ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

RUIZ GOMEZ (Servando).

Padre del reseñado anteriormente. Político y escritor de la segunda mitad del siglo XIX, del que hemos dicho en otro lugar: “Pocas vidas de políticos asturianos del siglo XIX habrá tan interesantes como la de don Servando Ruiz Gomez, no sólo por su propio desenvolvimiento sino por la mirada panorámica que permite sobre una extensa época de la turbulenta política española de esa centuria. Aumenta ese interés la dispar interpretación que ofrece esa existencia individual: voluble y contradictoria a una mirada simplista, y de una integridad, sinceridad y honradez en línea recta, vista con detenimiento; cualidades que le elevan al rango de uno de los políticos más beneméritos de su tiempo”. Y hemos de añadir, como prueba irrecusable de que no ha hecho granjería de su predicamento político, que tratándose de un hombre austero en su vida privada, rico por su cuna y acrecentada esa riqueza con la considerable de su esposa, no sólo no acrecentó sus riquezas como hubiera podido fácilmente, al amparo de la política, sino que dejó considerablemente mermados su patrimonio y el de su compañera.

Nació Ruiz Gomez en Avilés, en hogar opulento formado por don Antonio de esos apellidos y doña Juliana Gonzalez Llanos. Su fecha de nacimiento es la del 23 de octubre de 1821; todas las otras que se citan en diferentes lugares son erróneas.

Caracterizado su padre de fervoroso constitucionalista, prestó entusiasta apoyo a este régimen político impuesto por el general Riego, por lo que al sobrevenir la reacción absolutista de Fernando VII en 1823, no le quedó otro recurso a Don Antonio que el de emigrar. Se traslada con la familia desde La Coruña a la isla de Jamaica y poco después a la de Cuba; contaba su hijo Servando poco más de dos años cuando esto sucedía.

Muy entendido el padre en asuntos financieros, decidió establecer en La Habana una casa de Banca, la que alcanzó rápidamente crédito y movimiento extraordinarios, éxito al que concurrían dos sucursales establecidas en Paris y Londres.

Probablemente Servando asiste al Colegio dirigido en La Habana por el P. las Casas; al cumplir los trece años su padre le envió a Europa; el pequeño Ruiz Gomez reside sucesivamente en colegios de Alemania, Francia e Inglaterra, en los que, a la vez que adquiere el perfecto dominio de esos respectivos idiomas, alcanza sólida cultura en disciplinas de Economía, Derecho, Administración y Finanzas, que habrían de ser el fundamento de su personalidad política ulterior.

En 1842 regresa a España, al lado de la familia ya repatriada y residente en Gijón. El amor le sale entonces al paso con una fogosa pasión de los veintiún años por una distinguida joven de la villa, y el padre, a fin de obstaculizarla, le aleja de Gijón con la encomienda de algunas comisiones bancarias en París y Londres, terminadas las cuales le envía a La Habana, a la dirección de su casa de Banca, para donde sale Ruiz Gómez probablemente en 1845.

De este suceso, aunque sin alusión a él, probablemente han tomado pie algunos biógrafos para asegurar que estuvo dedicado en los años mozos al comercio en la capital de Cuba. Si por comerciar se entiende que estuvo más o menos al frente de los negocios paternos, nada hay que oponer. Pero conviene aclarar que Ruiz Gómez, pese a sus pocos años, vivía en la Habana casi como un gran personaje, al abrigo de las más altas protecciones, entre ellas, la del capitán general de la isla, y que desplegó actividades de responsabilidad como individuo de la Junta de Fomento (1847-49), puesto que le inició en su larga carrera político-administrativa. Se puede asegurar que más que administrador de los intereses paternos fue despilfarrador de ellos porque seguía la táctica de gastar hasta el derroche para que el padre le llamara a su lado, con lo que podría volver al de su amada, cosa que consiguió al comiendo del año 1849.

Reside primeramente en La Coruña breve tiempo y comienza a actuar en política afiliado al Partido Progresista. Se traslada después a Oviedo con la señorita avilesina Maria Teresa Arias Carvajal contrae matrimonio en 1849.

Continúa residiendo en Oviedo, alternando con sus estudios de carácter económico las actividades políticas con acentos revolucionarios, y cuando la revolución de julio de 1854 figura como miembro de la Junta encauzadora de ese movimiento, presidida por don José Maria Bernardo de Quirós, Marqués de Camposagrado. Fué después alcalde constitucional de Oviedo, puesto en el que acreditó sus nada comunes dotes de gobernante, sobre todo con motivo de la invasión del cólera morbo asiatico.

