Prólogo

I—Motivos y propósitos de esta Obra

Algunos amigos y conocidos, al enterarse por mi mismo de la empresa en que andaba ocupado con la preparación de este libro, parecían sorprenderse de que la acometiera un hombre solo con Su esfuerzo y recursos personales; otros, bajo el gesto también de sorpresa, dejaban, sin quererlo, que las arrugas de la faz descubrieran una impresión de desconfianza, acaso ribeteada de burla, como si consideraran el propósito entretenimiento de una chifladura o quién sabe si algo así como si yo me hubiese metido en camisa de once varas, y algunos, mas sinceros, llegaron a poner en los labios esa impresión y a preguntarme: ¿Qué finalidad, qué utilidad viene a llenar esa obra? Los primeros habrían tal vez conseguido acoquinarme y que desistiera del empeño, a no tener yo bien medida ya la tarea de investigación y acopio de noticias durante algunos años de trabajo silencioso, casi en secreto, con fruto que daba seguridades a mi perseverancia para no flaquear ante aquellas alabanzas que tenían el doble efecto de que yo me sintiera pequeño en igual medida que se consideraba grande la labor acometida. Los otros, los que ocultaban o descubrían su pensamiento como una especie de conmiseración hacia mi, confieso que me dejaban desconcertado y sin objeciones para argumentar nada en favor de una posible finalidad o utilidad de esta obra. He llegado en ocasiones a pensar que pudiera ser mi trabajo algo de escasa, de limitada conveniencia, desproporcionado como fruto el esfuerzo de siembra que exigía. Y esta idea, consecuencia de lo que callaban o decían aquellos a quienes, sin embargo, estimaba yo como gente de mentalidad inferior, es la que prevalece en mi pensamiento al escribir este prólogo, después de coronada la tarea que los doctos consideraban ingente y propia para una voluntad gigante.

Ahora mismo, como antes de ahora, para cobrar fortaleza contra el desmayo, necesito retraerme al pensamiento inicial que movió mi entusiasmo a la realización de esta obra, Escritores y artistas asturianos. Me parecía a mi, y me lo sigue pareciendo, que los valores intelectuales de Asturias gozaban una consideración inferior a sus merecimientos en las historias de la literatura y de las artes, enciclopedias y otras obras similares de carácter general, en las que muy pocos alcanzaban la inclusión y eran menos los acogidos debidamente. Si exceptuamos algunas personalidades asturianas que brillaron en la política, en la gobernación del Estado, en el Ejército o en la Iglesia—en número ínfimo y deficientemente informadas—, apenas si es posible enterarse en obras como las aludidas de que hubo y hay muchos valores intelectuales de primer orden en todas las actividades del pensamiento, que están olvidadas o son desconocidas, y de un número mucho mayor de figuras sin recuerdo, relevantes y meritorias. No he de citar casos individuales que corroboren esta aseveración, porque derivaría la finalidad del prólogo, con pérdida de su objetivismo, a muy larga y enojosa disertación sobre algo que me figuro ha de estar de antemano aceptado por el lector. Pero si éste tiene alguna duda, le ofrezco la siguiente prueba, que se la desecharé: Abra este mismo tomo o cualquiera de los sucesivos por donde guste, y cuando encuentre el estudio de alguna personalidad que le parezca descollante—sin llegar al grado en que lo son las glorias regionales conocidas mundialmente—, vea si dice algo de ella o lo que dice la más amplia de las historias de la literatura, del arte, de las actividades profesionales; cualquiera obra de carácter bio-bibliogräfico, o el que tenga por mejor documentado de los Diccionarios enciclopédicos. Busque luego en las obras aludidas lo que digan de cualquiera brillante medianía de otra región española, y la duda se trocará en convencimiento. Por este deprimente fenómeno he pasado yo algunas veces, y él fué lo que inflamó mi amor a Asturias— no discutiré con los que juzguen esto como patriotismo de pobre envergadura—, decidiéndome a rescatar en la medida posible la tierra asturiana de la general inconsideraciôn como fértil en gente intelectual. Posiblemente se dé el caso paradisíaco de que ningún trozo del suelo español, en la misma capacidad geográfica y demográfica, haya dado tal cantidad de hombres de pensamiento, ni en igual proporción los conspicuos, como Asturias.

II—Orientaciones y perspectiva

Sucede siempre, visto en propósito cualquier trabajo de investigación, que parece más fácil y sencillo lo que resulta después de acometida la tarea. No podía dejar de ocurrirme a mi esto en el presente caso, por más que, avezado por la experiencia, me haya esforzado en considerar, desde fuera, con proporciones exageradas, la labor que me proponía desarrollar. Es el caso de la selva, que no nos parecerá, desde ningún punto que la oteemos, tan imponente como situados en ella.

También sucede con esta clase de trabajos, que se ven desde los cimientos como algo que va a ser definitivo, la perfección misma, para concluir por considerarlos, ya desde la cumbre de ellos, como un panteón de innúmeras esperanzas e ilusiones estranguladas por dificultades, muchas de ellas indestructibles, que nadie conocerá mejor que el arquitecto mismo de la obra.

Muchos trabajos de investigación no se llevarían a cabo si el autor supiera de antemano las sinuosidades con que se ha de quebrar la hermosa llanura imaginada. No depende de otra causa que a la cabecera de libros que suponen ímproba tarea de investigación figure la palabra ensayo, que si yo no empleo aquí es por el temor de que parezca una petulancia al frente de obra de la extensión de este Indice bio-bibliogräfico. Pero no pasa de ensayo lo que me imaginé iba a ser registro completo de la intelectualidad asturiana, y no puedo menos de dedicarle una piadosa sonrisa al ignorantón que planeó hace años esta obra sin saber ni aproximadamente lo que planeaba.

Por largo, difícil y penoso trabajo tenia yo éste en su comienzo, pero si hubiese podido apreciarlo en sus medidas verdaderas, no me habría atrevido con él, seguro de que me faltarían tiempo, salud y perseverancia para rematarlo. Cuando pude estimar sus proporciones magnas, en contraste con lo menguado de mis fuerzas y recursos, ya la cuadriga del entusiasmo tiraba demasiado de la tarea para que pudiera contenerla en su marcha impetuosa. Lo que hice fué laborar callada y sigilosamente, por si la perseverancia, la salud o el tiempo fallaban impidiéndome llegar a la otra orilla, y tuviera que rumiar mi fracaso ante miradas irónicas como la que yo mismo dedicaba al otro yo que se preparaba, inexperto, a la travesía del Océano.

La verdad es que del proyecto a la realización de esta obra las diferencias de distancia y trabajo son enormes: Unos cientos de personalidades a estudiar que se han convertido en millares; unos cuantos libros de consulta que se transformaron en sendas montañas de papel impreso y manuscrito; un par de años de labor que se extienda una década, sin contar los cuatro o cinco que me esperan, en el momento de escribir este prólogo, para la tarea de redacción del arsenal de noticias acumuladas. Seguro ya de que tiempo y perseverancia no han de faltarme hasta escribir el anhelado fin, si llegara a fallar la salud, no por eso quedaría inconclusa la obra, porque, hecha ya la fatigosísima labor de acopio, seguramente habría una pluma que concluyera lo empezado.

