Prólogo a Canciones castellanas de Enrique de Mesa (Madrid, 1917).

11.—Prólogo a La linterna de Diógenes, de Alberto Guillén. (Madrid, s, a., 1917).

12.—Apostillas y divagaciones: Nietzsche, (En la revista La Pluma, Madrid, diciembre de 1921 y enero y febrero de 1922).

13.—Los autores (En idem, abril de 1922).

14.—Valle-Inclán, dramaturgo. (En idem, enero de 1923).

15.—Prólogo a Paisajes de reconquista, de J. Diaz Caneja. (Madrid, 1923?).

16.—Prólogo al libro Miguel Viladrich, (Madrid, 1926).

17.—Con Goyanes. (En el Libro Homenaje a Goyanes. Madrid, 1929-30)

18.—Prólogo a 24 cuentos para niños de Antonio Robles. (Madrid,1930?)

19.—El verano y los viajes. (En la obra Humorismo internacional. Barcelona, 1931)

20.—Prólogo a la novela Paxaron o la fatalidad, de Luis A. Santullano, (Madrid, 1932).

Referencias biográficas:

A. C.—Escritores asturianos: Entrevista con R. P. de A, (“Norte”, Madrid, febrero 1932).

Agustín (Francisco).— Ramón Pérez de Ayala: su vida y obras. (Madrid, 1927. Un tomo octavo).

Ambruzzi (Lucio).— De don Ramon a Ramon, (“Convivium” Torino, 1930).

“Andrenio”.— Las novelas de Pérez de Ayala. (Estudio incluido en el libro “Novelas y novelistas”, Madrid, 1918).

«Caballero Audaz (El)”.— Una entrevista (En la obra Lo que sé por mí, Madrid, s.a.,tomo VII)

Idem.— Las nuevas novelas ejemplares. (“El Sol”, Madrid, Número del 20-V-1924).

Calvo (Luis).— Los grandes escritores asturianos: Ramón Pérez de Ayala ( En “Norte”, Madrid, diciembre 1930, reproducción del diario ABC).

Cejador (Julio).— Don Ramon Pérez de Ayala. (En el libro ¡De la tierra! Madrid, 1914).

Darío (Rubén).— Un juicio. (En la obra Opiniones”, Madrid, 1906).

Gil Mariscal (Fernando).— Los jesuitas y su labor pedagógica: Comentario a la novela “A. M. D. G.”, original de don Ramón Pérez de Ayala (Madrid, 1911: folleto).

González. Blanco (Andrés).— Un estudio crítico, (Inserto en obra “Los contemporáneos”, primera serie. París, 1907).

Idem.—Un juicio. (En su “Historia de la novela española desde el Romanticismo a nuestros días”. Madrid, 1912).

González Ruiz (Nicolás).— Un estudio, (En el libro “En esta hora: Ojeada a los valores literarios”. Madrid, 1925).

Guillén (Alberto).— Una semblanza. (En el libro “La linterna de Diógenes. Madrid, 1921)

Madariaga (Salvador de).— Un comentario. (En el libro “Semblanzas literarias contemporáneas”, Barcelona, 1924).

Pantorba (Bernardino de).— Valores de España: R. P. de A. (“La Raza’, Buenos Aires. Número del 15-VI-1928).

“Pulgarín” (seud. de M. García Pulgar).— La muerte de don Juan. (“Asturias”. Buenos Aires, enero-febrero 1929).

Suárez (Constantino ).— Una semblanza. (En La obra cuentistas asturianos”, Madrid, 1930).

Tapia (Luis de).— El caballero D. R. P. de A. (En Ia obra Coplas, Madrid, 1914; versos).