Esa mudanza política del año 54 le favoreció para adquirir relieve nacional. En las elecciones de diputados a las Cortes Constituyentes convocadas poco después fué de los electos por Asturias. Aunque de expresión premiosa, tanto por ciertas dificultades físicas como porque no dominaba completamente su propio idioma, acostumbrado al manejo diario de otros, era hombre de conceptos claros y rotundos lo que le permitió distinguirse en esas Cortes como uno de los oradores del Partido Progresista más autorizados en materias de orden económico, sobre todo en la defensa del sistema librecambista. “Es de notar – hemos apuntado en otro sitio -, en esta su actuación parlamentaria del 55 al 56 que, habiendo sido un decidido partidario del sistema unicameral, el tiempo se había de encargar de darle por muchos años actividades de senador electo y vitalicio, cosa que se presta, a una mirada simple, para sacar la contradicción la consecuencia de que Ruiz Gómez haya sido un político voluble”.

Después de disueltas esas Cortes y de anulada por O”Donell la reciente aprobada Constitución, que nunca estuvo en vigor, Ruiz Gomez se retiró a Asturias en espera de un cambio político más favorable. Pero no se retiró a descansar. Residente en Gijón, aquí desplegó sus actividades políticas cuanto lo permitía la situación. Las actividades de escritor escasamente ensayadas hasta entonces cobraron en él los bríos de toda su energía y en esa villa fundó y dirigió los semanarios El Eco de Gijón (1861) y La Crónica (1863)

En 1864 se trasladó nuevamente a Madrid, solicitado su concurso por destacados elementos gestores de la revolución política ya iniciada. Entonces desarrolla intensas campañas periodísticas desde las columnas de El Universal, La Iberia y Las Novedades, pero muy principalmente desde La Soberanía Nacional, periodico que redacta con Olózaga, Montemar, Sagasta y otros bajo la dirección de Angel Fernández de los Ríos, y del que hacen un gran baluarte contra Isabel II y la dinastía borbónica.

A la vez toma parte activa en conspiraciones revolucionarias, especialmente en la dirigida por don Joaquín Aguirre y que culmina en la sublevación del general Prim, jefe del Partido Progresista, desarrollada en Aranjuez en los primeros días de enero de 1866. Fracasada esa intentona antidinástica, Ruiz Gómez pasa la frontera francesa y se refugia en París, junto con otros revolucionarios, entre los que figura Sagasta, que se ven precisados a vivir en la expatriación del auxilio de don Servando, único de ellos que disponía de recursos económicos abundantes.

Tras dos años largos de voluntario exilio regresó Ruiz Gómez a España. Se situó en Oviedo, sin desmayo ante los fracasos, dispuesto a prestar todo su concurso al proceso revolucionario. Figuró como uno de los miembros más activos en la Junta encauzadora en la provincia del movimiento antidinástico, y al triunfar la revolución en setiembre de 1868 con la caída de Isabel II, pasó a desempeñar el cargo de gobernador civil, que ejerció con gran tino en medio de la conmoción honda experimentada por el país, hasta el 18 de octubre.

Requerido por su amigo el ministro de Hacienda del Gobierno provisional, Laureano Figuerola, se trasladó a Madrid a ocupar el cargo de director general de Rentas Estancadas y Loterías. Debido a su tendencia a restringir el libre comercio del tabaco, que el ministerio no compartía, éste le trasladó a la Subsecretaría del Ministerio. Continuó de subsecretario con el ministro siguiente, Ardanaz, pero remuneció el cargo al tomar posesión de la cartera (1870) Segismundo Moret. Su gestión en esos altos cargos le granjeó la aprobación unánime por la competencia que puso al servicio de ellos y la probidad de su conducta. Al mismo tiempo tuvo puesto en el Congreso por la jurisdicción de Avilés, de las dos en que fue dividida la provincia para esas Cortes Constituyentes (1869-71), y volvieron a reverdecer los lauros conquistados años antes como parlamentario. Su prestigio político quedó entonces bien cimentado en su extraordinaria cultura hacendística y la sinceridad en el mantenimientos de sus convicciones. No fue menos admirado por la agudeza de su ingenio en las interrupciones o al atacar a sus contrincantes. Le distinguía como orador una gran frialdad de palabra y de actitud, por lo que el conde de Toreno (Francisco de Borja Queipo de Llano) dice que en sus discursos “se diferenciaba poco cuando combatía de cuando apoyaba a un Gobierno”.