III.—La tarea de investigación

Lo de tener que reducirse al propio y aislado esfuerzo en trabajos de larga investigación, es causa de que la muerte, en frecuentes casos, deje inéditas y perdidas para los efectos de la divulgación buscada muchas obras importantes. Por esto sucede a menudo que el investigador ha de comenzar por perder un hermoso esfuerzo en reunir el material que ya otros reunieron y acaso en circunstancias de época más favorable, cuando, si dispusiera de aquella labor de acopio ya efectuada, la suya resultaría menos difícil y, con seguridad, más completa.

Que yo sepa, exceptuados los estudios sobre Genealogía, en cuatro ocasiones se acometió en serio la tarea de hacer una obra biográfica sobre personalidades asturianas, todas ellas sin contactos ni sucesión de esfuerzos, esfuerzos, por otra parte, ineficaces en una porción muy considerable, por haber quedado en manuscritos que han desaparecido.

Fué el primero en dedicarse a esta faena el canónigo don Carlos González de Posada, en la segunda mitad del siglo XVIII. Reunió, al parecer, un verdadero arsenal de noticias, como se deduce del primero y único tomo publicado (1794) de su obra proyectada en veinte, Memorias históricas del Principado de Asturias y obispado de Oviedo, que comprende solamente la letra A, por orden alfabético de nombres de las personalidades incluidas, al uso de entonces, y no de apellidos, cual se vino a estilar posteriormente. Esta obra tiene carácter de biografía general, acaso demasiado general, en lo que se apoyan los que la censuran por defecto de selección. Le ampara al autor contra el reproche que en esta clase de obras la selección es cosa punto menos que imposible, siempre arbitraria, y algo que va sustancialmente contra el propósito de información perseguido. Otros son, en mi concepto, los errores considerables, como el de acreditar algunas personalidades de asturianas por solo indicios, leves a veces. Con todo, Memorias históricas es obra fundamental para los estudios biográficos acometidos posteriormente, y a ella hemos tenido que acudir cuantos quisimos trabajar con propósito serio. Lo lamentable, lamentabilísimo, es que solo nos haya llegado una parte mínima de aquel caudaloso acopio de González de Posada, por haber sido destruido su archivo de la manera graciosa y dolorosa que se refiere en el estudio dedicado en este Indice al citado autor. En esa destrucción es seguro que desaparecieron, no solo importantísimas noticias de antiguas personalidades asturianas, sino el recuerdo único de otras, ya que: sin el primer tomo publicado, nada se sabría de algunas reseñadas en él que no han dejado otro rastro conocido. Algo se ha salvado, sin embargo, de esa gran pérdida, y a ello nos hemos de referir más adelante.

Hasta cerca de una centuria después nadie en Asturias se dedicó formalmente a la investigación y estudio de carácter biográfico. En la segunda mitad del siglo XIX aparecen, casi coetáneos, dos tratadistas en la materia: don Máximo Fuertes Acevedo y don Eugenio Ruidiaz y Caravia, que desarrollaron sus actividades individual y separadamente, sin contactos. Ruidiaz ha dejado en manuscrito, según se dice, nueve tomos de biografiás de asturianos. Aparte de su obra La Florida, que contiene estimables apuntaciones biográficas y de alguno que otro estudio individual publicados en periódicos, se trata de un esfuerzo perdido. También perdido en buena medida vino a quedar el de Fuertes Acevedo. De los siete robustos volúmenes manuscritos—su letra era casi microscópica—de noticias bibliográficas de asturianos, que aseguran dejó al morir, solo quedaron aprovechables para proseguir esos estudios el Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas las épocas la literatura en Asturias (1885)—obra meritisima y única en la bibliografía de Asturias—y la Biblioteca de escritores asturianos (1867), trabajo más importante aún, que ha quedado inédito en la Biblioteca Nacional, si bien la circunstancia de que esté depositado en ese Centro (que lo había premiado en público concurso) ha impedido su pérdida absoluta, puesto que disponen de él los investigadores. Es fruto de una paciente labor que seria imposible reconstruir ahora en gran parte—la tomada de correspondencias y conversaciones—, y representa acaso la aportación más valiosa en mi búsqueda de materiales. Dejó también Fuertes Acevedo otra obra inédita, posiblemente de considerable importancia, Estudio biográfico-critico de los jurisconsultos más notables de Asturias, para cuya conservación y utilidad pública de nada ha servido que quedase depositada en una institución oficial, la Sociedad Económica de Amigos del País, de Oviedo, que la había premiado, y de donde Ia sustrajo un bibliopirata que han padecido los archivos y las bibliotecas de Asturias, para que solo sirviera después de recreo en la posesión a un descendiente solitario e infecundo.

Don Máximo Fuertes Acevedo merece los mayores respetos como trabajador inteligente y bien orientado en bio-bibliografía de escritores asturianos. Es como la piedra fundamental de este edificio. Sin el Bosquejo y la Biblioteca las lagunas perceptibles en la obra presente serian bastante más importantes. No rebaja este mérito de la labor por él desarrollada que dejara sin examen, por desconocidas o inapreciables, obras publicadas con anterioridad a las suyas y que le habrían aportado preciosas noticias, como las aportaron a mi tarea. Sorprende extraordinariamente esto en quien trabajó con capacidad, diligencia,y entusiasmo tan notorios como los suyos; pero así es el hecho, que ha permitido a mi labor de acopio tal vez duplicar el número de escritores asturianos anteriores a su época, muchos de ellos más importantes que otros por él reseñados. Otro tanto puedo afirmar en lo que atañe al enriquecimiento de las noticias que da él de muchos escritores. Esto, aparte del material aportado por obras publicadas posteriormente. Bastará comparar, por vía de comprobación de mi aserto, la producción bibliográfica de la primera personalidad historiada en este volumen y la que consigna de ella Fuertes Acevedo en su Bosquejo, y cotejar por orden alfabético los nombres que él incluye en la Biblioteca con los catalogados en este Indice de escritores fallecidos antes de 1867, que es el limite puesto por él.

Con alguna posterioridad a Fuertes Acevedo, más próximo de Ruidiaz y Caravia (el último veintenio del siglo XIX), hubo un fraile agustino, Fray Fabián Rodríguez García, que se dedicó también a estudios biográficos asturianos, frutos de cuyo trabajo fueron el volumen Ensayo para una Galería de asturianos ilustres (1888) y dos Adiciones y ampliaciones al mismo (1891-93). Se trata de algo digno de tenido en cuenta, no obstante sus copiosos errores, sobre todo por el esfuerzo que representa el acopio de noticias en Cebú (Filipinas), donde se hicieron e imprimieron esos trabajos sin medios favorables a la investigación, que el P. Rodríguez Gracia habrá suplido en lo posible con una abundante correspondencia. Algunas noticias de esos trabajos vinieron al acervo del mio, pero con importancia muy secundaria a las aportaciones de González de Posada y Fuertes Acevedo.

Otra fuente muy estimable, que puede figurar entre las principales ya aludidas, lo es un trabajo que dejó inédito González de Posada, restos probables de su destrozado archivo. Me refiero al manuscrito Biblioteca asturiana, que fue incluido íntegramente en el tomo 1 del Ensayo de una Biblioteca de libros raros y curiosos, de don Bartolomé José Gallardo, publicado en 1863.

