ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

SUAREZ LLANOS (Ignacio).

 Uno de los pintores que, con Alvarez Catalá, León Escosura, Fierros y algún otro, más contribuyeron a mantener el prestigio de Asturias, en las artes plásticas españolas de la segunda mitad del siglo XIX. Sin que haya llegado a la Categoría de genio, enmarcado en los procedimientos acaso excesivamente académicos que caracterizaba a los pintores de su época en general, fué en ella uno de los que gozó de más sólido renombre. Su maestría alcanzó lauros y puestos codiciados.

Brilló Suárez Llanos, sobre todo, como retratista, en lo que ha dejado obras que se pueden considerar maestras. Así le estima Aureliano de Beruete en Historia de la Pintura española, al decir de él que fué “conocidísimo como pintor de retratos, pues retrató, como Federico de Madrazo había hecho poco antes, a toda la sociedad madrileña. Caracterizaba bien el personaje, lograba parecido, y esto le dió gran fama”.

Poco es lo que hemos podido averiguar de los primeros pasos en la vida de Ignacio Suárez Llanos. Nació en Gijón el 31 de julio (en algún sitio se anota erróneamente el mes de junio) de 1830, Parece que después de hechos los estudios elementales desempeñó por espacio de algún tiempo un modesto destino burocrático en la villa de nacimiento. Al mismo tiempo desarrollaba su nativa vocación para el cultivo de la pintura vocación que se determinó a seguir con todo entusiasmo, para lo que dejó el destino y se dedicó al estudio y la práctica pictóricos.

Fué discípulo del pintor Bernardino Montañés y después de la Escuela Superior de Bellas Artes. en la que concluyó la carrera artística con muestras de aptitudes extraordinarias. Después alcanzó una beca del Estado mediante oposiciones para ampliar estudios en Roma, para lo que ejecuto el cuadro Cayo Graco despidiéndose de su familia.

Antes se había ya dado a conocer como concurrente a la Exposición Nacional de Bellas Artes, de Madrid, de 1856, en la que presentó un retrato de señora y dos de caballero. alcanzando una mención honorífica.

Posteriormente concurrió a estos concursos nacionales con bastante asiduidad y en ellos fué laureado en varias ocasiones. Esa concurrencia y esos premios son: 1858, dos retratos de hombres, Licinia, el cuadro ya citado sobre Cayo Graco y Lazarillo de Tormes, con el que alcanzó una tercera medalla: 1860. un retrato, una cabeza, Venus y el Amor y Una escena de “La tía Fingida”, también premiado yadquirido por don Sebastián Gabriel de Borbón: 1862. además de tres retratos, el cuadro Sor Marcela viendo pasar el entierro de su padre, Lope de Vega.

Este cuadro alcanzó el preciado galardón de una primera medalla. La crítica periodística, siempre elogiosa con la labor de Suárez Llanos, en esta ocasión tuvo desbordadas alabanzas para dicha obra, sumadas a las unánimes que mereció del público. Se consideró ese cuadro y sigue considerando como lo mejor de la producción de Suárez Llanos, y pasó a propiedad del Estado.

Aunque expositor frecuente de cuadros de historia y de los llamados de género, desde el comienzo de su carrera artística sentía predilección por el retrato personal, que es en lo que ha llegado a mayores aciertos, A través de su concurrencia a las citadas Exposiciones Nacionales se advierte esa tendencia. Precisamente A partir del galardón conseguido con un cuadro de historia es cuando el retratista se afirma en su preferencia temática. A la Exposición de 1864 presenta solamente retratos. en número de cinco.

Por esta época Suárez Llanos comienza a dedicar parte de sus actividades a la enseñanza oficial. En 1866 se le confiere un puesto de profesor interino de estudios elementales en la Escuela Superior de Bellas Artes, del que es ascendido en 1868 a profesor numerario, mediante concurso y por unanimidad de votos del Tribunal. En 1873 se le confía la cátedra de Anatomía artística, que desempeña hasta su fallecimiento. ,

En esta última época de su vida es cuando el retratista adquiere la maestría. Se acumulan sobre él las solicitudes para hacer retratos . Todo lo más granado en representación social o que brilla en los círculos científicos y literarios requiere sus pinceles. Desarrolla una labor intensa en este sentido. Solamente acude a una de las Exposiciones Nacionales A Bellas Artes, la de 1876, al cabo de doce años de no concurrir a ellas. Presenta, como en la de 1864, cinco retratos, entre los que figuran los del general Infante y el marqués de Albaida.

Entre otras creaciones de este género, correspondientes a esos postreros años de su vida, figuran: el retrato de Atanagildo para la colección cronológica de los Reyes de España del Museo del Prado: la de Jovellanos y el general Claudio Alvargonzález, héroe de Abtao, para el Ayuntamiento de Gijón; el de Domingo Alvarez Arenas para la Iconoteca que poseyó la Universidad de Oviedo, antes del incendio de octubre de 1934; los de Posada Herrera, Méndez Núñez, Castelar, García Gallardo, Núñez de Arce, Moreno Nieto, García Gutiérrez y otros, por encargo del Ateneo de Madrid, para su galería pictórica; los de Ruiz Zorrilla, Sagasta, marqués de Gerona, otro de Posada Herrera y alguno más para el palacio del Congreso de los Diputados, y otros muchos. entre ellos los de Alfonso XII y Cristina de Borbón.

Entre estos galardones conquistados en su carrera artística, además de los ya citados, cuenta la condecoración de Caballero de la Orden de Carlos III y la elevación a académico de número de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, plaza de la que tomó posesión el 29 de marzo de 1880, ya en las postrimerías de su vida.

Además de la obra pictórica dedicó algunos entusiasmos al dibujo y al grabado al agua fuerte. En este sentido, es digna de consideración la labor que ha dejado en ilustraciones del periódico El Arte en España.

Falleció Ignacio Suárez Llanos en Madrid el 25 de diciembre de 1881. y no en 1880, como asegura Regino Escalera.

A su fallecimiento ponía sus entusiasmos en la ejecución de un cuadro de grandes dimensiones con el título de El último viaje de Felipe II en litera al monasterio del Escorial, que ha quedado sin concluir.

Después de su muerte se celebró en los salones del Casino de Madrid una Exposición de numerosas obras suyas, en la que se pudo apreciar por primera vez un conjunto importante de su labor, con cuyo motivo se produjo un reconocimiento unánime por el público y la crítica de los méritos que adornaban la personalidad artística de Suárez Llanos.

Otro homenaje parecido se le rindió en la Exposición Internacional de Bellas Artes celebrada en Madrid, en 1892, con motivo del Centenario del descubrimiento de América. Se expusieron entonces, con el cuadro Lección histórica, los retratos de Infante, Ruiz Zorrilla, López de Ayala y conde de Toreno.

 

Referencias biográficas:

Boch (M.).—Un estudio. (En La Ilustración Española y Americana. Madrid, 1882). .

Escalera (Rezino).—Los asturianos de ayer: D. Ignacio Suárez Llanos. (En Arias, órgano del Centro de Asturianos. Madrid, marzo de 1890).