Eclesiástico y escritor contemporáneo, nacido en Santa María de Miudes (El Franco) el 8 de marzo de 1842. Perfilada desde niño su vocación a la vida religiosa y dotado de aptitudes para el estudio, comenzó a cursar la carrera de sacerdote en el Seminario conciliar de Oviedo y, al decir de don Alfonso Toda, se trasladó, siendo muy joven, al Real Monasterio de El Escorial, donde cursó, con extraordinario aprovechamiento y ejemplaridad, toda la carrera eclesiástica.
Esos estudios en El Escorial los realizó en un Colegio-Seminario que tuvieron establecido allí el célebre P. Claret, confesor de Isabel Il, y don Dionisio González.
Concluidos los estudios de Teología y Cánones, continuó residiendo en El Escorial, trayendo a su lado a la madre y los hermanos.
«Tan grande fué su afición y cariño para aquel monasterio—dice Toda—, refugio de la virtud y la sabiduría, que una vez ordenado de sacerdote, allí continuó durante muchos años como encargado de su riquísima Biblioteca, lo que le permitió aumentar la enorme cultura que posee, al extremo de serle familiares cuantos códices y manuscritos, y son muchos y muy notables las colecciones que existen en aquel santuario de la ciencia.”
Perdió dicho cargo, que tenía carácter de empleo público, por haberse negado a jurar la Constitución de 1876, sin que tuviera en cuenta para el caso la merma considerable de ingresos que la destitución suponía en su hogar, lo cual acredita la firmeza de ideas y carácter que le distinguió siempre a lo largo de su vida. Había sido en ese tiempo también profesor de hebreo y era entonces preceptor del infante don Antonio de Orleans y de Borbón, hijo del duque de Montpensier, cargo con el que continuó unos dos años más.
Había acopiado en ese tiempo una vasta cultura, especialmente en humanidades, historia y cánones y llegado a poseer, además de latín con toda perfección y de griego, varias lenguas orientales, como hebreo, caldeo, árabe y sirio. Dominaba también algunos idiomas modernos, entre ellos francés, italiano, inglés y alemán. La autoridad de tantos conocimientos, demostrada en algunas actividades como escritor, fué certificada el 12 de enero de 1872 por la Academia de la Historia con el nombramiento de académico correspondiente. Al perder sus emolumentos como bibliotecario de El Escorial, la escasa actividad literaria hasta entonces vino a ser su ocupación preferente, colaborador de numerosas publicaciones españolas y extranjeras, en las que sus trabajos fueron solicitados y remunerados con largueza, con lo que pudo resolver en cuestión económica que se le había planteado. ya desde esa época comienza su fama de escritor» autor de innumerables trabajos periodísticos y numerosos volúmenes. Entre las publicaciones español donde colaboró más copiosamente figuran La Ilustración Católica, La Ciencia Cristiana, La Semana Católica y el diario El Siglo Futuro» en el que ha solido emplear algunas veces el seudónimo de Oros. En 1878 el cardenal arzobispo de Toledo le llevó a su lado como secretario de Cámara y Gobierno, puesto que desempeñó hasta que el mismo arzobispo señor Moreno le concedió una canonjía en esa archidiócesis, de la que Fernández Montaña tomó posesión el 4 de diciembre de 1880. En el año anterior, al llegar a España la archiduquesa de Austria doña María Cristina de Habsburgo a contraer matrimonio con el rey viudo Alfonso XII, se le pidió al citado arzobispo designara un sacerdote que, además de ilustrado, supiese alemán, para director espiritual de la archiduquesa, y Fernández Montaña, que reunía esas condiciones, fué el elegido. Las pláticas religiosas en alemán a la archiduquesa y su séquito y sus conversaciones con ellos le granjearon la estimación y la simpatía de todos, y continuó de director espiritual de la después reina consorte de España y más tarde reina regente, por espacio de muchos años.
Estos deberes de director espiritual de la reina obligaban en los primeros tiempos a Fernández Montaña a trasladarse semanalmente desde Toledo a Madrid. “De estas visitas—dice Toda—se llegó a hacer burla y chacota por la prensa impía, y para poner fin a esta actitud desconsiderada, como también para evitar viajes y molestias al regio confesor, se le nombró canónigo deán del novísimo Cabildo Catedral de Madrid, cuando se erigió la nueva Sede episcopal.”
En la minoría de edad de Alfonso XIIl, la reina regente y madre nombró a Fernández Montaña preceptor de aquél, cargo que desempeñó durante un largo decenio. En esta época en que comienza su residencia en Madrid, ya no interrumpida sino por viajes a diversos países europeos, culmina la personalidad de Fernández Montaña. Descuellan en su labor de entonces los primeros trabajos en volumen sobre la personalidad de Felipe I, que él historió en todos sus aspectos, despertando con ello en pro y en contra los juicios más apasionados entre críticos nacionales y extranjeros a Fernández Montaña, que, como dice Antonio L. Oliveros (Asturias en el resurgimiento español), “encarnaba en la Restauración, cerca de los reyes, el espíritu ultramontano”, no se ocultaba para mostrarse enemigo de toda tendencia innovadora y liberal en la política española, contra la corriente qué se estimaba más adecuada para la sólida estabilidad de la Monarquía.