Por haber sido encontrado ese trabajo, original o copia, en el archivo de Campomanes a su fallecimiento, le fué a él atribuido, y así figura en la citada obra de Gallardo. Tal atribución es de todo punto insostenible ya. La rechaza con buenos argumentos don Fermín Canella y Secades; apoya también la paternidad de González de Posada, con razones de fuerza, el escritor chileno don Senén Alvarez de la Rivera, tan amante de las cosas asturianas, y don Julio Somoza, en Registro asturiano, asegura que Campomanes dejó testimonio de que dicho manuscrito pertenecía a González de Posada, bien que Somoza no consigne donde está ese testimonio, que bastaría por si solo para poner punto final en la debatida cuestión.

Si se hubiese reparado desde un principio en que nada hay en la cuantiosa y variada producción de Campomanes que pueda asemejarse ni por afinidad siquiera al manuscrito Biblioteca asturiana, no se le habría atribuido sin que el reparo llevara a examinar el asunto con todo cuidado. No habría sido preciso otra cosa que leer el manuscrito con alguna atención, lo que seguramente no han hecho ni los que afirman ni los que niegan, ni aun después de impreso tal estudio. Leyéndolo, nadie podrá sostener la posibilidad más remota de que lo haya escrito Campomanes, so pena de que admitiéramos en él la necedad absurda de que se alabara a si mismo las varias veces que se enaltece fervorosamente su nombre, como en la referencia a Gonzalo Solis y Merás, donde se pondera con subido elogio el estilo literario del conde. Ademas, en la reseña de Francisco Hevia y Ayala se afirma que un sermón de éste fué publicado con “dos notas del señor conde de Campomanes”, que resultaría la más rara de las formas de citarse a si mismo. Por otra parte, se alude a compañeros y condiscípulos que no pudieron serlo de Campomanes y si del verdadero autor, quien asegura de él mismo haber comenzado sus estudios universitarios en Oviedo el año 1761, cuando ya Campomanes era un letrado famoso en Madrid y estaba próximo a ocupar el cargo de fiscal en el Consejo de Castilla. Quien efectivamente comenzó esos estudios en 1761 fué González de Posada, autor de ese manuscrito, que lo habrá enviado a Campomanes, como solía hacer con otros, por vía de consulta, de información o de obsequio y entretenimiento, y en el que se lleva repetidas veces al lector, cuando se alude a prelados asturianos, a que se vean más pormenores en otra obra especialmente dedicada a ellos por el autor, y que también dejó manuscrita González de Posada, si bien es desconocido el paradero de ella.

Entre los que han atribuido la Biblioteca asturiana a Campomanes, figura como el de mayor autoridad don Máximo Fuertes Acevedo, opinión que no habría sostenido si su conocimiento de ella no fuese superficial. Publicada en el Ensayo de Gallardo cuatro años antes de presentar al concurso de la Biblioteca Nacional su Biblioteca de escritores asturianos, sorprende bastante que no haya examinado ese trabajo, con lo que habría conseguido desechar esa equivocada atribución y enriquecer su estudio con más de un centenar de escritores asturianos que han venido desde la Biblioteca de González de Posada a este Indice bio-bibliográfico sin haber pasado por ningún otro sitio.

De la Biblioteca asturiana de González de Posada—obra reducida a las dimensiones de un pequeño folleto—, como del tomo único de sus Memorias históricas, se han escrito juicios muy desfavorables. Acaso el más duro, referente al primero de esos trabajos, lo ha estampado el jesuita P. Uriarte, quien lo conceptuá “empedrado, por más señas, de errores, y algunos verdaderamente inconcebibles en un bibliógrafo”. Cierto que no es un modelo en la materia. ¿Errores? En ese trabajo y en los otros mencionados, como sucede en todos los de esta índole, incluidos el presente y el del P. Uriarte, y mucho más abundantes, naturalmente, en los efectuados cuando esta clase de estudios se emprendían con criterio menos científico, más subjetivo que en nuestra época. Bastantes de esos errores a que alude el P. Uriarte han quedado deshechos en mis búsquedas; otros habrán pasado a circular como noticias legitimas por la imposibilidad de compulsarlas y contrastarlas. Pero no ha de ser por los defectos por lo que juzguemos esos trabajos, sino por lo que contienen de acierto y utilidad. Apreciada la Biblioteca de González de Posada por un asturiano dedicado a lo mismo y sin fuentes ricas a qué acudir, se le puede,considerar como una verdadera joya bibliográfica. Sin ese catálogo de González de Posada seria imposible la evocación de numerosos escritores florecidos hasta mediados del siglo XVIII, como lo prueba que Fuertes Acevedo no haya podido encontrar rastros de ellos en sus muchos años dedicados a esa labor.

Ya adelantadas mis tareas de investigación y acopio, apareció al publico una obra (1927) sobre bibliografía asturiana, que puede considerarse entre los concursos fundamentales de este Indice: el Registro asturiano, de don Julio Somoza. Sólo se anotan en este libro los trabajos escritos sobre Asturias, sus cosas y personas, aunque no sean debidos a plumas asturianas. Se trata de un esfuerzo inteligentemente desarrollado—libro único en su clase—, y, dentro de su limitado marco, me ha proporcionado apreciables noticias de obras y autores.

Muy en segundo término me han servido de materiales bio-bibliogräficos concretamente asturianos, para el andamiaje de esta obra, las Memorias asturianas, de don Protasio González Solis, centón de cosas de mayor interés para otros propósitos, y la obra en tres grandes tomos, Asturias, que dirigieron don Octavio Bellmunt y don Fermin Canella y Secades, digna de todo elogio, por lo que contiene de enaltecimiento en los aspectos toponímico, histórico y artístico de la tierra asturiana.

De otros estudios más concretamente bio-bibliográficos—descartado el que se dice editado por don Manuel González Llana con el titulo de Hijos ilustres de Asturias y que jamás ha existido—, de buena gana me abstendría de recordarlos, si no me obligara la necesidad de confesar que me son conocidos. Es uno de ellos Biografiás asturianas: Primera serie (Madrid, 1917), de don Nicomedes Martín Mateos, que no es asturiano, aunque se declare tal en algunos lugares del texto. De ese folleto diré con la pluma de Somoza lo que éste dice en Registro asturiano: “Nada menos que 97 biografiás enjareta este buen señor en una primera serie (a razón de 1 y 2/7 por celebridad). Cuando llegue a la serie vigésimo quinta, imposibilitadas tantas celebridades de vivir juntas en región tan mísera, habrá que fletar un trasatlántico para poder exportarlas al extranjero. Y de paso podría el inventor ir conduciendo las remesas para su más pronto despacho.” Vistas algunas de esas Biografiás asturianas, no se puede juzgar el folleto en serio, si no es por lo que haya representado al autor como operación crematística. Otro estudio, de más pretensiones y mejor vestido que el anterior, es el de don Luis López Rendueles, Diccionario biográfico asturiano, del que se ha publicado en 1933 el primer fascículo, en tamaño de folio y 12 páginas de texto, a pesar de lo cual, se abarca en tan reducido espacio a todas las personalidades asturianas de todos los tiempos y todas las actividades de apellido iniciado con la letra A de que tuvo noticia el autor. Dicho breve espacio aún le permite transcribir poesías, trozos de discursos, etcétera. Con todo, seria plausible este intento de exaltación de personalidades asturianas, aunque no aporte nada nuevo, si no figuraran entre ellas personajes insignificantes desde cualquier punto de vista, y no se le hubieran deslizado al autor errores importantes sobre datos conocidos y nada dudosos.

