ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

PIDAL Y CARNIADO (Pedro José)

Primer marqués de Pidal, Político y escritor, “Varón tan egregio —dice Menéndez Pelayo— por su entereza y sabiduría de legislador y estadista cuanto por la huella profunda que imprimió en la dirección de nuestros estudios”’.

Eugenio de Ochoa, su contemporáneo, recuerda las condiciones personales de Pidal con estas palabras: “Brusco y desabrido al primer aspecto, era en la intimidad amabilísimo; pocos hombres he conocido más bondadosos ni cuyo trato familiar fuese más agradable. Pasaba por altanero, teníanle muchos por orgulloso, y no podía en verdad ser más Ilano, y, con frecuencia, Ilevaba la modestia hasta los límites de la timidez. Desconocía la ficción y detestaba la lisonja y el fraude y juzgándole políticamente, dice que “en la elocuencia parlamentaria el señor Pidal brilló con gloria entre los primeros”.

Otro elogio como político se lo dedica Olay Argüelles con estas palabras: “Era el señor Pidal uno de esos hombres que, por sus virtudes alteza de miras, inmenso talento y caudal de ingenio, figuran entre los estadistas más eminentes y hábiles de nuestra patria”.

Claro está que, como a todo político que alcanza elevada talla, no le faltaron los arañazos de adversarios o simplemente de bromistas; aunque tan leves como éste de un poeta coetáneo suyo:

“Se han empeñado en decir

que es sabio, y pasa por tal,

pero ello es que habla muy mal

y nadie le vio escribir”.

La posteridad, cualquiera que sea la posición ideológica en qué se sustente el juicio, tiene que reconocer en Pidal y Carniado a uno de los políticos más serios, inteligentes y probos del reinado de lsabel II, en el que tanto abundaron, algunos con más fama que la suya, lo logreros y trapisondistas.

Brilló parlamentariamente rodeado del máximo respeto de todos por su elocuencia nutrida de doctrina maciza y nobles argumentos y fué como gobernante hombre de rectos procederes que se desveló por dotar al país, dentro de las normas conservadoras que seguía, de cuanto estimaba que podía enriquecer la cultura y el bienestar nacionales.

(“Todos sus instintos —dice el citado Ochoa—, todas las aficiones del señor Pidal le arrastraban imperiosamente hacia la vida literaria… la fuerza irresistible de las circunstancias, no su voluntad, le aparté de ella en casi todo el transcurso de su edad civil y de sus maduros años hasta el de su muerte”).

Y éste es el aspecto más lamentable que ofrece la vida de Pidal y Carniado. De saber profundo y pluma magistral, de no haberle absorbido tan asiduamente la política, habría dejado una ingente labor de investigación histórico-literaria inigualada por nadie de su siglo. Gracias a su energía física y mental y a su extraordinaria capacidad de trabajo, pudo desarrollar una erudita labor de investigación que le colocó en su tiempo entre los más ilustres especialistas en la materia y ha venido a ser su labor piedra fundamental para el moderno desenvolvimiento de esa clase de estudios.

De haberse podido entregar Pidal y Carniado con todo entusiasmo a su vocación dilecta, la posteridad le habría reservado uno de los más refulgentes nombres de gloria. Esta es la desventaja de la política con relación a las letras y al arte. Proporciona en vida fama mucho más estrepitosa que una ejecutoria literaria o artística por inteligente y perseverante que sea pero, salvado el rarísimo caso de que un gobernante deje tras de sí un hecho que resulte un hito inconmovible en las historia, la fama del político acaba por parecer incomprensible y cae en el olvido, mientras que el menos sonado renombre del escritor o del artista puede permanecer sin marchitarse y hasta desarrollar lozanamente. Y de esto tenemos un testimonio en Pidal y Carniado, mucho más olvidado como político que como hombre de letras.

No nació Pedro José Pidal y Carniado en 1880, como se asegura en las dos grandes Enciclopedias españolas, sino el 25 de noviembre de 1799. en Villaviciosa. Fueron sus padres don José y doña Antonia de esos respectivos apellidos, ambos descendientes de ilustres familias, pero de escasos bienes de fortuna. (Es padre de los hermanos Pidal y Mon que se reseñan seguidamente y abuelo de Pidal y Bernaldo de Quirós, del que se ha hecho mención más atrás).

