ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

ALVAREZ CATALA (Luis)

Inspirado y laureado pintor que floreció en la segunda mitad del siglo XIX con fama extendida a los principales países de Europa y a Estados Unidos de América, en los cuales fue adquirida la mayor parte de su producción pictórica. Sus mejores lienzos son trasunto de escenas históricas y de costumbres, adaptado al género de pintura que prevalecía entonces. Algunas reproducciones de sus cuadros más famosos se han difundido en publicaciones gráficas y también como género industrial. La Enciclopedia Espasa decora su texto con algunas a todo color. Los billetes de cien pesetas del Banco de España, edición de 1 de junio de 1925, reproducen por una de sus caras el famoso cuadro La silla de Felipe II.

Acerca del nacimiento de este famoso pintor existen divergencias. Están en lo cierto los que, como el que fue su amigo y compañero don Aureliano de Beruete (Historia dela pintura española del s. XIX) le acreditan de madrileño, como lo están asimismo los que fijan su natalicio en el año 1836 y no en 1841, fecha ésta que no se acopla a las demás noticias biográficas que conocemos de su juventud y formación artística, cual, por ejemplo, el haber ganado en 1857 la pensión para completar estudios en Roma.

A fin de eliminar definitivamente toda duda, provocada por los que aseguran que Álvarez Catalá nació en Monasterio del Hermo (Cangas del Narcea), hemos molestado al presbítero don José A. Ferreiro, de Vega de Rengos, en ese concejo para que nos favoreciera con una revisión de los libros bautismales, y su contestación ha sido ésta: «Busqué en el archivo parroquial del Monasterio del Hermo desde 1800 hasta 1856, sin encontrar dicha partida, y los datos que me facilitaron personas que le conocieron (pues procuró hacerme con datos que me orientaran) son los siguientes: parece ser que ha nacido en Madrid, pues el padre, aunque de Monasterio, se casó y vivió en Madrid”.

El error de más bulto en lo que atañe al origen de Álvarez Catalá lo escribió Fr. Fabián Rodríguez García que afirma “vio la luz de la existencia en la histórica villa de Cangas de Onís”, por confusión con la de Cangas del Narcea, conocida entonces por Cangas de Tineo. Dice además que es “madrileño por sentimiento y por inclinación, pues tiene todos los hábitos y costumbres de los hijos de la corte, donde residió bastantes años” y residía cuando el citado fraile agustino público esa apreciación. Y en esto no es menor que el yerro de Fr. Fabián, porque el asturianismo de Álvarez Catalá queda patente a lo largo de su vida y en su obra.

Una pluma asturiana anónima acredita esto en una breve nota necrológica publicada en la revista madrileña Asturias (enero de 1902) al decir que era “Natural de Madrid, hijo de padres de Cangas del Narcea, villa que siempre consideró él como su patria chica”.

Probablemente fue el propio Álvarez Catalá, llevado de su asturianismo, quien dió motivo a esa confusión sobre el lugar de nacimiento. Mientras a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en 1862 y 1866 concurrió como natural de Madrid, que como tal figura en los catálogos respectivos, él mismo se acreditó en los de exposiciones posteriores como nacido en Monasterio del Hermo.

De esta aldea del concejo de Cangas del Narcea era su padre, don José Álvarez de Sierra, el cual, residente en Madrid, contrajo matrimonio con doña Juliana Catalá, y en Madrid estuvieron establecidos como industriales confiteros.

Parte de la infancia de Álvarez Catalá transcurrió junto a los abuelos paternos en ese pueblo asturiano, y hasta es posible que en él haya recibido total o parcialmente la instrucción primaria. Toda su vida conservó a Monasterio de Hermo un fervoroso cariño, hasta considerarse como nacido en ese pueblo, cual se ha indicado, y cuantas veces se lo consintieron sus viajes por el extranjero y ocupaciones en España, gustaba de pasar allí temporadas, durante las cuales ejecutó algunos de sus mejores cuadros.

Álvarez Catalá hizo todos estudios artísticos con sobresalientes aptitudes en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, discípulo a la vez del gran pintor Federico Madrazo. En 1857 obtuvo por oposición una de las pensiones oficiales para completar estudios en Roma por espacio de tres años. En vista de los extraordinarios progresos artísticos conseguidos en Italia, que permiten considerarlo un futuro maestro de la pintura, se le prorroga la beca por otros tres años. Desde entonces fué Roma, donde contrajo matrimonio, una de las ciudades donde residió más tiempo.

Su primer éxito de públicas re­sonancias lo conquistó como concurrente a la exposición celebrada en Florencia  el año 1861, en la que presentó el cuadro intitulado El sueño de Calpurnia, que alcanzó unánimes alabanzas y el galardón de la medalla de mérito. Nuevas alabanzas y una segunda medalla las alcanza también en Madrid con el mismo lienzo al año siguiente (1862) en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Ese cuadro, que se hizo famoso y dió ex­tenso renombre al autor, fué adquirido por la reina Isabel II y años después (1880) pasó a propiedad del coleccionista Mr. Hawk.