Otros dos estudios, más serios que los anteriores, pero de escaso valor, son la Memoria de varones célebres asturianos, de don José Caveda y Nava, y Asturianos ilustres: Apuntes biográficos, de don Emilio Martín González del Valle, firmado con el seudónimo de Juan Fernández. Se concretan al recuerdo de algunos personajes conocidos. Mayor interés tiene la obra del primero de estos dos autores intitulada Colección de poesías en dialecto asturiano ( 1834. )—la más antigua antología sobre escritores regionales—, sin la cual se habrían perdido algunas noticias que aporta acerca de los poetas comprendidos en ella. Esa Colección de Caveda y Nava fue reimpresa con ampliaciones, en 1887, por Canella y Secades, bajo el titulo de Poesías selectas en dialecto asturiano, con datos biográficos, aunque sucintos, de otros poetas posteriores. Y un libro semejante, más reciente (1925), es el de don Enrique Gra. Rendueles, Los nuevos bablistas, que contiene también algunas breves noticias biográficas.

A lo dicho y alguna que otra monografía sobre concejos asturianos tal cual estudio especial como la Iconoteca asturiana, de Canella y Secades, trabajos todos de muy relativa utilidad al objeto de este Indice, se reduce lo encontrado como obras de carácter general para cimientos de la presente. Los demás elementos, no menos valiosos en conjunto que los anotados, han venido como zumos escasamente copiosos de otras vides. Fué cosecha de unos cuantos años en Archivos y Bibliotecas hasta agotar cuanto pudieron ofrecerme de interesante y útil, si no es que han escapado a mi conocimiento viñas recónditas. El aparato bio-bibliográfico o relación de fuentes de que se ha nutrido el cuerpo de este Indice, anotado a continuación del prologo, dará idea de la magnitud del trabajo de acopio desarrollado, y no completa, porque solo se anotan ahí, como es lógico, las obras que han dado materiales de alguna consideración, sin que se mencionen las muchas revisadas con insignificante o nulo resultado. No ha quedado obra conocida de algún valor biográfico o bibliográfico sin examen paciente. También son numerosas las publicaciones de reconocido mérito literario o profesionales que han avalorado el caudal aquí reunido, especialmente las de carácter asturiano, impresas en Madrid y en Oviedo, incluida la colección del viejo diario ovetense, con más de medio siglo de vida, El Carbayón, que tuvo durante una larga época extraordinaria importancia literaria. Añádase a esto las obras manuscritas revisadas en algunas Bibliotecas, la Nacional, la de la Academia de la Historia, y la mucho más interesante y también inédita información recogida en los Archivos ministeriales de Obras Publicas, Instrucción Publica y de la Guerra; en los del Instituto de Jovellanos, de Gijón, y de la Universidad de Oviedo, destruido con la valiosísima Biblioteca y todo el edificio de este glorioso centro de enseñanza, como por consecuencia de un terremoto, en la revolución devastadora de octubre de 1934.

En todos esos Archivos mi trabajo estuvo rodeado de facilidades y amabilidades, que mantienen viva mi gratitud. Por contraste, he de recordar otro Archivo que me habría sido muy útil, el de la Dirección de la Deuda y Clases Pasivas, donde se prefiere dar acceso al polvo y a la polilla antes que a los investigadores. Quizás alguno de éstos, si consigue dentro de algunas centurias entrar en ese Archivo, sienta la curiosidad de investigar las causas de que se haya denegado una instancia por los funcionarios actuales a uno que quiso enaltecer a olvidados funcionarios anteriores.

No está, sin embargo, agotada la tarea colectora de noticias. Queda mucho por hacer. Ademas de posibles obras existentes desconocidas por mi, faltan por investigar algunas interesantes colecciones de periódicos asturianos y de revistas madrileñas; por visitar algunos Archivos nacionales, como los de Segovia, Alcalá de Henares, Simancas, Sevilla e Histórico Nacional; por ver otros oficiales y particulares de Asturias o de asturianos; falta, en fin, cuanto a mi no se me ocurre que pueda faltar. Es labor interminable. Pero yo he puesto término a la mía, porque, sobre haber alcanzado un buen limite de tiempo, trabajo y resistencias económicas—y no lo digo por anotar merecimientos a compensaciones que no han de venir—, quiero evitar, si me es posible, que este nuevo esfuerzo de investigación bio-bibliográfica asturiana quede, como los anteriores, inédito y perdido para los estudiosos que se dediquen a esta disciplina.

El que no hayan podido enlazarse en una tradición los estudios anteriormente acometidos—malogrados unos y perdidos otros—, es causa primordial de que estos trabajos se desarrollen entre nebulosidades de imposible esclarecimiento actualmente. Es indudable que en los acopios perdidos de González de Posada, Fuertes Acevedo y Ruidiaz, habría noticias únicas e inéditas, cuando menos, de contemporáneos y antecesores inmediatos, que nadie podrá conocer ahora. Otro grave y peligroso inconveniente que se habría evitado con esa hipotética encadenado de esfuerzos malogra; dos, es el de la confusión que ofrecen los homónimos coetáneos. Casos hay de dos y tres personalidades contemporáneas de iguales nombre y apellidos, a las que la distancia en el tiempo y la pobreza actual de elementos informativos impiden distinguir con claridad. Y seria también mas fácil la identificación de no pocas personalidades que se presentan, según las circunstancias o las épocas de su vida, con apellidos y hasta nombre diferentes, tomados a capricho entre los de sus padres y abuelos. Hay personalidad que se conoce de cuatro modos distintos, sin que ninguno sea seudónimo.

Bien quisiera que esta barca haya llegado a buen puerto por entre tantos escollos como dejo apuntados. El haber podido deshacer no pocas confusiones y enredos mantiene latente en mi el temor de que otros hayan burlado mi buen deseo. Si esto fuese así, que haya quien los enmiende, porque será preferible esto a que lo falso continúe pasando por legitimo, si yo lo he tomado como tal.

IV.—Los testimonios vivos

Desde el comienzo de las tareas fué propósito firme mio incluir en Escritores y artistas asturianos a los vivos. Ninguna reflexión pudo llevarme al acatamiento de la costumbre o norma de excluirlos en muchas obras semejantes. Por no haber recogido nadie noticias de los coetáneos durante largos periodos históricos, es por lo que apenas tenemos conocimiento de ellos, como se podrá advertir en casos abundantes de este Indice bio-bibliográfico. Yo me propuse evitar ese inconveniente acerca de las personalidades contemporáneas a la curiosidad de venideras generaciones, que no podrían satisfacerla de otro modo muchas veces. En mis búsquedas recogía cuantos datos interesantes encontraba, fuesen de personalidades muertas o vivas. Lo de completar informaciones de éstas, sin embargo, lo iba dejando para cuando el trabajo desarrollado en Bibliotecas y Archivos fuese menos abrumador, porque éste absorbía todo mi tiempo era imprescindible establecer un orden en las actividades. Una vez que el examen y la compulsa de los testimonios escritos pudo pasar «a segundo término, por lo adelantados, acometí la empresa de entenderme con los vivos, que yo consideraba más fácil y llevadera, y ha venido a resultar mucho más espinosa y fatigadora que entenderse con los muertos. Me he podido explicar entonces lo que me parecía poco razonable por parte de muchos tratadistas de estas cuestiones, que desechan de sus elementos de trabajo a los contemporáneos.