Esta condición de su oratoria contribuía a disimular su premiosidad, defecto que procuraba disculpar acusándose de que le faltaba la “memoria de las palabras”, cuando es lo cierto que poseía una de las memorias más portentosas, reconocida por sus coetáneos. Pero ese defecto de vocalización no le impidió ganar fama de palabra fácil, como asegura el autor anónimo del libro “La Asamblea Constituyente de 1869, quien dice “De fácil palabra y vasta inteligencia, escritor intencionado y profundo”.

Y ya que de juicios ajenos se trata, recogeremos el estampado por su también contemporáneo Francisco Cañamaque en la obra Los oradores de 1869: Perfiles parlamentarios, juicio del que, salvada la intención satírica que lo inspira, es una buena contribución para un retrato físico y moral de Ruíz Gómez. Dice: “Conocido por Servando el consecuente. Ha leído mucho, mucho. Su cabeza es un almacén. Habla de todo, y no pocas cosas las involucra, confunde, tergiversa y embrolla, acaso por exceso de lectura y de conocimientos… Puede ilustrar una cuestión cualquiera; pero tápesele la boca para que no acabe por divagar y confundirse…Es alto, buen mozo, barbudo, y asturiano que no pierde ripio”.

“En esos debates parlamentarios del 69 – copiamos palabras nuestras – dio nueva ocasión para que la posteridad la considera como un hombre inconsecuente, cuando sus volubilidades aparentes son producto exclusivo de una sinceridad de rigidez ejemplar. Siendo, como era, un hombre de ideología abiertamente liberal, en asuntos económicos mantenía ideas conservadoras, y esto le llevó a defender con toda energía el estanco del tabaco, frente a los que propugnaban por la libertad de cultivo y venta, puesto que, seducía al Tesoro. Por esta su actitud fue combatido de inconsecuente con sus ideas revolucionarias. Otra posición que, sin impedirle sustentar ideas políticas muy progresistas, apoyó en íntimas convicciones, fue la de sostener con toda energía la idea de llevar al Trono a un rey extranjero, como posible solución de los trastornos que ensombrecían la vida política del país. Tal actitud la adoptó con tanta entereza, que en junio 22 de 1870 renunció a su acta de diputado, dispuesto a no participar más en la vida pública, mientras España permaneciese sin rey digno de los destinos nacionales. Con tanta firmeza mantuvo su relación que, reelegido diputado, no ocupó su asiento en las Cortes, motivo por el que no partició en la proclamación por ellas de Amadeo de Saboya”.

No obstante, su liberalismo – liberalismo monárquico – se acentuó más por entonces, afiliándose al Partido Radical dirigido por Ruiz Zorrilla desde la muerte de Prim. En 1871 recibió el mandato de diputado a Cortes por el distrito de La Vecilla (León) dentro de esa fuerza política. Al constituirse en este mismo año el Gobierno presidido por Ruiz Zorrilla, éste le encomendó el Ministerio de Hacienda. Su paso por él fue tan breve- desde el 24 de julio hasta el 6 de octubre -, que apenas pudo desplegar iniciativas. La política se desenvolvía tan turbulentamente, que todos los buenos deseos de aquel rey caballeroso por reorganizar la vida nacional fueron al fracaso, y con ellos los de sus gobernantes.

En las elecciones siguientes para disputados a Cortes (1872-73), Ruiz Gómez fue electo por el distrito de Llanes. En junio del 72 volvió a desempeñar el puesto de Ministro de Hacienda también bajo la presidencia de Ruiz Zorrilla. Aunque la política desenfrenada lo trastornaba todo, esta vez pudo acometer proyectos y reformas administrativas que acreditaron su capacidad hacendística. Figuran entre otras iniciativas suyas menos importantes la creación de los Bonos del Tesoro, una emisión de Deuda en el mes de setiembre por ciento cincuenta millones de pesetas, que alcanzó el éxito, nunca visto hasta entonces, de ser cubierta por peticiones que alcanzaban la cifra de 1.223 millones, y el proyecto de constitución del Banco Español Hipotecario, que fue muy combatido en el Parlamento, pero que se aprobó al fin en el mes de noviembre.