En la también Exposición Nacional de Madrid de 1866 conquista otra segunda medalla con el cuadro Doña Isabel la Católica en la cartuja de Miraflores, adquirido por el Estado. Expone entonces, además, los cuadros El Cardenal Penitenciario en San Juan de Letrán el Miércoles Santo, pintado por encargo de la condesa de Nelle; Un baile en el Monasterio del Hermo, que pasó a propiedad del señor Olea y Lapia del agua bendita en San Pedro, de Roma.

Se puede afirmar que por esos años queda Álvarez Català consagrado corno maestro en la interpretación de temas históricos, al gusto de la época. Desde entonces sigue en su existencia una serie ininterrumpida de éxitos artísticos y económicos. A su regreso de Italia pinta uno de sus primeros lienzos llamados de género, muy celebrado, que representa Una despedida de novios en el Monasterio del Hermo, tomado el asunto de una boda entre parientes en ese lugar, y con el cual concurre la Exposición Nacional de Madrid de 1887.

Acude también por entonces a las Exposiciones Internacionales de Barcelona ( 1888 ) y de París (1889), en las cuales conquista sendas medallas de primera clase. En 1890 envía a la celebrada en Madrid, con carácter nacional, once lienzos. Este momento señala uno de los más culminantes de su vida artística. Todos los periódicos le prodigan los más cálidos encomios. El jurado calificador le concede primera medalla por el cuadro La silla de Felipe II. La crítica señala como un acierto de consagración definitiva el titulado El señor feudal, propiedad de don Lorenzo García Vela. Otro, intitulado Indecisión, es adquirido por la reina María Cristina.

En la evolución experimentada entonces por la pintura en cuanto a los motivos, de los temas históricos a los de costumbres, él supo adaptarse con aciertos magistrales. “Sus cuadros de este tipo — dice Beruete en la obra citada — se cuentan por cientos, y en todos se advierte el mismo buen gusto, gracia y maestría; fueron conocidos y cotizados en el mundo entero.”

Un comentarista anónimo de la Exposición Nacional de 1890 decía de él en la revista Asturias, editada en Madrid (1 de julio): “Ya que en tan larga ausencia no ha perdido el españolismo representado en La silla de Felipe II, haga el sacrificio de quedarse entre nosotros como alma y vida de esta brillante pléyade de pintores asturianos…; es hoy una gloria nacional con que nos ha honrado ese hermoso pedazo de la patria que llamamos Asturias.”

Por esa época alcanzó también resonantes triunfos en certámenes internacionales celebrados en el extranjero. Fueron premiadas sus obras con medallas de oro en Exposiciones de Berlín (1891), Múnich (1892), Mónaco y Chicago (1893). A esta última concurrió con uno de sus cuadros más famosos: Rifa de San Cayetano. En Berlín, donde ya gozaba prestigio su nombre antes de aquel galardón, se le confiere el nombramiento de académico de número de la Academia de Bellas Artes. Anteriormente lo era de mérito de la Academia de Roma, y fue después condecorado con la Cruz de la Legión de Honor, de Francia.

Los mejores mercados de sus lienzos estaban en el extranjero. Decía Reparaz en 1895 que había pintado unos 170 cuadros, que le produjeron tres millones de pesetas. El Carnaval del Prado en 1800, fué vendido en Roma en 140.000 francos, y El matrimonio de una princesa romana, en 90.000 a un negociante norteamericano. En el extranjero alcanzaba más altas estimaciones su personalidad; pero él reservaba siempre para España sus preferencias afectivas. El aplauso de los suyos lo estimaba corno el mejor de los aplausos y continuó produciendo cuadros en su patria y sobre motivos españoles. A la Exposición Nacional de 1892 envió dos lienzos que figuran entre los más celebrados salidos de su paleta: Guerra en tiempo de paz y La siesta.

La España oficial tuvo para él alguna consideración adecuada a su mérito artístico: se le nombró en 1895 secretario, y más tarde director, del Museo del Prado, cargos a los que llegó sin las intrigas que dan acceso a esos puestos, sino por los propios merecimientos aureolados de fama universal, y el último de los cuales lo desempeñó hasta su fallecimiento. también fué presidente del Círculo de Bellas Artes.

Además de los cuadros citados a lo largo de este estudio, figuran entre los más famosos de Álvarez Catalá, La visita de pésame, Una tienda de flores, La presentación del novio, Stella matutina, Un luto en 1824 y Un besamanos en el Real Palacio de Madrid reinando Carlos IV, lienzo con cerca de cien figuras.

Falleció Álvarez Catalá en Madrid en diciembre de 1901.

Referencias biográficas:

Comas (Augusto).— Un estudio. (En el libro La Exposición Nacional de Pellas Artes de 1890, Madrid, 1890.)

Cuenca (Carlos Luis de).— L. Alvarez. (En La Ilustración Española y Americana, Madrid, 8 de octubre de 1901.)

Nin y Tudó ( José).—  Los asturianos de hoy: Don Luis Álvarez. (En el diario El Carbayón, Oviedo, 22 de diciembre de 1890.)

Picón (Jacinto Octavio).— Un apunte biográfico. (En el libro Exposición Nacional de Bellas Artes de 1890. Madrid, 1890.)

Reparaz (G.).— Don Luis Álvarez. (En La Ilustración Española y Americana, Madrid, 15 de agosto de 1895.)