ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

VILLAMIL (Fernando).

 La verdadera forma de su primer apellido, que el uso ha ido desterrando, es la de Villaamil. Por apellidos maternos le correspondían los de Fernández Cueto.

Famoso marino y escritor del siglo XIX que vivió y murió con honor. En el terreno intelectual Peña y Gobi le enjuicia con estas exaltadoras palabras: «Docto sin pedantería, resuelto sin afectación, espíritu perspicaz, devoto de todo racional progreso, historiador verídico, crítico sincero y justo, dotado de noble clarividencia».

El hecho que da mayor esmalte a su vida de marino, sin demérito de otros, es el de haber llevado a cabo un viaje de circunvalación mundial en el Nautilos, barco de vela a merced de los vientos, que fue entonces una hazaña semejante a las desarrolladas en nuestros días por algunos aviadores a través del Atlántico. Al hecho dedica el citado autor este elogio: «Poeta del mar en toda la extensión noble y viril de la palabra. Villaamil siente hondamente la poderosa atracción del Océano y ha hecho de él una segunda naturaleza».

Fernando Villamil nació en la aldea de Serantes (Castropol) el 28 de noviembre de 1845. De sus primeros pasos en la vida sólo sabemos que ingresó en el Instituto de segunda enseñanza de Oviedo en 1857, en el que estudió el primer curso del bachillerato, Su espíritu no se avenía a seguir estudios literarios. La vocación más honda desde la niñez le arrastraba al mar. El quería ser marino. Abandonó el Instituto y se matriculó en la Escuela de Náutica que entonces existía en la villa lucense de Ribadeo, aguas por medio de Castropol. Con los estudios simultaneó algunas navegaciones en barcos mercantes. Esa irresistible afición de navegante le decidió a ingresar en la  Marina de guerra, y el 1.° de julio de 1861 fue admitido en el Colegio Naval de San Fernando (Cádiz), en el que cursó con gran lucimiento los estudios oficiales.

Primero con la categoría de guardia marina y después con las de alférez de navío (ascendido el 23 de junio de 1867) y de teniente de Navio (desde su ascenso el 5 de abril de 1872), prestó servicios en numerosos buques de la Armada, a través de todos los mares y con arribo a multitud de puertos de todos los Continentes, con mando en los cañoneros Bogafor, Arayat y Eulalia. Ejerció de profesor en la Escuela Naval flotante, cargo que dejó para participar en las campañas desarrolladas en auas de la isla de Santo Domingo, primero, y de la isla de Cuba, después, cuando la guerra llamada de los diez años sostenida contra los insurrectos cubanos, campaña con la que fué premiado con alguna condecoraciones.

Posteriormente, ya ascendido a teniente de navio de primera clase, o sea a capitán de corbeta, el 7 de mayo de 1882, desempeñó un importante destino en el Ministerio de Marina.

Por entonces fue cuando acabó de desarrollar sus planes sobre un viejo proyecto que acariciaba: la construcción de un buque de gran ligereza y rápido ataque, que él echaba de menos en los combates. En 1886 se trasladó oficialmente a los astilleros de Glyclebord, en Escocia, con el encargo de dirigir la construcción naval por él planeada. Y fué tal su éxito, primer jalón de su inmortalidad, que, terminado el buque y efectuadas las pruebas marineras con el más feliz resultado a comienzos de 1888, zarpó con él del puerto inglés de Falmouth en la madrugada del 24 de enero y se presentó el de la villa gallega de Muros al da siguiente. Marinos, geógrafos y cuantas personas doctas en la materia había en España tuvieron que rendirse a la evidencia de lo que les parecía absolutamente inverosímil. Desde entonces, los nombres de Villamil y del buque de su invención, El Destructor, fueron al decir de un comentarista, «corno el Cid y Babieca. Al héroe antiguo le bastaba un corcel de guerra; el héroe moderno necesitaba un barco».

Poco después otro suceso contribuía al robustecimiento de su fama de marino experto. Tuvo lugar en aguas de Galicia el 5 de abril de ese mismo año. Había salido de prácticas en el Destructor con los buques Arriete y Habana de la bahía de El Ferrol, al encuentro de otras unidades de la Armarla en aguas de Cartagena. A las pocas horas de haber zarpado hizo explosión la caldera del buque Habana, causando la muerte a buena parte de su tripulación y quedando el buque en riesgo de hundirse. De esto, pese a las desfavorables condiciones del mar, libró al Habana y al resto de sus tripulantes la serenidad heróica de Villamil, que consiguió remolcar con su famoso Destructor al buque en peligro hasta arribar con él a Corcubión.

El suceso, al parecer, reunía todas las circunstancias para que le fuese conferida la Cruz Laureada de San Fernando, pero el descuido de que no se abriese el expediente informativo en el plazo reglamentario le impidió alcanzar esa preciadísima distinción. En compensación se le concedió entonces, 10 de julio de 1889, el ascenso a capitán de fragata (y no de navío, como se dice en algún sitio, que alcanzó unos ocho años después). Tal ascenso, si le proporcionó la natural sa tisfacción, le causó al. mismo tiempo la contrariedad de tener que cesar en el mando del buque de sus sueños y hazañas, por pase a segundo comandante del crucero Reina Regente, buque que años adelante habría de irse a pique sin dejar el menor rastro del accidente, y sobre cuyo seceso habría de publicar Villamil un informe (número II) que se considera muy meritorio.