En la villa de nacimiento hizo los estudios primarios y los de Latinidad y Humanidades; en 1814 se trasladó a Oviedo y fué alumno de las Facultades de Filosofía y Jurisprudencia.

Aunque en su formación intelectual entraba como elemento básico una educación profundamente católica, figuró entre los estudiantes que lucían mayores arrestos liberales frente al despotismo imperante de Fernando VII. Debido a esto, cuando el general Riego dió comienzo en tierras sevillanas al movimiento liberador para la conquista del sistema constitucional, fue Pidal y Carniado de los estudiantes que se prestaron con mayor entusiasmo a figurar en la famosa Compañía Literaria, capitaneada por algunos profesores de la Universidad como apoyo a osa sublevación. Al aceptar en marzo de ese año Fernando VII el acatamiento de la Constitución promulgada en Cádiz en 1812 y quedar por lo mismo disuelta esa compañía, Pidal depuso las armas para continuar sus estudios, que concluyó con el grado de licenciado en Leyes y Cánones en 1822.

Desde los primeros tiempos de su ingreso en la Facultad de Jurisprudencia se reveló su vocación literaria, particularmente como poeta, con inclinaciones preferentes a la poesía epigramática de lo que dió una admirable muestra cuando todavía andaba por los diecinueve años (número I) en un folleto que contiene varias composiciones. A esa afición se juntó en seguida en él la política, a raíz de la participación tomada con las armas en la revolución de 1820. En ese mismo año, don López Acevedo y otros jóvenes intelectuales, contribuyó a la fundación y sostenimiento en Oviedo de los periódicos El Ciudadano y El Aristarco, ambos de corta vida. Tanto en ellos como en otros posteriores desarrolló entusiasta labor en defensa de las libertades políticas conquistadas, dentro de una ideología de liberalismo moderado.

Inmediatamente después de concluida la carrera y de recibido de abogado en Oviedo (1822), se trasladó a Madrid con el deseo de encontrar campo más propicio a sus aspiraciones literarias y políticas. Entró como pasante en el bufete del renombrado jurisconsulto Cambronero. Pero las letras le atraían con mayor fuerza que las tareas forenses, y lo mejor del tiempo lo dedicaba a traducir a los poetas clásicos o componer poesías originales, a participar en las actividades del antiguo Ateneo y a colaborar con trabajos, de índole política casi siempre, en el Espectador, fundado y dirigido en Madrid por Evaristo Fernández San Miguel también asturiano.

Al sobrevenir la segunda invasión francesa, la llanada de Los cien mil hijos de San Luís (1823), siguió la marcha del gobierno y las cortes en su huida a Sevilla y Cádiz, sin abandonar sus colaboraciones en El Espectador en favor de las libertades políticas entonces holladas y publicó entre otros trabajos algunas de sus composiciones poéticas inéditas, como las intituladas A la libertad de España y Epístola a Fabio.

Al triunfar en ese mismo año la reacción apoyada en aquella invasión capitaneada por el duque de Angulema, Pidal y Carneado no tenía una ejecutoria política que le obligara a huir a la emigración del despotismo de Fernando VII, resolución que se vieron obligados para no perder la vida o pudrirse en los presidios cuantos habían participado en el Gobierno y en las Cortes durante el mal llamado trienio 1820 -182. Pero su situación no dejaba de ofrecerle peligros y decidió a ocultarse en Cádiz bajo un nombre supuesto. Y fué una decisión acertada, porque la Audiencia de Oviedo abrió entonces proceso contra los estudiantes sediciosos y organizadores de la Compañía Literaria del año 20, y él fué sentenciado a ocho años de presidio. Permaneció escondido en Cádiz y después en Puerto de Santa María, de la misma provincia, hasta que, al socaire de un decreto de indulto promulgado en 1828,pudo regresar a la villa de nacimiento, no sin pasar antes algunos días en la cárcel de Oviedo en espera de que se legalizara su situación.

