Escritor contemporáneo, nacido en Villalegre (Avilés) el 13 agosto de 1877, hijo de don Manuel Rodríguez García y de doña Ramona Rodríguez López, de humilde posición económica.

Esta circunstancia, no obstante su afán de estudio, sólo le ha permitido adquirir una deficiente instrucción primaria. Sin otras armas para la lucha por la vida y sin otro porvenir que el que pudiera depararle la aventura de la emigración a América, en la adolescencia marchó a Cuba, isla todavía sujeta a la soberanía de España. Y el porvenir en Cuba fue el de caer en la esclavitud en la que vivía entonces la dependencia comercial y más en el comercio de los pequeños poblados donde trabajó sin más descanso que el concedido para el sueño y pésimamente remunerado. Si quiso entregar algún cuarto de hora a enriquecer su pobre ilustración, tuvo que descontarlo a las escasas horas destinadas a dormir o hurtarlo escondido al trabajo.

Las condiciones en que se desenvolvió su vida iban labrando su espíritu con artistas de rebeldía, que era la consecuencia. Al sobrevenir la guerra de Independencia cubana (1895) el mismo Estado huraño al que nada debía le obligó a tomar un fusil, aun cuando no tenía la edad militar establecida por las leyes. Luchó con todo ardor y entusiasmo; Fué de los que aguantaron heroicamente el sitio puesto a Candelaria por los insurrectos del 5 al 7 de febrero de 1896, hasta que el general Francisco Canella Secades libertó a los sitiados.

Pero concluída aquella guerra y aguzada sus acentos de rebeldía en lecturas de Joaquín Costa y otros escritores de la llamada generación del 98, se sintió desmayado y casi arrepentido de aquel comportamiento con su patria. “Me examiné culpable – dice él mismo – por haber combatido contra los hijos de un país que tenía sobrada razón para pedir su libertad; aunque mi culpa era inconsciente, por obediencia patriótica, se alzó en mí el fantasma de la protesta”.

Hacia 1900 aparecieron sus primeras colaboraciones en el periddico El Güireño, que se publicaba en Güira de Melena. También acogió trabajos suyos El Heraldo de Asturias, de La Habana.

Por ese tiempo había conseguido independizarse de la tiranía comercial y en el pueblo de Alquízar un establecimiento comercial propio, pero este negocio no fué todo lo próspero que apetecía, y en 1902 se trasladó a Méjico, por si en esta República encontraba mejores posibilidades de properidad.

Los primeros años de su residencia en este país estuvo destinado en el ramo de tejidos. Después fué administrador de fábricas y más tarde agente propagandista de los Almacenes de Depósito Generales. Con ese motivo, desde 1907 hasta 1914 viajó desde Texas y California hacia el Sur por casi toda la América hispana.

En los años anteriores al comienzo de la revolución mejicana de 1910 estuvo al servicio de esta causa. La redención del campesino mejicano, sobre todo, movió su pluma a campañas vehementes. Entre los periódicos donde publicó sus trabajos figuran el Heraldo, de Durango, con el seudónimo Capuchín, tomado de la alteración presódica en labios de una niña que quería llamarle gachupín; en La Prensa, de Monterrey y Correo Español, Argos y El Mundo, los tres de Méjico capital. Otra faceta de sus campañas era la de procurar la simpatía y el acercamiento de los intelectuales americanos a la España progresiva; tal empeño le proporcionó estrechas relaciones con mejicanos y otros hispanoamericanos de fuste, especialmente con José Vasconcelos, en consagra a José Maria Rodríguez casi todo un capítulo del libro Mises criollo.

En 1914 José Maria Rodríguez se repatrió y poco después contrajo matrimonio en el barrio avilesino de nacimiento con doña Luz García Alvarez. Algo más tarde trasladó su residencia a Gijón, donde vive desde entonces. Por espacio de algunos años administró el café de su propiedad Lyon D’Or y después se dedicó a negocios particulares.

Después de repatriado continuó colaborando en algunos periódicos regionales, con mayor asiduidad en La Voz de Avilés, bajo el seudónimo de José de Muñás, en los años 1915 y siguientes. Su principal labor de publicista ha sido la de recoger la polémica sostenida por Vasconcelos y Santos Chocano, que dio lugar a la muerte alevosa por este último del escritor Edwin Elmore, polémica recogida en el volumen anotado a continuación.

Obras publicadas en volumen:

I.—Poetas y bufones: Polémica Vasconcelos-Santos Chocano. El asesinato de Edwin Elmore. (Barcelona, 1926).