ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

REGOYOS VALDES (Darío)

Pintor contemporáneo, fallecido. Fué el introductor en España en los últimos años del siglo XIX de la escuela pictórica conocida con el nombre de Impresionismo y por su aclimatación entre nosotros luchó con ejemplar perseverancia en medio de la burla y la indiferencia generales. Por esto tal vez fue el pintor más discutido y negado de la pintura contemporánea española, lo que no le ha impedido adquirir una fama perdurable.

Los motivos principales de su arte se los ofrecía la naturaleza. Prefirió siempre el paisaje a la figura viviente. Juan de la Encina lo indica con estas palabras: «Darío de Regoyos hizo de su vida una peregrinación constante: buscaba sin reposo y sin cansancio los aspectos pintorescos y típicos de la vida, unas veces, graciosos, otras, trágicos; y sobre todo, lo que buscaba era la luz, y como un voluptuoso irremisiblemente atraído por la variedad de los placeres se anega en ellos sin hartarse y les pide por momentos goces más profundos, así él pedía siempre a la luz nuevos aspectos, variaciones nuevas, armonías no previstas, vibraciones, destellos, cabrilleos insospechados hasta entonces”.

Con referencias más concretas al paisajista, escribió Salaverría: «Regoyos tenía temperamento de paisajista, y se limitó al paisaje. Para él no existía el mundo sino en forma de paisaje. Y para él todos los paisajes eran dignos de amor, con sol, con niebla, románticos, jocundos, espléndidos o humildes. Su alma vivaz y fervorosa sabía animar cualquier pedazo del mundo, hasta los más modestos. Al contrario, sentíase más voluntariamente atraído por los pedazos humildes del universo como un verdadero cristiano en arte. El paisaje de gran estilo, los panoramas elocuentes y teatrales no le entusiasmaban.

Pero esos paisajes y todos sus otros temas encontraron la repulsa, la indiferencia, la discusión por la forma en que estaban concebidos, reñida con la manera clásica y académica, que consistía en cuanto al modo de hacer en poner sobre el lienzo los colores simples, sin previa mezcla en la paleta,para que a la contemplación surtiere el efecto de la mezcla y la combinación por efecto óptico. Como toda novedad, encontró furiosas resistencias que se fueron atenuando hasta concluir en la aceptación de lo que se tuvo por revolucionario. Así lo apreció el crítico Vega y Goldoni en 1908 al decir que «habiendo ido años y años contra la corriente, hay, al cabo de vueltas y revueltas, viene a ser comprendido, o, al menos, tomado en consideración por los que antes le negaban con sistemática testarudez y le ponían en solfa con chanzonetas de gusto ambiguo …como Claude Monet en Francia. Darío de Regoyos ha tenido que recorrer un largo y doloroso calvario en la España de nuestras rutinas. Mas, al fin, ahora parece que una mayoría, dentro del público inteligente, comienza a enterarse del talento que posee el convencido impresionista”.

Darío de Regoyos nació en Ribadesella en el año 1857,y no en el 59,como anotan Ossorio y Bernard y los que han seguido a éste,ni tan poco en Madrid, al decir del primero.

«Su familia, según creemos—dice Juan de la Encina — procedía de las Encartaciones su padre fue arquitecto y académico de Bellas Artes». Le llevó a Asturias una contrata de varios trozos del ferrocarril del Norte y en Ribadesella constituyó su familia, a la que dejó al morir en excelente posición económica.

Desconocemos qué estudios habrá hecho Daría de Regoyos ni otras particularidades de su vida hasta que en 1877, a los veinte años.ya fallecido el padre, se traslada a Madrid, decidido a perfeccionar y completar unos conocimientos pictóricos que ya poseía y había ensayado con buena disposición. “Si Regoyos hubiera seguido su familiar destino—dice Soriano— fuera un abogado, un constructor de casas, un magistral de Catedral…Sus parientes fueron gobernadores: su apellido vistió severas togas”.

Regoyos ingresó entonces en la Escuela Superior de Bellas Artes. “La Escuela de Pintura—sigue diciendo Soriano—, donde se anquilosaban y momificaban en nocturnas veladas marchitos jóvenes, fué su jaula durante algunos meses”. También hizo estudios en el Museo del Prado. Pero lo que más contribuyó a descubrir su propio temperamento fueron las lecciones recibidas del pintor belga Carlos de Haes. “Harto de copiar—dice el citado autor—a emperadores romanos, paisajes bordados de almohadón, inocentes estampitas de educanda, fuá a la sala de Haes, precursor de las modernas escuelas”. Del maestro belga se advierten influencias en las obras más antiguas que se conocen de Regoyos.