Residió entonces durante algo más de un lustro en Villaviciosa dedicado exclusivamente a ampliar sus estudios y a la investigación en materias históricas y jurídicas, asociado en estas tareas a un amigo de la niñez y luego eminente investigador, José Caveda y Nava. A esta época corresponden algunas obras suyas que han quedado inéditas.

A favor del cambio producido en la vida española con la muerte de Femando VII, Pidal empezó a desempeñar cargos a servicio del estado, como iniciación de su brillante carrera política. Fue el primero el de alcalde mayor de Cangas del Narcea (entonces, Cangas de Tineo), en 1834. Luego desempeñó el de juez de primera instancia sucesivamente en Villafranca del Bierzo (León) y en Lugo. En 1837 ascendió a magistrado de la Audiencia de Pamplona y al año siguiente pasó como fiscal al Tribunal de Cuentas del Reino, con lo que satisfizo su ardiente deseo de establecerse de nuevo en Madrid.

A la satisfacción de haber dejado memoria respetable por su talento y probidad en todos esos destinos, juntaba la de poder situarse en campo más amplio y adecuado para el despliegue de sus actividades intelectuales y políticas. El ejercicio de esos destinos y otras influencias de carácter social fueron templando su ardoroso liberalismo político, situándole en el Partido Moderado, en el cual militó ya siempre en adelante. Esta evolución hacia la tendencia conservadora la disculpa Placer Bouzo diciendo que defendió vigorosamente principios que lealmente creía ciertos, y practicó de buena fe un sistema de gobierno que juzgó, debemos creerlo así, razonable y útil a la patria.

Coincidente que su traslado a Madrid salió triunfante como diputado a Cortes por Asturias, lo que le colocaba de lleno en el goce de sus aspiraciones políticas de entonces. A partir de esa fecha(1838) tuvo ya, fuera de un breve intervalo, representación parlamentaria como diputado primero, siempre por distritos asturianos, y como senador vitalicio después.

Su triunfo como parlamentario no se hizo esperar. Rápidamente conquistó sólida reputación por la competencia y levantada intención en sus intervenciones. Un discurso en favor del restablecimiento de los diezmos, recientemente suprimidos por Mendizábal le confirmó en el naciente crédito de elocuente orador.

Cuando la revuelta política de 1840 bajo la regencia del general Espartero, Pidal fue depuesto de su cargo de fiscal del Tribunal de Cuentas y aprovechó la inactividad en que se le dejaba para residir una temporada en París dedicado a estudios. Regresó a España a favor del nuevo cambio político operado en octubre del año siguiente.

Por esta época Pidal y Carniado estuvo decidido a dar lo mejor de sus actividades a las letras. A comienzos de 1839 comenzó a compartir con Gervasio Gironella la dirección de la Revista de Madrid en la que publicó por espacio de unos cuatro años algunos de sus mejores trabajos de investigación literaria y jurídica, entre ellos un estudio sobre preceptiva dramática (número l) que luego dió como propio Gil y Zárate en su Manual de literatura. En el Ateneo regentó la catedral (1841-43) de Materia del Gobierno y de la Legislación de España y esta dedicación de conferenciante la llevó también a la Academia de Legislación y Jurisprudencia, que presidió durante tres años, del 1840 al 43.

En esto último año la política le requirió de nuevo. Triunfante su candidatura como diputado a Cortes por Asturias, fue elevado a la Presidencia del Congreso, cargo que desempeñó con reconocida ecuanimidad. Entonces tuvo lugar el hecho escandaloso de que Olózaga, que presidía el Gobierno, arrancara de la reina el decreto de disolución de las Cortes. Referido el suceso por Isabel II a Pidal delante de los vicepresidentes del Congreso, aconsejó a la reina la destitución de Olózaga y la retirada del decreto, como así se hizo. Entonces recibió el encargo regio de formar gobierno, pero fracasaron sus gestiones.