Consistía mi plan en servirme de un corresponsal en cada concejo asturiano, cosa que me pareció a priori posible y hasta fácil conseguir, pero que no he podido lograr ni en cada partido judicial siquiera, a pesar de un verdadero derroche de diligencias. Necesitaba de esta cooperación, que juzgaba imprescindible, por si en mis ficheros, con más de tres mil personalidades, faltaban noticias importantes de las más próximas en el tiempo, que pudieran obtenerse, y nombres de otras que, por su vida recatada al lugar de nacimiento o de residencia o desenvuelta oscuramente fuera de la provincia, resultaran desconocidas para mi. El deseo mío principal era poseer direcciones postales de los propios interesados o descendientes inmediatos de ellos, para poder completar en lo posible la información que poseía. Este proyecto lo cimentaba yo en el descontado interés que habría de despertar en mis paisanos el propósito, pero fracasé rotundamente. De tal modo, que no se me alcanzaba otro medio para remediar el fracaso que el de recorrer yo mismo todos los pueblos asturianos, cosa totalmente imposible para quien no es potentado ni posee el don de la ubicuidad. Ese contratiempo, deprimente, doloroso, me trajo a reflexionar sobre lo que yo consideraba con bastante fundamento como una característica de los asturianos: su indiferencia por lo pretérito, por lo tradicional. Lo que es virtud en cuanto a desprenderse en la vida del lastre de lo arcaico y de fácil adaptación a las modernidades progresivas, cae entre nosotros en el vicio de menosprecio a lo que por herencia nos enaltece. Sobre todo, padecemos de censurable desvío por las glorias individuales que abrillantan nuestra historia y también el minuto que vivimos. Si se desconocen u olvidan fuera de Asturias nuestros hombres conspicuos pasados y presentes, no nos inquieta ni hay razón para que nos inquiete, porque somos nosotros los primeros que nada hacemos por conocerlos o recordarlos. ¡Son tantas las personalidades relevantes y hasta eximias de las que no hay en Asturias ni un solo testimonio publico de sus vidas! Y tales caracteres de gravedad alcanza esto que va denunciado, que se suceden centenarios como el de la muerte de Martínez Marina (25 de julio 1933) sin que la más insignificante gacetilla de periódico asturiano haya rememorado la fecha.

Mi fracaso tenia en ese desamor a las glorias regionales buena parte de su justificación. Amigos, conocidos y recomendados habrán traducido mis encarecidas peticiones por impertinencias. En una época en que todo el tiempo es poco para ganar dinero y gastarlo apurando en vorágine los minutos de cada día, es demasiado pretender alguna atención para dedicarla a cosas tan desplazadas de la vida como la que a mi me ocupaba. Pero yo no podía resignarme a esa tácita negativa de mis paisanos. Me aguijoneaba la necesidad de indagar el paradero desconocido de numerosas personalidades y obtener de ellas datos que estaba convencidísimo no conseguiría sin el concurso de ellas mismas. Me acoracé de tesón, puse en juego nuevos bríos y recursos y, al fin, ni vencedor ni vencido, he podido conseguir que algunas personas me prestaran la casi implorante cooperación para ponerme en camino de alcanzar las anheladas informaciones. Esto me ha llevado a sostener durante muchos meses una tan copiosa correspondencia, que no me consintió disponer de tiempo para otra cosa. Fueron sinnúmero las cartas escritas en solicitud de noticias. Tuve necesidad de imprimir, para facilitar mi trabajo, un cuestionario que enviaba junto con la referencia sucinta de las noticias que yo poseía, modo de facilitar la indicación de las que me faltaban. Y por aquí vino otro imprevisto contratiempo, del que ya no me fue posible triunfar sino parcialmente, y de ello se resiente y no poco este Índice bio-bibliográfico.

Fueron centenares las cartas que no han tenido contestación. Todas contenían una petición amable; todas, curándome en salud, daban al interesado la seguridad de que no se le molestaría, como lamentablemente es uso en proyectos parecidos, con ningún propósito lucrativo; todas se referían a un pensamiento serio y desinteresado de enaltecer el nombre de Asturias con un registro o censo de sus valores intelectuales pasados y presentes, todas merecían, estoy seguro de ello, una acogida afectuosa.…. Pues casi todas debieron surtir efectos contrarios, porque fueron pocas las que merecieron contestación, y otras la consiguieron después de una segunda carta, no menos afectuosa y correcta que la primera; pero gran parte de estas segundas cartas, casi tantas como contemporáneos aparezcan en esta obra con información deficiente, cayeron también en el buzón sin fondo de la descortesia, ya se haya vestido o disfrazado ésta de apatía, modestia, soberbia, temor al petitorio o lo que fuere. Aún en el caso equivocado, pero respetable, de que el silencio se ampare en una legitima y sólida modestia, una carta que llega respetuosa con un propósito enaltecedor, lo menos que merece es la contestación negativa.

Podría extenderme sobre estas consideraciones aduciendo pruebas extraordinarias a demostrar una conducta censurable muy generalizada entre nosotros. Pero baste saber que son abundantes los casos de hijos, cónyuges, hermanos y otros familiares de escritores y artistas fallecidos que no han respondido a segundas cartas con la petición de algún dato concreto acerca de sus deudos. Y no digo más, porque, aunque otra cosa pudiera suponerse, me está doliendo profundamente escribir estas lineas tan desfavorables para la gente asturiana, desde las más altas personalidades de la política y la intelectualidad españolas hasta el humilde gacetillero de un periódico local. Como la ocultación no remedia nada, denuncio lo ocurrido por si puede servir de enmienda.

V.—Cooperaciones

Debido a esas dificultades anotadas acerca del conocimiento de los contemporáneos vivos, resulta mucho más estimable el recuerdo de aquellas personas que han prestado alguna cooperación a mi labor abrumadora.

Desde bastante antes de que me determinara a recoger noticias de contemporáneos en la fuente insustituible de los testimonios vivos, debo un interés latente y animador, que me acompañó siempre en los últimos años de mi tarea, a mi querido amigo el musicógrafo y profesor asturiano Eduardo Martínez Torner. Ocupado él en tareas afines de investigación, muchas veces tuvimos ocasión de cambiarnos noticias y orientaciones, muy estimadas por mi parte. También de ovetenses, coetáneos suyos, me ha facilitado datos, opiniones y hasta nombres de escritores y artistas que acaso se me habrían escabullido sin su mediación. Y le debo también la fraternal acogida en su despacho del Centro de Estudios Históricos, donde pude desenvolver por larga temporada mi trabajo sobre el fondo bibliográfico de esa benemérita institución en excepcionales condiciones de comodidad. Es el suyo el más grato recuerdo que va unido a mi labor en Bibliotecas y Archivos.

Después de acometida la segunda etapa de mis tareas—la que se relaciona con noticias de vivos—, he podido conquistar algunos entusiasmos que compensan, aunque cortos en número, de las decepciones y los sinsabores tan abundantemente recogidos. Puedo asegurar que, cuantos me han favorecido con su cooperación, lo han hecho con un tan buen deseo y una tan sostenida perseverancia, que no acierto con la manera de agradecerles el esfuerzo. Casos hay de corresponsales o colaboradores que no se han limitado a facilitarme direcciones postales de escritores y artistas sino que han acopiado noticias ellos mismos.