Sólo permaneció ésta en Madrid unos dos años. En 1880 marcha a París atraído por la nueva expresión pictórica, el impresionismo, que trataba de imponerse. A esa fecha corresponde el verdadero comienzo de su campaña artística y de su entrada en una vida nómada y bohemia, cosas ambas en que persistió hasta su muerte. Residió en París algo más de un año, tiempo que le bastó para alcanzar grandes progresos en la nueva manifestación artística, amigo o discípulo de los pintores más caracterizados dentro de esa tendencia, tales como Manet, Monet, Sisley, Degas, Pissarro y Renoir. Estos dos últimos influyeron en él con mayor decisión. Como ha dicho Manuel Abril, aprendió «claridad en Pissarro y matiz en Renoir”.

A comienzos de 1882 se le encuentra en Bruselas, rodeado de fuertes estimaciones por su maestría pictórica, amigo de intelectuales y artistas de sólido prestigio y más amigo todavía de otros que luchan todavía por alcanzarlo, con los cuales comparte una vida bohemia a la que él presta uno de los mejores alicientes como tocador diestro de guitarra que es.

En una Exposición celebrada en Bruselas por la sociedad artística Essor en enero de ese año, se había dado a conocer públicamente con cuatro grandes dibujos sobre temas españoles,que le habían valido calurosos parabienes. Uno de sus varios viajes emprendidos durante su permanencia en Bélgica (viajes por Inglaterra, Holanda y Francia), lo hizo por tierras de España y Marruecos en octubre del citado año en compañía de varios artistas y escritores belgas. A su regreso, en abril del 83, en el mismo local de Essor y en sociedad con Van Rysselberghe y Carlet celebró otra Exposición de cuadros sobre temas españoles y marroquíes. En 1884 fundó en Bruselas con otros diecinueve pintores, todos ellos reñidos con las normas clásicas.el grupo denominado La Cerole des Vingt, que en ese mismo año realizó la primera de las exposiciones anuales que se proponían celebrar. La exhibición colectiva de las obras fue acogida con indiferencia o burlas por el público, pero no dejó de encontrar plumas enteradas que salieran a la defensa de los expositores.

En 1888 llevó a cabo otro viaje por España, acompañado del escritor belga Verhaeren, el cual recogió sus impresiones en una serie de crónicas que se insertaron en L’Art Moderne de donde Regoyos las tradujo e ilustró con dibujos en negro ligeramente tocados de aguada y publicó en Barcelona al año siguiente bajo el título de La España Negra, de cuya edición recogió luego la mayor parte de los ejemplares, por lo que ha venido a ser libro raro.

En 1890 Regoyos fija su residencia en España. Encantado de la naturaleza del país vasco, en él permanece lo más del tiempo desde entonces, al punto de que como vasco se le considera. En esa tierra, en 1895, contrajo matrimonio con una señorita de nacionalidad francesa. Pero su espíritu sigue siendo né moda y bohemio y le impele de continuo a la movilidad.

Salaverria evoca su figura de bohemio de esta forma: “Siempre recuerdo con tierna melancolía la facha de Regoyos, apareciendo en la pulcra, bien vestida y un poco filistea ciudad donostiarra (San Sebastián) con todo desaliño grotesco e infantil. Su sombrero excesivamente encasquetado, su bigote gris, sus ojos entre pueriles y maliciosos, su gabán desgarbado y su paraguas de tela de algodón muy enrollado bajo el brazo”. En cuanto a su movilidad, le dedica estas palabras:” Regoyos tenía el alma errante e inquieta del viajero, del gitano, del vagabundo. Le costaba muy poco trabajo reunir a su esposa y sus hijos, enfardar su equipaje y huir lejos”.

Para este nomadismo buscaba las más pueriles justificaciones. Con la disculpa de necesitar un clima cálido para curar una bronquitis, traslada la residencia a Mallorca; por motivo de un ataque de reuma, tal vez imaginario, se marcha a Las Landas, en Francia. Estas continuas andanzas le permitieron recoger paisajes de las más diversas regiones españolas. Pero como el rendimiento económico de su arte no le compensaba de estos traslados de domicilio y como, por otra parte, el aficionado a las especulaciones con los valores cotizados en Bolsa, que le causaban más quebrantos que provechos, su patrimonio iba en rápido descenso hacia la estrechez económica.