En julio de 1892 se le destinó al mando de la corbeta Nautilus, destinada a escuela de guardias marinas, puesto que le permitió aureolar de nuevo su nombre de fama creciente. Fue entonces cuando llevó a cabo el viaje de circunavegación mundial a que se ha aludido al comienzo de esta referencia. La empresa, en un barco de vela, pareció a todos de un riesgo y atrevimiento insuperables. Se fijó como térrmino de duración de la travesía año y medio, se formó la tripulación de la Nautilus con el cupo de trescientos voluntarios no mayores de veintitrés años, que qué cubierto por soldados rápidamente, y se fijó el presupuesto de gastos en treinta mil duros. Partió la nave del Puerto de El Ferrol el 30 de noviembre de 1892 y volvió a tocar tierra española en SanSebastián el 16 de julio de 1894, después de un viaje triunfal en que sonó admirablemente el nombre de España en los más apartados puertos del planeta. Sobre esta vuelta al mundo a merced del viento por todos los mares de la Tierra escribió el propio comandante de la Nautilus una interesante obra, indicada con el número I.

En estos años que habrian de ser los últimos de su vida, Villamil dedicó algún tiempo a escribir, actividad que desconocemos si habla ensayado públicamente antes. Además de escribir las dos obras anotadas al final de esta información, colaboró algo en revistas especializadas entre ellas El Mundo Naval Ilustrado (1897)

También participó entonces en la política como diputado a Cortes por El Ferrol desde 1896 al 98.

En este último año la lucha sostenida por España contra los insurrectos cubanos había derivado en guerra con los Estados Unidos. El cumplimiento del deber llevó a Villamìl a formar parte de la pequeña escuadra enviada a aguas cubanas. Marchó a ellas como comandante del cazatorpedos Furor, ya ascendido a capitán de navío desde el 27 de octubre del año anterior (1897). Al partir para Cuba había empeñado su palabra de regresar con victorioso o morir honor, y cumplió la promesa muriendo gloriosamente en el célebre combate de Santiago de Cuba, el día 3 de julio de 1898.

Fernando Villamil estaba en posesión de numerosas condecoraciones, entre ellas: la Medalla de la Campaña de Santo Domingo, Cruz Roja del Mérito Naval, Cruz de Maria Cristina, Cruz y Placa de San Hermenegildo y Cruz de Carlos III. .

Al recuerdo de su nombre contribuyó el pueblo de nacimiento, Serantes, dedicándole por suscripción entre amigos y admiradores un busto que fue colocado en el atrio de la iglesia parroquial y que se descubrió oficialmente en 1901. La villa de Castropol, que él consideraba como de nacimiento y en la que formó el hogar y nació su hija única, pagó también su tributo al esclarecido marino erigiéndole un monumento en el parque, obra del escultor asturiano Folgueras, que fué inaugurado en julio de 1911 con toda solemnidad. El suceso dio ocasión a cuatro días de actos oficiales y fiestas populares, desde el 23 al 26, contribuyendo al realce del homenaje la concurrencia de numerosas personalidades representativas del país y el envío a aguas de Castropol por el Gobierno de los buques de guerra Rio de la Plata y Doña María de Molina. El Ferrol dedicó a la memoria de Villaimil una calle y en 1917 el Gobierno puso su nombre a un cazatorpedero de reciente construcción, al que Castropol costeó la bandera por suscripción popular.

 

Obras publicadas en volumen:

I.-Viaje de círcunavegación de la corbeta «Nautilus», (Madrid, 1885; con prólogo de Peña y Gobi; un tomo en él.» con mapas e ilustraciones).

II.–Informe acerca de las causas probables de la pérdida del crucero «Reina Regente». (Madrid, 1896, un tomo en folio con láminas, en colaboración con J. Castellote).

 

Referencias biográficas:

A. S.-El capitán de navío D. Fernando Villamil y Cueto, (En la revista Asturias, órgano del Centro de Asturianos, Madrid, febrero de 1890, trabajo ampliado y reproducido de la Galeria Nacional

del diario EI Resumen, de Madrid; reproducido también por El Carbayón, de Oviedo, y El Comercio, de Gijón).

Anónimo.-Los asturianos de hoy: D. Fernando Villamil, (En El Carbayón, Oviedo, 22 de abril de 1887).

Idem.-Una necrología. (En der, 9 de julio de 1898)

Kasabal.-Una necrología. (En ídem, 13 de julio de 1898).

Lavandera y Blanco (Víctor M.).-Los asturianos de hoy: Don Fernando Villamil. (En El Carbayón, Oviedo, 12 al 16 de enero de 1893).

Peña y Gobi (Antonio).-Prólogo al libro Viaje de circunnavegación, de Villamil. (Madrid, 1895).

Redacción (La).-Necrologia. D. Fernando Villamil. (En Asturias, órgano del Centro Asturiano, Madrid, agosto de 1898).

Varios autores.-A la heróica memoria de Fernando Villamil. (En La Pequeña Industria, Valencia, febrero de 1902; número especial).