En este caso están don José Martín Fernández y don Luis M. Alonso (Lumen), de Avilés; don Antonio Ochoa y don David Méndez, de Luarca; don Emilio Robles Muñiz (Pachín de Melás), de Gijón; don Ramón Pérez Santa Marina, de Oviedo; don Juan López Vázquez (Juan Íbero), de Valdecuna (Mieres); don Ramón Busto Toyos, de Infiesto, y otros. Y aun merecen especial mención tres corresponsales que llevaron más allá el empeño de ayudarme, para lo cual escribieron espontáneamente numerosas cartas a sus amigos estimulándoles a facilitar sus datos propios. cartas que consiguieron mejores resultados, seguramente, que si las hubiese escrito yo, puesto que esos amigos de ellos eran desconocidos míos. Los aludidos son el religioso dominico Fr. Paulino Alvarez, por lo que se refiere a su Orden; don Luis Castellanos, respecto de personalidades del concejo de Llanes, v don Manuel García Pulgar, director de El Correo de Asturias, de Buenos Aires, cerca de los asturianos allí florecidos. No he de olvidar, por lo excepcional, el caso de don Gervasio Miranda, de Cabranes, que, enterado de mis averiguaciones, me envió espontáneamente noticias de tres personalidades residentes en esa villa. Y es acreedor, finalmente, a este recuerdo y mi gratitud el pintor y critico de arte Bernardino de Pantorba, por la cooperación que me ha prestado, en lo que atañe a la parte grafica, con orientaciones y diligencias para la adquisición de fotografiás de personalidades antiguas y hasta retratos originales de contemporáneos debidos a su lápiz de maestro en el dibujo.

Aunque el concurso de todos los buenos amigos que me lo hayan prestado vino a perderse en el acervo de este Indice como hilos de agua que llegan al Océano—y ésta será para ellos mismos la impresión que les cause el resultado de sus cooperaciones—, yo recuerdo muy bien lo que cada uno puso de su parte, y mi gratitud tiene para todos ellos la perdurabilidad que no hayan podido tener esos concursos. Además de citarles, como es de justicia, donde haya lugar en el cuerpo de esta obra, quiero estampar aquí los nombres de cuantos me han favorecido, por si ello vale de estimulo para quienes, por incomprensión o pereza, no dan oportunidad para el enaltecimiento. Vayan todos los nombres de esos colaboradores por orden alfabético de apellidos, con indicación de las localidades donde han desenvuelto su labor cooperativa:

Fr. Paulino Alvarez.—Orden de Predicadores.

Don Lorenzo Alvarez Suárez.—Tineo.

José Arbesuk.—Nueva York.

Ramón Busto Toyos.—lnfiesto.

Luis Castellanos.—Llanes.

G. Díaz Morodo (Bori).—Cangas del Narcea.

José Martín Fernández.—Avilés.

M. García Pulgar (Pulgarin).—Buenos Aires.

José García Quevedo.—Mieres.

Arcadio José González—Colunga.

Valentín de Lillo y Hevia—Vega (Aller).

Juan Antonio López Vázquez (Juan Ibero).—Mieres.

Vicente Loriente Cancio.—Castropol.

Robustiano Marqués.—Cudillero.

Eduardo Martínez Torner—Madrid.

David Méndez.—Luarca.

Luis Menéndez Alonso (Lumen).—Avilés.

Gervasio Miranda.—Cabranes.

Antonio Ochoa.—Luarca.

Ramón Pérez Santa Marina (Roque Pérez).—Oviedo.

Don Emilio Robles Muñiz (Pachin de Meläs).—Gijon.

José Rodríguez Fernández.—Vegadeo.

José Maria Uncal.—Caravia.

VI.—Método empleado

Desde la idea inicial de esta obra fué mi propósito reducirla a escritores y artistas, con eliminación de figuras florecidas en otros campos, por dos razones: La primera, porque siempre tuvieron todas mis devociones, casi con exclusividad, los que al pasar por la vida dejan rastro de su espíritu en alguna obra de creación, algún fruto perenne del entendimiento, valga lo que valiere, y la segunda y capital, la de no extenderme a una empresa que por su magnitud resultara de imposible realización para un esfuerzo individual. Tampoco he querido reducirme a escritores, como han hecho otros, porque los artistas entraban por derecho propio en mi deseo y en mi gusto, y, además, me daban ocasión de sumar un mérito a los que pueda contener esta obra, ya que antes nadie agrup6 especialmente a los artistas asturianos y se les ha solido echar en olvido en esta clase de trabajos.

Yo daba por seguro—ilusión que ofrecen las cosas cuando no son más que proyectos—poder reunir en Escritores y artistas asturianos a todos cuantos hubiesen producido labor literaria o artística y la producían en la actualidad. No quería excluir a ninguno, por insignificante que fuese su categoría intelectual. Deseaba que este Indice pudiese informar acerca de la vida y la obra de todos, lo mismo cuando se acudiera a él por noticias de un genio literario que por las de un poeta o periodista de poco más o menos. Más que obra de exaltación de valores, quise hacer un registro informativo, sin perjuicio de que las grandes figuras resultasen exaltadas, como no puede ocurrir de otro modo dondequiera que se las coloque. Pero esta decisión se fué derrumbando poco a poco en el transcurso de mis tareas. La explicación de esto se deduce en gran parte de cuanto va dicho en párrafos anteriores.

De escritores y artistas antiguos quedan admitidos todos los de origen asturiano comprobado o acreditado con autoridad, aunque se trate del autor de un manuscrito extraviado y sea esto lo único que se conozca de él, porque pudiera suceder que nuevos trabajos de investigación descubrieran mayores méritos suyos. Sin embargo, no quiero decir que figuran en este Indice cuantos asturianos de pasadas centurias han dejado algún rastro de actividades literarias o artísticas. Tengo por cierto que han de faltar algunas, y lo más doloroso seria la carencia absoluta de indicios para descubrirlas o para poder acreditar su naturaleza asturiana en las descubiertas que lo sean. Porque en mis investigaciones he dado con no pocos nombres de escritores y artistas antiguos, de patria desconocida que, por los apellidos, circunstancias de vida, materias tratadas en sus obras u otros motivos, inducían a considerarlos asturianos con las máximas posibilidades de acierto: pero no me he determinado a la admisión de ellos, porque me parece preferible que la imperfección de este Indice, en lo que a ese aspecto atañe, dependa de los nombres que falten y no de los que sobren. De lo contrario, habría caído en el error que otros, como González de Posada, cayeron, por amor ciego a la región natal, de considerar asturianas a personalidades por el solo hecho de apellidarse Estrada, Oviedo, Avilés, etc., o por otro supuesto no menos inseguro, de algunas de las cuales he podido comprobar que ni siquiera se sabe que hayan sido oriundas de Asturias.