Algún tiempo después, el 3 de mayo de 1844,al constituirse el Gobierno presidido por el general Ramón María de Narváez, entró a formar parte de él como ministro de la Gobernación. Estuvo al frente de este ministerio hasta el 1 de febrero del 46 y volvió a regentarlo, en el Gobierno presidido por Istúriz, desde el 12 de abril de ese año hasta el 28 de enero del siguiente (1847). Como ministro y a la vez diputado cooperó con inteligencia y actividad extraordinarias a la reorganización administrativa y política del Estado, al discutirse la Constitución de 1845. Publicó, como ministro, las leyes y reglamentos pero el funcionamiento de las Diputaciones y Consejos provinciales, de los Ayuntamientos y otros organismo. Implantó un nuevo plan de Instrucción Pública, que fue muy celebrado, estableció la primera línea del actual servicio oficial de Telégrafos; reformó Ios servicios de Correos y dió un mayor impulso a la construcción de carreteras, para lo que concertó un empréstito especial e introdujo nuevas normas en el régimen de presidios.

Entonces fue cuando, debido a sus intervenciones en las negociaciones para las bodas de Isabel II y su hermana Luisa Fernanda la reina le concedió el marquesado, cuyo título verdadero es marqués de Casa-Pidal y vizconde de Villaviciosa (octubre de 1846).

Hombre de laboriosidad extraordinaria, no bastaron sus enormes tareas ministeriales a dejarle al margen de las literarias, por entonces dió al público nuevos trabajos de investigación literaria e histórica en volumen y revistas, una de ellas, la Revista Hispano-Americana, en la que apareció, entre otros, su estudio de Juan de Valdés y de si es autor del “Diálogo de las Lenguas”.

El prestigio ya alcanzado como escritor empezó por esa época a abrirla las puertas de Corporaciones literarias y científicas de carácter oficial. Fué la primera la Academia de la Lengua, que le non oró académico honrarlo el 1 de junio de 1843, categoría de que se le ascendió a numerario el 5 de diciembre del año siguiente. La Academia de la Historia le dio ingreso como honorario el 13 de junio de 1845, le elevó a académico de número el 30 de abril de 1847 y, en opaca algo posterior, en el año 1852, le exaltó a la presidencia. También fue académico de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y presidente del Ateneo.

Desde que en 1845 se implantó la norma de elección de diputados a Cortes por pequeños distritos, lo fue casi siempre por Villaviciosa. En varias elecciones obtuvo el triunfo por dos y hasta tres distritos no asturianos los otros.

Después de cesar en enero de 1847 como ministro de la gobernación permaneció por espacio de año y medio dedicado solamente a sus estudios y trabajos literarios y a la representación parlamentaria que ostentaba. Al volver el Partido Moderado al poder con Gobierno presidido por Narváez el 29 de junio de 1848, pasó a regentar el Ministerio de Estado, que tuvo a su cargo, con una breve ausencia en 1849, hasta el 14 de enero del 51. Lo más importante de la labor desarrollada por él desde ese Ministerio fué la armonización de las quebrantadas relaciones con el Vaticano mediante la redacción del Concordato que ha estado vigente hasta el advenimiento de la República en 1931, ochenta años. Aunque redactado por él mismo, no lleva su firma, porque fue firmado el día siguiente de su cese como ministro.

Tampoco esta vez las tareas ministeriales le impidieron proseguir las literarias. Valiéndose del cargo, procesalmente prestó entonces a las letras españolas un señalado servicio, que fue el de gestionar y conseguir cerca del Gobierno francés el préstamo del Cancionero, de Alfonso de Baena, que se guardaba manuscrito e inédito en la Biblioteca Nacional de París y que, merced a ese préstamo, editó el estado español con un magistral estudio a modo de Introducción del propio Pidal.