Desde su asiento en España acude con una perseverancia a toda prueba a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, como artista decidido a imponer su arte al gusto imperante; apenas obtiene premios por unas obras que, tiempo después, habría de reputarse como maestras. Su concurrencia es por este orden: 1890, cinco cuadros: 1892.

siete; 1895, cinco paisajes urbanos y agrestes, uno La calle de Alcalá, otro, asturiano, Picos de Europa, con los que obtuvo aplausos de la crítica y se censuró que no fuera premiado; 1897, siete lienzos; 1899 cinco, entre ellos Tarde de Oyarzun (Guipúzcoa) y El tendido de sombra, muy celebrados; 1901, diez, que tampoco le conquistaron medallas, mientras se le premia en Exposiciones Internacionales de Berlín y Amsterdam; 1904, siete cuadros, todos elogiamos por la crítica de más autoridad, y entonces se le concede una mención honorífica; 1908, seis con uno de los cuales, La procesión de capuchinos, alcanza una tercer medalla.

Mientras le llegaba tan regateadamente el reconocimiento de sus méritos en su patria, en el extranjerro se robustecía su reputación. Además de los citados premios en Exposiciones Internacionales, como concurrente a los Salones de París en los años 1894 y 1895 había conquistado en Francia gran reputación.

En abril de 1908 celebró en Madrid su primera exposición individual, en el Salón Vilches. Se suscitó, como siempre, la divergencia de opiniones. Pero él no claudicaba; seguía impertérrito su ruta, Como dice Salaverría: “su alma fresca, primaveral, no conocía el odio ni el despecho… en su alma noble no había impaciencias, ni la irritación del no comprendido, ni tampoco un demasiado anhelo de gloria. La gloria podía o no podía llegar; no le carcomía la idea del éxito”.

No parecía desde luego importarle que en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes no se le hiciera de una vez justicia. Él continuaba concurriendo a ellas como si le fuera a sonreír el éxito en cada una. A la de 1910 envió un paisaje francés y dos castellanos, y a la de 1912 seis paisajes españoles y franceses.

Y habría continuado como concursante de esos certámenes, de no sorprenderle la muerte, poco después de la celebración de ese último, encontrándose en Barcelona, en noviembre de 1913.

De no haber creado obra genial, con su muerte se habría extinguido el recuerdo de ella. Pero no ha sucedido así. Sólo en el año 1916 se exhibieron públicamente obras suyas en tres ocasiones. En la Exposición regional celebrada en Oviedo, tres cuadros: Muñeira, San Feliu de Torrelló y Playa de Algorta. En la Exposición de Artistas Vascos celebrada en Madrid se le dedicó una sección especial y en las Galerías Layetanas de Barcelona se le destinó toda una sala.

Bilbao y Madrid han vuelto a recordar al artista desaparecido. La primera ciudad presentó una instalación especial de sus obras dentro de la Exposición Internacional celebrada allí en 1919; Y en las dos ciudades hubo exposiciones individuales de sus obras en 1921. En el Museo de Bilbao se conserva uno de los cuadros más celebrados de Regoyos: Los niños bañandose.

Referencias biográficas:

Encina (Juan de la).—Un estudio. (En la revista España, Madrid, 1915)

Idem.—El pintor franciscano Dario de Regoyos. (En el folleto Guinard y Regoyos, Bilbao, 1921).

Gadez (Dario de).—La Exposición de Regoyos. (En Nuevo Mundo, Madrid, 1908)

Galvez (Manuel).—Darío de Regoyos. Monografía. (Buenos Aires, 1912)

Loyarte (A. de).— Regoyos y Uranga. (En La Lectura, Madrid, 1909)

Pantorba (Bernardino de) — Los grandes pintores asturianos: Darío de Regoyos. (En la revista Norte, Madrid, noviembre de 1931)

Pedroso (Manuel) — Darío de Regoyos y los paisajes de España. (En La Nación, Buenos Aires, enero de 1925)

Salaverría (José María) — Una semblanza. (En el libro Retratos, Madrid, 1926).

Vegui y Goldoni (Ángel) — Un estudio. (En la lectura, Madrid, abril de 1908).