En lo que se refiere a contemporáneos, también es posible que falten algunos de consideración, no obstante el gran número de recursos puestos en juego para evitarlo. Desde luego, faltan bastantes que me son conocidos de nombre, porque mi deseo de incluirlos a todos, a manera de un censo de población intelectual asturiana, concluyó por aceptar una barrera, un limite, no solo por la imposibilidad de conseguir informaciones, como ya se ha dicho, sino en atención a lo desairados que habrían de quedar en este Indice los que hayan fracasado en sus balbuceos literarios o artísticos y los que, en formación intelectual todavía, no tengan conseguida una mínima altura que les asegure contra el efecto deprimente de la inclusión aquí. En mis ficheros queda buen número de nombres que yo llevaría, muy complacido en ello, a un apéndice de Escritores y artistas asturianos, si en el trascurso de su publicación recogiera noticias que robustecieran sus personalidades.

Además de escritores y artistas originariamente de Asturias, quedan admitidos en esta galería los que, descendientes de padres asturianos o sin lazo sanguíneo alguno con gente asturiana, se les pueda considerar nativos de la región por las circunstancias en que se hayan desenvuelto sus vidas. Soy de los que piensan que es más patria de uno la elegida libremente por inclinaciones sentimentales o intelectuales que la asignada por el solo accidente del nacimiento. Entre el asturiano que despliega su mundo de trabajo y afecto, su energía e inteligencia fuera de Asturias, con ruptura de los lazos que a ella le unan, y el forastero que haya conquistado con su convivencia y la ejecutoria de sus actividades la consideración de comprovinciano, no ofrece duda que éste es más asturiano que el otro. Por reunir esta consideración de asturianos van en esta obra algunas personalidades no asturianas.

La delimitación de merecimientos y compenetración amorosa con Asturias para la inclusión o exclusión en esta galería de los no nativos, es sumamente difícil, y no estoy absolutamente seguro de haber acertado, pese a mi vigilante buen deseo. Como descendientes de asturianos nacidos fuera de Asturias, quedan incluidos, por ejemplo, los hermanos García Barzanallana, don Antonio Balbin de Unquera y sus hijos, don Emilio Martín y don Anselmo González del Valle, don Rafael Maria de Labra y Cadrana, los hermanos Menéndez Pidal y otros varios, porque a todos ellos el amor a la tierra de los ascendientes, la inclinación de sus espíritus, el ejercicio de actividades intelectuales y el propio deseo les dan un derecho indiscutible a que sean considerados asturianos natos. Por lo contrario, hay otros oriundos de Asturias, como el famoso médico don Angel Pulido y el celebrado literato don Eduardo Bustillo, a los que no he podido reconocer suficiente ejecutoria de asturianismo.

La tienen, en cambio, y no podría prescindirse de ellos en esta obra, varios escritores y artistas sin antecedente alguno asturiano, pero cuyas vidas lo fueron o lo son, al punto de que reconozcan ellos mismos por patria la región astur. Dos ejemplos descuellan sobre todos, uno de español y de extranjero el otro, y son los del médico don Gaspar Casal y el ingeniero don Guillermo Schulz, quienes protestarían, si viviesen, y con ellos protestarían todos los asturianos, si no figuraran en este Indice bio-bibliográfico.

Son muchos los intelectuales que, sin haber alcanzado la plena consideración de asturianos, tienen en su haber relevantes méritos de asturiana, y merecen por ello recuerdo cariñoso. En la imposibilidad de llevar sus nombres al cuerpo de esta obra con sus respectivos estudios, quiero sentir la complacencia de recordar aquí a algunos de los más ilustres, como el religioso benedictino Fr. Jerónimo Feijoo, el ingeniero francés don Adriano Paillete, el jurisconsulto don Matias Sangrador y Victores, el dibujante Parcerisa y el pintor Robles, el catedrático y naturalista madrileño don Pascual Pastor López, el canónigo don Pedro Anastasio Torres y Úbeda, de Alcázar de San Juan, el erudito montañés don Gumersindo Laverde Ruiz, el catedrático e historiador don Rafael Altamira y el profesor y publicista don Antonio Pérez Pimentel. Sería obra de gran curiosidad e importancia para la cultura y la historia de Asturias la que recogiera, al modo de la presente, a los escritores y artistas no asturianos que hayan consagrado devociones intelectuales al enaltecimiento de nuestra provincia.

Como forma de presentación de las personalidades incluidas en esta obra, dado su elevado número y la necesidad de recogerlas en varios volúmenes, me ha parecido la más adecuada el orden alfabético de apellidos, por resultar esto lo más fácil a cuantos tengan que acudir con alguna consulta determinada y concreta. La diligencia, como en todo diccionario, se reduce a la mínima de tomar el volumen correspondiente al apellido que se busca.

Este sistema, si por su misma simplicidad permite a todo el mundo el fácil manejo de la obra, ofrece, al que a ella acuda con algún plan de estudio, grandes inconvenientes. En cuanto la consulta que se desea efectuar no se concreta a personalidades conocidas, sino que se buscan noticias más amplias para conceptos de conjunto; informaciones relacionadas con una época o el desarrollo colectivo de una determinada modalidad literaria o artística; algo de carácter o propósito generales, el esfuerzo equivaldría al examen minucioso de toda la obra, porque a los efectos perseguidos en ese caso por el investigador la ordenación alfabética es la más dificultosa de todas. Para él, para el investigador, seria mucho más estimable la distribución de los estudios bio-bibliogräficos por épocas o por materias, con un indice general alfabético de apellidos; pero en esto encontraría molestias y obstáculos mucha gente poco avezada a las complicaciones metodológicas y que asimismo merece consideración, ya que para ella se escribe también esta obra con deseo difusivo de los valores asturianos. Por esto, a fin de armonizar los deseos y las conveniencias de todos, me ha parecido lo mejor añadir a esta galería un apéndice dedicado especialmente a investigadores y tratadistas, en el que irán distribuidos por disciplinas intelectuales y orden cronológico dentro de cada una todos los nombres que abarca Escritores y artistas asturianos. Creo que ha de quedar con esto satisfecho el deseo—¡tantas veces de imposible satisfacción sin un trabajo ímprobo en el análisis de obras como la presente! —de quien acuda a este Indice bio-bibliográfico a sacar de él cuantos materiales le sean útiles a cualquier propósito didáctico.

A titulo de escritores no quedan admitidos solamente, como ya se ha insinuado, los literatos. Figuran cuantos han acudido al arte de escribir, cualquiera que sea la materia tratada, a excepción de los meramente traductores. Con eso, dicho se queda que figuraran en esta galería muchísimas personalidades de mayor importancia en otros campos que el intelectual.

En cuanto a los artistas, van unicamente los cultivadores de las Bellas Artes con labor de creación. Quedan eliminados aquellos artistas que pudiéramos considerar intérpretes de la obra creada, tales como el actor, el cantante y el concertista, si no es que son a la vez creadores, y el que se vale de algún medio mecánico para producir su arte, como, por ejemplo, el fotógrafo. Sin deseo de que se me tome el ofrecimiento como propósito firme, diré que tengo el de consagrar un estudio especial a esta clase de artistas, entre los que Asturias ha dado algunas eminencias.