Hasta entonces y aún después pocas veces había concedido a su pluma la función política con destino a la publicidad. Sus colaboraciones eran casi siempre fruto de trabajos de investigación que fueron publicados en las ya citadas revistas y en El Faro (1847-48). Revista Española de Ambos Mundos. Crónica Jurídica y otras publicaciones. Pero al dejar el cargo de ministro en 1851 se dedicó al periodismo de combate desde El Parlamentario y el Diario Español principalmente en robustecimiento de los principios fundamentales del Partido Moderado tales como la unidad católica, el sistema parlamentario bicameral, la sanción real y otros. A que sostuviera con creciente ardor esas campañas contribuyó no poco que, cuando la revolución de julio de 1854, como consecuencia de la persecución desatada contra el Partido Moderado, había sido objeto de algunas medidas vejatorias como la de un registro domiciliario y una orden de encarcelamiento. Aunque luego se le ofrecieron algunos cargos uno de ellos de carácter diplomático, los rehusó todos y hasta la representación parlamentaria mientras durara aquella situación política.

Al hacerse cargo nuevamente del poder el general Narváez el 12 de octubre de 1856, el marqués de Pidal ocupó otra vez el Ministerio de Estado, que regentó hasta el 15 de ese mismo mes del año siguiente. En este mismo año (1857), se constituyó la Academia de Ciencias Morales y Políticas, de lo que fue designado presidente poco después fue nombrado embajador de España en Roma, donde permaneció cosa de un año, hasta que dimitió del cargo al tomar la dirección del Gobierno el general O’Donell.

De regreso en Madrid volvió a sus actividades de académico y parlamentario. Pero ya por poco tiempo con la dedicación acostumbrada. Su salud sufrió una gravísima crisis en el año 1859. Una parálisis progresiva, si bien no le perturbaba la lucidez de inteligencia, le iba destruyendo facultades de las indispensables en un político y hombre de Estado, entre ellas la expresión hablada, que le anulaba como orador. En la Enciclopedia Espasa se recuerda esto con las siguientes palabras “A fines de 1859 le empezó la enfermedad que habría de llevarle al sepulcro y que desde luego paralizó en gran parte sus fuerzas físicas. Aun asistió al Parlamento alguna que otra vez y en ocasiones solemnes llegó a tomar la palabra. En una de esas ocasiones, habiéndose desatado algún orador de la izquierda en rudos combates contra la religión católica, lleno de ardor y entusiasmo levantóse Pidal, para replicarle, pero observando en seguida que no le obedecía la palabra y que se le acababa la respiración en el pecho fatigoso rompió a llorar como un niño, palpable prueba de sus arraigadísimas convicciones católicas; desde aquel día no volvió a asistir más al Parlamento».

Ya en los últimos momentos de su vida, a propuesta de Joaquín Fernández Pacheco, el 23 de abril de 1864, el Gobierno le nombró senador vitalicio y la reina le concedió las insignias del Collar del Toisón de Oro.

En esos postreros años de su existencia vivió aislado del trato social de las luchas políticas, pero no inactivo en cuanto a sus dedicaciones de escritor. Por entonces redactó y publicó una de sus obras principales que lleva por título Historia de las alteraciones de Aragón en el reinado de Felipe II, muy celebrada tanto en España como en el extranjero.

En el transcurso de su vida, además de las ya citadas, se le fueron confiriendo numerosas condecoraciones españoles y extranjeros, como las de Carlos III, de Leopoldo de Austria, de Leopoldo de Bélgica, la vaticanista de Pío IX, las de San Mauricio y San Lázaro de Cerdeña, del León Newlandés, Alejandro Nevniski de Prusia, las de San Francisco y del Mérito de las dos Sicilias, de Cristo y de la Concepción de Portugal, de la Legión de honor francesa y otras de Turquía, Persia, etc

Dejó una riquísima biblioteca en la que figuraba el manuscrito original que se considera como legítimo del Poema del Cid, que muchos años después, en 1898, ha sido impreso en facsímil con gran riqueza bibliográfica por el hispanista norteamericano M.Huntington.

Falleció el marqués de Pidal el 28 de diciembre de 1865, y su cadáver fué trasladado a Covadonga e inhumado en un antiguo sepulcro que había sido concedido en vida por el Cabildo de aquella Colegiata.

Como homenaje póstumo a su memoria sólo tenemos noticia del tributado por el Ayuntamiento ovetense, que dedicó una calle a su nombre en 1887.