Tal actitud vino a rematar en un furibundo artículo suyo publicado en El Siglo Futuro el 21 de diciembre de 1900, bajo el título de Los errores del señor Canalejas en el Congreso, contra un discurso parlamentario del citado político, en el que se atacaban en su esencia todas las doctrinas liberales. Tan desmedido ataque contra el liberalismo por quien vivía en contacto con la familia real originó una viva protesta en la prensa y las masas democráticas que dió lugar a la destitución del confesor de la reina regente y preceptor del futuro rey. No abandonó por eso su posición Fernández Montaña, sino que algún tiempo después (número IV) dió al público una obra sosteniendo ampliamente todos los extremos de su argumentación.
Hombre de costumbres sencillas y modesto, desprovisto de afanes de ostentación y brillo, aunque haya sido obligado a aceptar en 1898 la Gran Cruz de Alfonso XIl, no dió nunca importancia a los Cargos, como no fuera para servirlos con arreglo a su saber y Sus ideas, cual lo demostró en aquella Ocasión, y desde entonces sólo ha desempeñado el puesto que tuvo en el más alto Tribunal eclesiástico, el de la Rota, al que comenzó perteneciendo como miembro supernumerario en 1891 y del que fué luego auditor y más tarde presidente hasta la desaparición de este 0!ganismo al advenimiento de la República en 1931. En el cumplimiento de sus deberes y consagrando a la publicación de sus estudios los mejores afanes ha venido desarrollando su vida hasta ya nonagenario en el apacible retiro de su hogar de Madrid. En su abundante producción literaria figuran algunas traducciones. La conciliación de la fe católica con la verdadera ciencia, del italiano P. Cornaldi, e Instituto de Maria Reparadora, del francés P. V. Delaporte.
Fallecido en octubre de 1938, en Madrid.
Obras publicadas en volumen:
I.—Nueva luz y juicio verdadero sobre Felipe ll. (Madrid, 1882; estudio reeditado en 1891.)
II.—El Venerable Maestro Juan de Ávila: Reseña histórica de su vida y sus virtudes. (Madrid, 1889; prólogo de don Joaquín Torres Asenjo.)
III.—Más luz de verdad histórica sobre Felipe I, el Prudente, y su reinado, con documentos inéditos y descripción novísima del Escorial. (Madrid, 1892; trabajo reimpreso en 1911.)
IV_—El Syllabus de Pío IX- Con la explicación debida y la defensa científica de la condenación de sus ochenta proposiciones y otros tantos capítulos. (Madrid, 1905.)
V.—La verdad no transige con el error ni la luz con las tinieblas (Madrid, 1909; folleto.)
VI—De cómo Felipe I no mandó matar a Escobedo. (Madrid, 1910.)
VII.—El B. A. Juan de Ávila y el Santísimo Sacramento. (Madrid, 1911; memoria presentada al Congreso Eucarístico celebrado ese año en Madrid.)
VIII.—Felipe I, el Prudente, Rey de España, en relación con artes y artistas, con ciencias y sabios (Madrid, 1912.)
IX.—Felipe I, el Prudente, y su política. (Madrid, 1913; trabajo ampliado sobre el inserto años antes, 1899, en el diario El Siglo Futuro, de Madrid.)
X.—Rasgos principales del cardenal Cisneros. Más otros sobre la Inquisición, con apéndice vindicativo de Felipe I y las Descalzas Reales, de Madrid. (Madrid, 1921; con prólogo de don Alfonso Toda.)
XI—Los arquitectos escurialenses Juan de Toledo y Juan de Ines Herrera y el obrero mayor Á. Villacastín y sus memorias. Apéndice de otros sabios. (Madrid, 1924.)
XXII.—S. M. el rey p. Felipe I y S. A. el príncipe p. Carlos. (Madrid, 1927.)
XIII. —Felipe I calumniado y vindicado sobre puntos de Hacienda; con apéndices de las bulas comprobantes y afirmaciones del Tertuliano contra protestantes y cismáticos: (Madrid, 1929.)
XIV.—San Ignacio, mártir, y sus cartas. Ineludible y apostólico testimonio contra protestantes: (Madrid, 1934.)
XV.—Los Covarrubias. (Madrid, 1935.)
Trabajos sin formar volumen:
1 —Prólogos y notas a las Obras del beato Juan de Ávila, apóstol de Andalucía: (Madrid, 1896; cuatro tomos 4.)
2.—Los errores del señor Canalejas en el Congreso, (En El Siglo Futuro, Madrid, 21 de diciembre de 1900.)
Referencias biográficas:
Anónimo.—Unos apuntes biográficos. (En el Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Toledo, Toledo, 11 de diciembre de 1880.)
Sánchez (Miguel).—Carta al señor Montaña, acerca de la defensa de su obra sobre Felipe II. (En Revista Contemporánea, Madrid, 1885, tomo LVII.)
Toda y Nuño de la Rosa (Alfonso).—Una semblanza. (Preámbulo a la obra indicada en el número X.)