Sacerdote y escritor contemporáneo, fallecido. Por la circunstancia de haber nacido en Valgranda, arrabal de Avilés, se le conocía popularmente por Angel o Angelón de Valgranda. Nació el 23 de junio de 1839. Fueron sus padres don Juan Rodríguez García y doña Josefa Alonso Alvarez.
Después de cursados los estudios elementales se trasladó a seminario de Valdediós (Villaviciosa), en el que comenzó a estudiar la carrera eclesiástica, concluida en el de Oviedo. Fue un estudiante de gran disposición y aplicación, que le permitieron poseer muy extensos conocimientos en Humanidades, Filosofía y Teología, le Ilevaron a formar parte del profesorado del primero de esos dos seminarios apenas concluidos sus estudios. Después pasó también como profesor al de Oviedo, cargo que desempeñó por espacio de muchos años, así como el de rector del mismo centro.
Con la enseñanza y sus deberes sacerdotales, alternó actividades de escritor, especialmente como periodista, un periodista de combate, que defendía con gran entereza sus convicciones. Después de colaborar en periódicos ovetenses de orientación tradicionalista y católica, fundó con Dionisio Menéndez de Luarca el diario La Cruz de la Victoria (1886); en él, además de trabajos sueltos diversos, redactaba una sección fija bajo el título de Incidencias de la Cruz con pluma polémica, sección que contaba con muchos y muy asiduos lectores por las frecuentes tempestades que provocaba.
Desde esa sección dio lugar con sus ataques a que el escritor humorista Agustin Bravo (Roque) le gastara la jugarreta de enviarle unas crónicas de carácter científico con la firma de Timoteo Horque, fingiéndose un sabio extranjero que recorría el país asturiano en plan de estudios, crónicas que La Cruz de la Victoria insertó con todo honor para después darse cuenta de que había ensalzado con los mejores adjetivos al mismo que combatía.
Ciertos conceptos vertidos en una ocasión por Angel Rodríguez en su diario dieron lugar a una amonestación del obispo Fr. Ramón Martinez Vigil. Esto originó una polémica entre el sacerdote y el prelado, que acabó exasperando a éste, quien tomó la determinación de despojar al sacerdote de su cargo de rector del Seminario, enviándole, a modo de destierro, a regentar la parroquia de Muros del Nalón. Desde aquí, Rodríguez Alonso continuó sosteniendo sus puntos de vista como si nada hubiese sucedido y no dió fin a la controversia, por su parte, hasta que el obispo consiguió que se le clausurara el periódico. Muy pocos días después, Rodríguez Alonso regresaba a Oviedo (diciembre de 1889) y sacaba nuevamente el periódico a la calle, solo que con el título cambiado, en vez de La Cruz de la Victoria, lo titulé La Victoria de la Cruz. En él continuó impertérrito sus campañas periodísticas, con una entereza de carácter verdaderamente indomable, a prueba de contratiempos. Uno de ellos fué la condena de que se le hizo objeto en febrero de 1893 a dos meses y un día de prisión y ciento veinticinco pesetas de multa. Dejó de publicarse ese diario, que ya había vuelto a su título primitivo, en julio de 1900.
Por entonces se le nombró vicario del convento de monjas de Santa Clara y muy poco después (1901) el diputado a Cortes por Avilés, Julian García San Miguel, le consiguió una plaza de canónigo en el Cabildo de la Catedral ovetense. Al enterarse de que para ocupar este cargo tenía que cubrir el requisito de pasar por la prueba un examen, Angel Rodríguez se negó en redondo a ser examinado por los que, en su mayoria, habian sido discípulos suyos, y declaró: “Primero no soy canónigo en el resto de mi vida que dejarme examinar por quienes me han pasado por la manga”. Fué preciso admitirle en el Cabildo sin que cumpliera tal requisito.
Posteriormente la Diputación provincial le concedió la capellanía del Hospicio, que desempeñó hasta su fallecimiento, ocurrido en abril de 1913.