Invadida la vida pública por una efervescencia política de acentuado tono republicano, como esperanza de remedio a los males naciones, y no vista con disgusto ni desde las alturas del Poder tuvo la gallardía de afirmar su credo monárquico, por estimar que el establecimiento de la República, sobre ser posibilidad remota, no vendría a remediar nada, en su opinión. Tal actitud – nueva apariencia de contradicción con su revolucionarismo – le creó una situación de alejamiento entre sus correligionarios y hasta entre sus compañeros de Gobierno, por lo que dimitió su cargo de ministro en diciembre del mismo año 1872.

Deicidido entonces Ruiz Gómez a alejarse de las luchas políticas, se trasladó a Francia. Residió primeramente en Marsella y luego en Nimes. Aquí se enteró en el mes de febrero (1873) de la abdicación de Amadeo I y la proclamación de la República, sistema de gobierno que él consideraba tan lejano. Inmediatamente regresó a Madrid y a su escaño del Congreso. Desde él, con su ideario, firme en sus ideales, contra lo que sus adversarios daban en propalar, se ratificó como monárquico constitucional, sin perjuicio de apoyar al naciente régimen republicano en lo referente a orden público y crédito nacional. A esta determinación asoció la de apartarse definitivamente del Partido Radical para militar en las filas liberales.

Mientras duró la República se mantuvo alejado de la política. Pero después de restaurada la Monarquía con Alfonso XIII, volvió a ella. Entonces fue elevado a la categoría (1875) de miembro del Consejo de Estado. Al año siguiente pasó a ocupar un puesto de senador electo por la provincia de Cuenca. Y el 3 de mayo de 77 se le nombró senador vitalicio, por si no bastaba que lo fuese de elección para que la vida, con su gran fuerza que hace juguetes de los hombres, le obligara a ser lo que años atrás había combatido.

Dejó entonces de militar activamente en los partidos políticos pero manteniéndose en su ideario liberal, como lo demostró al disentir con la Constitución de 1876 sosteniendo el criterio de que se implantara en ella la libertad de cultos.

Probablemente lo mejor de su labor parlamentaria tuvo desarrollo entonces en el Senado, especialmente en los debates sobre Presupuestos y en los relacionados en la vida de las colonias españolas de América, como lo demuestra el trabajo anotado con el número I. Intervino brillantemente en favor de la abolición total de la esclavitud de los negros en la isla de Cuba, mediante indemnización a los dueños, en 1879.

A la caída del Gobierno presidido por Cánovas del Castillo en mayo de ese año, renunció a su puesto de consejero de Estado. Pero volvió después a figurar en dicho Consejo en 1881 como presidente de la Sección de Hacienda. Al constituir José Posada Gobierno, pasó a desempeñar el Ministerio de Estado, departamento que regentó desde el 13 de octubre de 1883 al 18 de enero del año siguiente, con reconocida competencia.

Por esta época volvió a sus actividades, un tanto decaídas, de escritor y colaboró en diferentes publicaciones madrileñas, especialmente sobre temas económicos, entre ellas la Revista de España, Correo de Ultramar, El Día y El Resumen.

Su crédito de economista y hacendista recibió por entonces (1885) la certificación de ser electo académico de número de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, puesto del que se posesionó el 24 de noviembre de 1886 en la vacante que había dejado su gran amigo y paisano Posada Herrera, con quien había sido ministro pocos años antes. Su discurso de ingreso (número II) es prenda que acredita su pluma entre las más ilustres de su tiempo sobre problemas entonces latentes de Economía.

“Entre sus postreras actividades como senador – palabras nuestras – cuenta el apoyo en 1886 al proyecto de ley creando una Escuadra, actitud que le valió censuras por lo que se oponía a sus propias opiniones en otros intentos anteriores sobre lo mismo. Lo cual no implica que haya procedido en ambos casos con criterio honrado. De esto de otra muestra que habiéndose opuesto al año siguiente al arrendamiento de la Renta de Tabacos a una empresa particular, derrotado en su oposición, la compañía arrendataria le eligiera director, destino que desempeñó a satisfacción de ella hasta su fallecimiento. Cuando lo contradictorio no surgía en sí mismo por la evolución lógica de las ideas, le llegaba de fuera dispuesto por las más raras circunstancias. A ese mismo año 1887 corresponde una brillante actuación – la última importante de su vida – como académico y senador: la de propugnar el establecimiento del patrón era para el sistema monetario, idea tenida entonces poco menos que por absurda y que habría de ser después el eje de programas y sistemas políticos de gran envergadura en el mundo”.