El sistema seguido en cada estudio de este Indice ha sido el de complementar cada reseña biográfica con la puramente bibliográfica. En lo primero me he atenido en todo caso a la sintética ilación de las noticias ciertas conseguidas, sin perjuicio de acudir a la disquisición y a la interpretación personales cuando me haya parecido que inhibirse suponía de algún modo desertar de un deber. La parte bibliográfica va expuesta escuetamente y con toda exactitud, hasta donde me haya sido posible constatarla. Va esa parte -—que diré complementaria, aun cuando tal vez sea la más importante— dividida en dos secciones. La primera comprende la obra producida por el correspondiente biografiado, dividida a su vez en dos grupos. Esta ultima división, aunque un tanto arbitraria, la requiere el caso de que no figuren juntas una simple crónica periodística y una obra de varios tomos, porque esto daría impresión de trabajos equiparados en esfuerzo intelectual y en méritos. Claro que puede ocurrir, y ocurre algunas veces, que un trabajo periodístico tenga más importancia que un infolio, pero como lo frecuente es lo contrario, he creído conveniente establecer una separación entre las Obras publicadas en volumen, que tienen vida independiente y lugar propio en las Bibliotecas, y los Trabajos sin formar volumen, como son el prólogo al libro ajeno, el estudio publicado en un periódico, etc., que solo existen dependientes de otra obra. Los aludidos grupos llevan por epígrafes los indicados, y bajo ellos quedan relacionadas las producciones por orden cronológico de publicación, con la diferencia de que las Obras publicadas en volumen van indicadas con números romanos y los Trabajos sin formar volumen con cifras arábigas. De las obras inéditas se ha formado un tercer grupo, siguiendo el orden de producción en lo posible y sin enumeración al margen. Quedan excluidas de esta sección bibliográfica las meras traducciones, sin perjuicio de que haya referencias a ellas en el texto biográfico.

Así como para el conocimiento de las obras en volumen de cada autor he agotado todos los recursos—que la escasez de obras bibliográficas y deficiencias de la mayor parte de ellas obligan a una búsqueda dificultosísima—para dar la relación completa o ms amplia en cada caso, en lo que se refiere a los trabajos menores, no me he Propuesto el agotamiento ni mucho menos, porque seria empeño imposible. Fuertes Acevedo consigna también de cada autor, en su Bosquejo, los trabajos periodísticos. A él le habría sido posible agotar, aunque no se lo haya propuesto, la materia. Pero de entonces acá no solo ha triplicado o cuadruplicado el número de escritores que él pudo anotar desde el nacimiento del periodismo, sino que la prensa periódica se ha incrementado en una proporción tan gigantesca. que no alcanzarían varias vidas para revisar las publicaciones asturianas, de otras provincias, nacionales, americanas y extranjeras en general que puedan contener producciones de escritores asturianos. La magnitud de esa labor la he reducido a tomar nota de los trabajos de alguna importancia literaria o doctrinal que me hayan salido al paso en algunas publicaciones periódicas examinadas por haberlas considerado de utilidad imprescindible. Quédese el resto de la tarea para quien quiera proseguirla.

Completa la parte bibliográfica de cada estudio, como remate del mismo, la otra sección a que se alude más arriba, que consiste en la relación de Referencias biográficas formada por los trabajos que me son conocidos sobre la vida o la obra conjunta de la personalidad correspondiente. Quedan desechadas las simples criticas volanderas de libros u obras artísticas, casi siempre sin contenido sustancial, como asimismo se hubiera podido prescindir de la inmensa mayoría de los artículos periodísticos anotados, que son como fuentes secas, porque muy pocos dejan de resultar estudios frustrados por palabrería exaltada a fuerza de adjetivos y sin noticias concretas ni conceptos exactos.

Esas referencias debieran ir ordenadas cronológicamente. de acuerdo con un método más científico, pero he preferido a esto la facilidad que ofrece la ordenación por orden alfabético de los autores. Entre éstos ne figuran, para evitar frecuentes repeticiones, salvo casos excepcionales acogidos por una mayor conveniencia, los de estudios individuales agrupados en alguna de las obras comprendidas en la relación general que va a continuación de este prólogo, y se entenderá que a ellas se refiere la cita de un autor no consignado entre los de Referencias biográficas.

Réstame hacer una última advertencia sobre el método seguido en la composición de este Indice. Enemigo temperamentalmente de que no sea remozado lo envejecido, cuando hacerlo permite apreciar alguna conveniencia, he procurado huir de dar en esta obra tono de petulante erudición—que a tal equivaldría en una obra más para el gran público que para meticulosos eruditos—, la transcripción con su arcaica forma ortográfica de citas y títulos de obras antiguas y hasta sus propios nombres y apellidos. Así, por ejemplo, Carvallo y Jove Llanos van escritos à la manera moderna, CarbaIlo y Jovellanos, que es la admitida por el uso corriente, al cual me atengo como la máxima autoridad en asuntos lexicográficos.

VII.- A críticos, censores e indiferentes

Para concluir, dos palabras dirigidas a críticos y censores, si es que los ha de tener este trabajo, porque lo que no quisiera encontrar el autor es la indiferencia que, sobre la frigidez con que mata estímulos y entusiasmos, surte efectos de regresión para todo propósito de progreso y perfectibilidad. Yo bien quisiera que al enjuiciar el fruto de mi labor no se reparara demasiado en el detalle o el matiz imperfectos, con olvido del esfuerzo gigante y penoso que supone la obra total, si ésta merece, como me ilusiono en suponer, favorable acogida. Pero vengan la critica y la censura, con tal de que vengan, de que no las ahogue la indiferencia. Vengan en publico o en privado, y en la forma y tono que a cada cual le acomode. Nunca me han entusiasmado mucho las alabanzas ni me han dolido demasiado los juicios adversos. Pero si éstos son razonables, los prefiero a los ditirambos.

Esta obra contiene errores. Equivaldría a pedir un imposible que no los tuviese una labor de naturaleza y volumen tales. Yo desconozco esos errores. Seria imperdonable que se publicara una obra con errores conocidos del autor. Sobre los yerros propiamente míos habrá que añadir los de otros autores que yo haya tomado como datos de buena ley, y no abrigo ia pretensión de que, pese a mis celosos cuidados en cerner las noticias acopiadas, vaya a salir esta obra expurgada de todo lapsus, aun cuando haya conseguido en mis tareas retirar muchos de la circulación.

Esto mismo puedo decir en cuanto a lagunas, con la diferencia de que tengo muy amplio conocimiento de ellas. Si la obra se publica con esas faltas es porque, agotados todos los recursos para evitarlas, no se me ha ocurrido ninguna nueva orientación en la captura de las noticias en balde perseguidas. Las más de esas lagunas, sobre todo las de época anterior a los últimos cien años, probablemente permanecerán para siempre sin llenar. En todo caso, si algunas de esas faltas resultasen verdaderas omisiones, tengo que declarar con toda lealtad que no hay ni una sola cometida a sabiendas.

Para errores, lagunas y omisiones que yo mismo pueda ir descubriendo o que se me indiquen por quienes quieran prestar ese inestimable servicio, queda abierto uno de los apéndices a que he aludido antes, que será de este Indice complemento de enmiendas y ampliaciones. Yo soy el más interesado en corregir lo deficiente y enriquecer lo pobre. Entretanto, suscribo las palabras del maestro de maestros don Ramón Menéndez Pidal (prólogo al Vocabulario del bable de Occidente, de B. Acevedo Huelves y Marcelino Fernández), cuando afirma que todo trabajo de investigación ha de perseguir el “alto y generoso fin de ayudar a verse superado”.

CONSTANTINO SUÁREZ