Eclesiástico que floreció en la primera mitad del siglo XVII como hombre muy versado en asuntos jurídicos y que llegó a la dignidad episcopal. Algunos autores le confunden con su homónimo, reseñado a continuación, de quien seguramente fué familiar tal vez tío.
Nació Juan Queipo de Llano en San Pedro de Arvas, Concejo de Cangas del Narcea (entonces, Cangas de Tineo), en el año 1584, hijo de don Suero de esos apellidos y doña María Flórez de Sierra.
Comenzó sus estudios por los de Latinidad en la villa de Cangas, los continuó con los llamados de Artes en la Universidad de a Oviedo y después con los de Leyes y Cánones en el Colegio de San Pelayo de Salamanca, en el que ingresó en 1610, el 6 de marzo de 1612 alcanzó una beca en el Colegio Mayor de San Bartolomé, de esa misma ciudad, y ya en el disfrute de ella, en el mes de setiembre, obtuvo el grado de licenciado en Leyes. Sin abandonar sus propios estudios desarrolló funciones de profesor en la Universidad salmantina lo fue de Instituida en 1615, de Digesto viejo en 1617 y de Prima de Leyes en 1621. Al año siguiente, en octubre, alcanzó el grado de doctor, concediéndoselo entonces en propiedad esa última cátedra. Por este tiempo,según se anota en el Libro de recepciones del Colegio de San Pelayo. “fue visitador del Colegio de San Pedro y San Pablo de la Universidad de Alcalá, por expresa orden del Real Consejo de Castilla”.
Poco después, a consecuencia de sentirse desairado por la Universidad el Colegio Mayor de San Bartolomé con ocasión de las exequias a Felipe III, esta comunidad decidió celebrarlas independientemente en su capilla, por lo que el Claustro universitario tomó el acuerdo de expulsar de su seno a los profesores pertenecientes a ese Colegio. Queipo de Llano fue uno de los destituidos. Pero el Consejo Real anuló ese acuerdo y restituyó en sus cátedras a los profesores expulsados de la Universidad. Sin embargo, Queipo de Llano desempeñó su cátedra poco tiempo, pues Felipe IV le nombró en 1623 oidor de la Chancillería de Valladolid, cargo que desempeñó hasta 1628 simultaneado con el de profesor del Colegio Mayor de Santa Cruz.
En ese año fué destinado a Roma como auditor del Tribunal de la Rota, puesto que desempeñó con gran capacidad, premiada con distinciones por el papa Urbano VIII.
Vuelto a España en 1634, obtuvo el cargo de presidente de la Chancillería de Valladolid y al mismo tiempo una canonjía en el arzobispado de Santiago de Compostela, concesiones espontáneas de Felipe IV, que apreciaba grandemente los méritos de Queipo de Llano. Poco después le Concedió el rey una canonjía en el arzobispado de Toledo, y más tarde, en 1638, le propuso para la mitra de Pamplona, de la que tomó posesión al año siguiente. Fué de este obispado un gran propulsor del bienestar público. A la voz desempeñó interinamente el cargo de virrey de Navarra, que no quiso aceptar en propiedad cuando se lo propuso el rey pero que desempeñó acertadamente. Entre otros servicios de orden civil estuvo el de presidir las Cortes de ese reino. En el antes citado Libro de recepciones se dice a este respecto: “Tuvo el noble ejercicio de virrey y capitán general de todo el reino de Navarra, encontrándose a este gran prelado igualmente capaz para manejar el cayado que el bastón, porque se sabía cuando era necesario trocar el silbo de pastor en orgullo de capitán”.
En el año 1647 fué promovido a la mitra de Jaén, y de obispo aquí falleció poco después, el 3 de noviembre de ese mismo año.
Sus restos fueron trasladados a la villa de Cangas, donde reposan en la iglesia de la Colegiata. En esa villa, por la que sentía un gran cariño, había fundado tiempo atrás un convento para religiosas dominicas recoletas.
Obras inéditas:
—Decisiones Rotas. (MS. de paradero desconocido sobre dos del Tribunal de la Rota)
—De liberis et postumis, comentaria. (MS. en el Colegio Mayor de Cuenca).