En el mes de octubre de ese mismo año (1887) Ruiz Gómez pasó por el dolo de quedar viudo, duelo del que no supo consolarse. A este respecto adscribe Jove y Hevia: “Su vida había sido fácil y próspera: no había experimentado contratiempos. Había asistido a todas las escuelas, excepto una: no había estudiado en la escuela del dolor… Por eso su primera profunda pena, la pérdida de su esposa, imprimió en él una postración y una misantropía impropias de su carácter; y como, poco después, perdiese también a su hija, su desconsuelo no conoció límites”.

En efecto, no pudo sobrellevar esos reveses, que precipitaron su vida al ocaso y dejó de existir en el Hotel Continental de Vigo el 19 de agosto de 1888.

Estaba condecorado con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.

La villa de Avilés, donde había nacido, honró su memoria poniendo su nombre a una de las calles más céntricas de la villa, por acuerdo del Ayuntamiento en 16 de octubre de 1896.

 

Obras publicadas en volumen:

|.—Examen crítico de los presupuestos generales de ingresos y gastos de la isla de Cuba para el año de 1878-79. (Paris, 1880; trabajo publicado también en la Revista de España, Madrid, 28 de enero de 1880).

II.—La influencia de las costas y fronteras en la política y engrandecimiento de los Estados. (Madrid, 1886; discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, leído el 24 de noviembre de ese año y contestado por el conde de Toreno).

 

Trabajos sin formar volumen:

1.—De la marina mercante y del derecho diferencial de bandera. (En la Revista de España, Madrid, 13 de junio de 1878, tomo LXII).

2.—La protección arancelaria de los Estados Unidos de América. (En idem, 13 de abril de 187, tome LXVIII).

3.—La reciprocidad arancelaria. (En idem, 13 de mayo de 1879, tomo LXVIII).

4.- Ismael I, khedive de Egipto. (En idem, 28 de mayo de 1879, tomo LXVIII).

5.—Un presupuesto portugués. (En idem, 13 de junio de 1879, tomo LXVIII).

6.—El poder colonial de la Gran Bretaña. (En idem, 28 de junio, 13 y 28 de julio, 13 y 28 de agosto y 13 y 28 de setiembre de 1879, tomos del LXVIII al LXX).

7.—Las colonias francesas, (En idem, 28 de noviembre y 13 y 28 de diciembre de 1680, tomo LXXVII).

8.—De nuestros vinos y comercio con Inglaterra, (En idem, 13 de diciembre de 1882, tomo LXXXIX).

9.—Situación económica de Francia. (En Revista Contemporánea de Madrid, 15 y 30 de diciembre de 1882 y 15 y 30 de enero de 1883).

10.—Las siete grandes potencias de Europa: Rusia, Reino Unido de la Gran Bretaña, Francia, Alemania, Austria-Hungría, Italia, (En la Revista de España, Madrid, 25 de octubre y 10 y 25 de diciembre de 1886 y 10 y 25 de enero y 10 y 25 de febrero del 87, tomos CXIII y CXIV).

 

Referencias biográficas:

Fernandez de los Rios (A.) y Prieto y Prieto (M.).—Don Servando Ruiz Gomez. (En el libro Asamblea constituyente de 1869. Biografías de todos los representantes de la nación, Madrid, 1869).

Lada (C.).—Biografía, Excmo, Sr, D. Servando Ruiz Gomez. (En Asturias, órgano del Centro de Asturianos, Madrid, setiembre de 1895).

Segovia (Angel Maria)—Una semblanza. (En la obra Figuras y figurones, Madrid, 1880).

Suarez (Constantino).—Asturianos de antaño: Servando Ruiz Gomez. (En el Diario de la Marina, Habana, 9 de agosto de 1932).

Toreno (Conde de) (Francisco de Borja Queipo de Llano). Contestación al Discurso de ingreso de Ruiz Gómez en la Academia de Ciencias Morales y Políticas (Madrid, 1886).

Toreno (Conde de) y Campo Grande (Vizconde de). (Placido de Jove y Hevia)—Necrología del Excmo. Sr, D, Servando Ruiz Gómez. (Madrid, 1890; escrita en su mayor parte por el primero y, a su fallecimiento, concluida por el segundo; leída por éste en las sesiones de junio de 1889 y abril de 1890 de la Academia de Ciencias Morales y Políticas).