ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

ALVAREZ VALDES CASTAÑON (Ramón).

Magistrado, financiero y político contemporáneo, natural de Pola de Siero, donde nació en 1866. Hizo la carrera de Leyes en la Universidad de Oviedo, en la que se licenció en Derecho Civil y Canónico con nota de sobresaliente. Pasó luego a Madrid y cursó el doctorado en la Universidad Central. Preparado para oposiciones de carreras al servicio del Estado, ingresó con el número 1 en el Cuerpo de Aspirantes a la Judicatura, en 1890. Su primer destino, inmediatamente después de las oposiciones, fue el de secretario interino, desde septiembre de 1890 a abril del 91, del Gobierno de la Audiencia de Oviedo. Desempeñó luego durante un año el cargo de juez de primera instancia, y, tras nuevas oposiciones, ganó en propiedad la Secretaría de gobierno de la Audiencia de Burgos, que ocupó hasta 1899.

En octubre de 1898, meses antes, obtuvo también por oposición el cargo de secretario de Sala de la Audiencia de Sevilla, que no llegó a ejercer porque, un mes más tarde, ganaba por concurso el de vicesecretario de gobierno del Tribunal Supremo, al frente del cual estuvo unos diez meses. Cesó en él para ejercer el de secretario de Sala de la Audiencia de Madrid, ganado como casi todos los anteriores, por oposición, en noviembre de 1899, y desempeñado muchos años. En él obtuvo de real orden, en 1911, la categoría de magistrado de Audiencia territorial lucra de Madrid, a la que fué ascendido en 1914.

Militante en las fuerzas políticas acaudilladas por Melquíades Álvarez, que formaban entonces el partido reformista, figuró entre ellas como uno de los elementos más próximos al jefe y tomó participación activa en actos de propaganda y dirección, que le dieron categoría de diputado a Cortes por el partido, al que representó en el Parlamento por el distrito de Oviedo en ese citado año 1914 y triunfante asimismo en elecciones posteriores.

Al mismo tiempo desarrollaba actividades de orden financiero, como hombre acaudalado y de negocios, y esto le valió el cargo de secretario general del Banco Hispano-Americano que desempeña desde hace muchos años. Es consejero de otras importantes entidades bancarias y mercantiles.

En el partido reformista figuró como elemento principal del ala derecha originaria del campo monárquico y ‘‘llegó a ejercer y ejerce aun en el tribuno (Melquíades Álvarez) una influencia principal”, al decir de Antonio L. Oliveros, quien agrega: “No es Ramón Álvarez Valdés un reaccionario, como cree la mayoría de las gentes. Sus ideas personales sobre los problemas políticos y sociales no difieren de las del hombre más avanzado. Pero Álvarez Valdés vive su medio, y este medio ha esclavizado al ideólogo y lo aprisiona en sus exigencias. Es un excelente parlamentario, buen gobernante y probo, de los que enaltecen a su región y a su patria.”

Su dedicación política, ahogada durante siete años por la dictadura del general Primo de Rivera, resurgió después de proclamada la República en abril de 1931. A las elecciones para diputados a las Cortes Constituyentes celebradas en el mes de julio se presentó candidato por la circunscripción de Asturias en la candidatura del partido reformista, que no llegó a ir a las elecciones por causa de que fué interrumpido tumultuariamente en Oviedo un mitin de presentación y propaganda de los candidatos.

Nuevamente candidato en las elecciones generales de diputados a las primeras Cortes ordinarias de la República, en noviembre de 1933, también por la circunscripción de Asturias, salió triunfante, incluido en la candidatura de conjunción del partido reformista y las fuerzas conservadoras y antirrepublicanas, enemigos irreconciliables hasta entonces.

Al formarse el Gobierno presidido por don Alejandro Lerroux, como consecuencia de ese triunfo electoral de las fuerzas políticas conservadoras, Álvarez Valdés fué designado ministro de Justicia, como representante en el poder del partido republicano liberal demócrata, nombre que había tomado el partido reformista, siempre bajo la jefatura de Melquíades Álvarez. Como tal ministro de Justicia no tuvo la suerte de que le acompañara el acierto en su gestión muy adictamente. Sobre todo, le desamparó bastante en vísperas del tercer aniversario de la proclamación de la República. Entonces, en dos intervenciones en el Congreso de los Diputados, tuvo frases desconsideradas al juzgar la gesta heroica de los capitanes Galán y García Hernández, fusilados por la monarquía en diciembre de 1930, convirtiéndolos de sediciosos en mártires de la libertad, y cuya ejecución contribuyó no poco al advenimiento del régimen republicano. Las frases del ministro promovieron el enfado y la protesta de todos los diputados sinceramente republicanos y de los socialistas. El asunto trascendió a actos públicos y comentarios quejosos de gran parte de la prensa, y el gobierno sorteó con gran dificultad el trance de tener que presentar la dimisión, pero no sin que dejara de dimitir el señor Álvarez Vaidós. El periódico más conservador de los que se dicen situados dentro del régimen republicano. Ahora, de Madrid, comentaba el suceso de esta manera: “De la gesta heroica de Jaca perdura sin embargo, el sacrificio de unos mártires del ideal, cuya sangre generosa hubo de encender la de muchos millares de españoles, que en las urnas hicieron patente su protesta contra la inmolación de aquellas vidas juveniles. El señor Álvarez Valdés, cuya formación jurídica le impide, tal vez, aquilatar determinados aspectos de la emoción ciudadana, no estuvo tan afortunado como fuera de desear al condenar un hecho de fuerza cuyas víctimas honran con sus nombres los muros de la Cámara. Las palabras fueron, sin duda, más allá de la intención. Pero el orador, al exponer una teoría irreprochable a todas luces, hirió impremeditadamente un sentimiento tan respetable, por lo menos, como la doctrina de que era portador en aquellos instantes.

Por sus ideas y manifestaciones antirrepublicanas se le recluyó en la cárcel modelo de Madrid, pocos días después de estallar la insurrección militar de 1936 y el 22 de agosto pereció con otros varios reclusos al ser reprimida una algarada que provocaron algunos de ellos.

Obras publicadas en volumen:

I.— En pro de la Judicatura. (Madrid, 1917; discurso en el Congreso de los Diputados el año anterior.)