Pidal y Carneado figura en el catálogo de autorizados editado por la Academia de la lengua.

Obras Publicadas en volumen:

I—Ocios de mi edad Juvenil. (Oviedo. 1818: colección de poesías).

II—Discurso Parlamentario sobre el restablecimiento del diezmo. (Madrid, 1838?)

III—Galería de hombres célebres contemporáneos o biografías y retratos de todos los personajes distinguidos en nuestros días en las ciencias, en Ia Política, en las armas, en las letras y en las artes. Madrid 1841-46; nueve tomos en octavo Mayor, en colaboración con otros escritores)

IV.—Colección de algunas poesías castellanas anteriores al siglo XV para servir de continuación a las publicadas por don Antonio Sánchez. (Madrid, 1841, recogidas después estas dos colecciones en el tomo LVII de la Biblioteca de Autores Españoles, de Rivadeneyra ).

V.—¿tomó de Burguillos y Lope de Vega son una misma persona? (Madrid, ,1842¿trabajo publicado antes en la Revista de Madrid).

VI.—Importancia del estudio de la Jurisprudencia y la Legislación, (Madrid, 1843, discurso de apertura de la Academia de Legislación y Jurisprudencia)

VII.—Formación del lenguaje vulgar en los Códigos españoles. (Madrid, 1844, discurso de ingreso en la Academia de la Lengua)

VII—Fragmento de un Poema castellano antiguo. (Madrid, 1856).

IX.—Discurso. (Madrid, 1858: en la inauguración de la academia de Ciencias Morales y Políticas el 19 de diciembre de ese año)

X.—Historia de las alteraciones de Aragón en el reinado de Felipe II, (Madrid, 1862-63. Tres tomos en cuarto)

XI.—Vindicación de un Prelado de Ia Iglesia católica. (Madrid, 1866? . Sobre don Alonso de Cartagena)

XIl.—Lecciones sobre la historia del Gobierno y la Legislación de España, desde los tiempos primitivos hasta la reconquista, pronunciadas en el Ateneo de Madrid en los años de 1841 y 42. (Madrid, 1880; Obra póstuma).

XIII.—Estudios literarios, (Madrid, 1890; dos tomos en octavo que recogen la mayor parte de los trabajos publicados en periódicos, con una noticia biográfica de introducción).

Trabajos sin formar volumen:

1.—Colaboración en la Enciclopedia española del siglo XIX Biblioteca completa de ciencias, literatura, artes, oficios, etc., por una Sociedad de literatos españoles y hombres especiales en diversas ciencias y profesiones. (Madrid, 1842).

2.—Adiciones al Fuero Viejo de Castilla, (En el tomo I de códigos españoles, Madrid, 1847).

3.—Colaboración en los tomos XXIV al XLIII de documentos inéditos para la historia de España. (Madrid, 1854-63; con Salva y Miraflores)

4.—Discurso de contestación al ministro de Fomento en el acto de apertura de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. (En el tomo I de Memorias de esa Academia, Madrid, 1861).

Obras inéditas:

—Elementos de Derecho civil. (MS.).

—Tablas históricas y cronológicas de la Historia de España desde los tiempos primitivos hasta nuestros días (MS.).

Referencias biográficas:

Álvarez de Lorenzana (Juan).—Un estudio biográfico.

Amezua (A. G. de) —D. P. J. Pidal… Bosquejo biográfico. (Madrid, 1913)

Anónimo—Introducción. (Al frente del primer tomo de la obra Estudios literarios, Madrid, 1890, del propio Pidal).

Ochoa (Eugenio de).—Memoria necrológica del Excmo. Sr, D. (En Memorias de la Academia de la Lengua, tomo I. 1870. leída en la sesión de abril de 1866}.

Olay Argüelles (Leopoldo).—Biografía. Don Pedro José Pidal, primer marqués de Pidal, (En Asturias, Órgano del Centro de Asturianos, Madrid, octubre de 1896).

Placer Bouzo (C.).—El Marqués de Pidal. Apuntes biográficos: (En la Ilustración Gallega y Asturiana, Madrid, 8 de febrero de 1880)